Murió en el Nilo y fue amante de un emperador, se le adoró como un dios, su fama perduró, su figura fue un canon de belleza y ahora Roma recupera su rostro con la recomposición de un busto, el de Antinoo, que estaba partido en dos.

Canal Patrimonio

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Como en las buenas historias de misterios arqueológicos, en la que ahora se cuenta en la capital italiana hay un egiptólogo, un anticuario, un par de museos, algunos documentos y la aportación decisiva de la tecnología moderna.
El Museo Altemps de Roma exhibe próximos el uno al otro dos fragmentos de mármol de Carrara que una vez estuvieron juntos: el busto de un joven con una cara añadida después de la fractura de la pieza y el rostro original, la cara de Antinoo.
Aunque este es en realidad el final de una historia que comenzó en 2005, cuando el egiptólogo William Raymond Johnson, de la Universidad de Chicago y con una larga carrera arqueológica en Luxor, visitaba el museo romano y analizaba un busto que le dio que pensar.
Algo había en ese rostro del joven esclavo (nacido aproximadamente en el 110 en Bitinia, actual Turquía) incorporado al busto que no le encajaba a Johnson, que sabía también del mármol conservado desde 1922 en el Art Institute de Chicago.
Comprobaron que los rizos del cabello del busto de Antinoo correspondían con los del fragmento conservado en la ciudad estadounidense. Esos cabellos rizados -un elemento distintivo en la iconografía de Antinoo- sirvieron de punto de partida para elaborar un modelo en 3D que permitió unir en una reproducción las dos piezas que, por fin aunque no en el mármol original, pudieron recomponerse.

Historia del coleccionismo

Que la cara de Antinoo acabara en un museo de Chicago es el resultado de la venta, perfectamente legal, de la pieza a Charles Lawrence Hutchinson, primer presidente del Art Institute de esa ciudad, que en Roma lo adquiere en 1898 al anticuario Attilio Simonetti.
Desde un punto de vista de la investigación arqueológica este caso ilustra un aspecto de la historia del coleccionismo porque esta pieza al final del siglo XIX estaba disponible para la venta en el mercado anticuario.
Ya en 1756 se tiene constancia de la existencia del busto con una cara restaurada porque el arqueólogo e historiador alemán Johann Joachim Winckelmann lo incluye en la relación de obras que encuentra en la romana Villa Ludovisi.
Las obras de la colección Boncompagni Ludovisi -incluido ese busto- pasan a formar parte del Estado italiano en 1901 (y desde 1997 se exponen en el Altemps), pero la cara de Antinoo viaja al otro lado del Atlántico y desde 1922 está en la colección del Art Institute de Chicago.
No se puede decir, sin embargo, que la imagen del Antinoo que se puede ver ahora reunida en una reproducción -aunque vecina a los fragmentos que una vez estuvieron unidos- tenga algo que ver con el joven que conquistó al emperador Adriano.
En este caso estamos frente a una idealización de la figura. La iconografía parte de rasgos prácticamente perfectos, ya sea en lo que afecta al rostro como cuando se trata de una estatua, con un cuerpo atlético, lo que podemos inferir de la espalda del busto.
Sobre quién fue Antinoo se sabe poquísimo, algo más solo que sus imágenes tenían el propósito de compensar una ausencia y que su representación, ecléctica, puede tener más de un rostro; en Roma ahora se puede ver dos. Javier Alonso_EFE

IMAGEN: Fotografías facilitadas por el Museo Nacional Romano en Palazzo Altemps, de la reconstrucción de un busto de Antinoo, el amante del emperador romano Adriano, hecho a partir del conservado en el Museo Altemps de Roma y con la incorporación del rostro, que pertenece al Art Institute de Chicago y que formaba parte de la obra original. EFE