carta autógrafa, Cervantes

A Simancas (Valladolid) y a Filadelfia (EEUU) les separan 6.000 kilómetros, aunque les une Cervantes y ahora un documento autógrafo del autor de “El Quijote” gracias a un descubrimiento, la misiva que conserva la ciudad estadounidense está mutilada, pero su otra mitad está en el histórico archivo español.

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carta autógrafa, Cervantes

En un lugar de Madrid, un editor, Dionisio Redondo, de Círculo Científico-Taberna Libraria, quiso conmemorar el IV centenario de la muerte del genial escritor, que se cumple el año que viene, con una obra especial que recogiera en facsímil los doce autógrafos que se conservan de Cervantes y que él firmó como Cerbantes, así, con b, como se hacía en la época.

Para ello, quiso contar con tres inestimables colaboraciones, tal y como explica este editor: la catedrática emérita de Paleografía y Diplomática Elisa Ruiz; el miembro de la Real Academia de la Lengua y catedrático de Filología Latina Juan Gil, y la grafóloga Sandra Ferro.

Doce manuscritos auténticos

Se sabía que de Cervantes sólo se conservaban doce autógrafos -que así se llaman estos manuscritos-, correspondientes a otros tantos documentos, la mayoría de ellos relacionados con su actividad profesional de recaudador de impuestos, como relata Elisa Ruiz.

Por desgracia -coinciden Redondo y Ruiz-, ninguno de sus textos literarios se conservan manuscritos, pero al menos, como han constatado especialistas como la propia Elisa Ruiz, estos doce son auténticos, porque muchos otros que circulan desde del siglo XIX no lo son.

Los manuscritos en cuestión están escritos o firmados de “su puño y letra” y repartidos entre el Archivo General de Simancas, Carmona (Sevilla), Madrid y en la Rosenbach Museum de Filadelfia, donde se encuentran tres de ellos, desaparecidos de España en el siglo XIX y, probablemente, sustraídos de Simancas en la invasión francesa o traspapelados intencionadamente.

Sí se sabe, relata Ruiz, que a finales del siglo XIX se encontraban en París en manos de un bibliófilo que lo compró y desde 1934 se encuentran en esa biblioteca del estado de Pensilvania. Para poder editarlos en facsímil, los promotores de la iniciativa se pusieron en contacto con la entidad de Filadelfia y Elisa Ruiz se dio cuenta de que uno de los tres autógrafos estaba incompleto.

El puzle de la carta cervantina

Eso sí, quien en su día se hizo con ese trozo de carta eligió bien el pedazo, porque se quedó con la parte en la que se estampa la firma del autor de la obra maestra del Siglo de Oro español. Ni corta ni perezosa, Elisa Ruiz, quien agradece la colaboración que para su misión le prestó Isabel Aguirre, jefa de Referencias del Archivo de Simancas, se trasladó a esta base documental. Su experiencia y pericia, aderezada con una pizca de suerte, le permitieron descubrir la parte de la carta que encajaba perfectamente con la mitad que conservan los estadounidenses.

A Ruiz no le cabe duda de que ambas partes se complementan, que son absolutamente auténticas y que, como el resto de las que se conservan de Cervantes, permite conocer un poco más de la vida y personalidad del autor de “El Quijote”.

El contenido de los autógrafos

Tenía Cervantes 34 años cuando escribió el primero de estos doce autógrafos que Dionisio Redondo ha querido hacer públicos en una lujosa edición especial. En esa primera misiva, explica Ruiz, Cervantes se dirige al secretario de Felipe II para pedirle una recomendación y poder irse a Indias a trabajar. “Es muy interesante porque revela que Cervantes quería irse de España, como ahora pasa con muchos jóvenes en paro”, resalta la paleógrafa.

Quizá sea esta la misiva más personal, humana y “conmovedora”, dice Ruiz. El resto de autógrafos, que escribió hasta pasados los 50 años, incluido el de Filadelfia, trata sobre todo de su actividad como recaudador de impuestos y su paso por localidades andaluzas y manchegas recaudando grano y aceite a los propietarios.

En esas cartas, Cervantes refleja sus problemas con la administración, que a veces le acusaba de no llevar bien las cuentas. De hecho, estuvo en prisión por ello. Los autógrafos recopilados ahora muestran también la evolución de la firma del escritor con el paso del tiempo, una letra “más desmañada y descuidada” durante su paso por la cárcel, y “pinceladas biográficas” en las que descubre que estaba escribiendo La Galetea.

Su lado más humano se plasma en una carta donde defiende a uno de sus auxiliares, acusados por la administración. Cervantes da fe de que es buena persona. En la última de las cartas recogidas por Dionisio Redondo, el escritor se limita a firmarla y es su editor el que la escribe para solicitar licencia o “privilegio” por 20 años para los derechos de “El Quijote”.

Y la respuesta de la administración viene a decir que se trata de una obra entretenida muy interesante que, incluso, le puede venir bien al Gobierno, comenta Ruiz. Simancas y Filadelfia, separadas por el océano. Una carta del inigualable Cervantes las une. ¿Podrán unirse también los dos pedazos?.  EFE_Sagrario Ortega

 

IMAGEN:  Documento autógrafo de Miguel de Cervantes que conserva la ciudad estadounidense de Filadelfia (dcha), y su otra mitad que está en el histórico archivo español de Simancas (izq). EFE