Las técnicas ancestrales en la elaboración de textiles como el hilado de pluma torcida aún persisten gracias al trabajo de artesanos como el del oaxaqueño Román Gutiérrez Ruiz, quien se ha dado a la tarea de recuperar este proceso que había desaparecido en los últimos 250 años.

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Durante el I Encuentro de Conservación de Arte Plumario, organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), a través de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM), el artista de los textiles oriundo de Teotitlán del Valle, Oaxaca, habló sobre el rescate de una tradición milenaria, su técnica y los materiales que en ella se utilizaban. Así, el artesano explicó que la técnica del hilado de pluma torcida es un método prehispánico en el que dos hilos de algodón se tuercen juntos para sostener el plumón; con ello, al dar vuelta a la especie de rueca que en esa época utilizaban, se va creando el hilo con el que se diseñaban los tejidos plumarios que no se habían visto desde la antigüedad.

Heredero de una tradición ancestral:

Román Gutiérrez inició su actividad textil a los 10 años, gracias a la guía paterna en la tradicional técnica de zarape utilizada en Teotitlán del Valle. Su curiosidad le llevó a querer ir un paso más allá, por lo que visitó bibliotecas, salas de lectura y videotecas, en busca de diseños que le inspiraran. Así, halló su musa en los códices. “En ellos vi la vestimenta de los ancestros, y a partir de ahí nació mi inquietud por intentar reproducir, lo más fielmente posible estas piezas”, dijo. Apoyado por una rueca, ejemplificó la manera de hilar una pieza a partir de la pluma como materia prima, a la par que mencionaba las dificultades a las que se ha enfrentado.  “Para recuperar esta técnica me he topado con problemas como el teñido; algunos de los materiales que nuestros ancestros utilizaban no se pueden conseguir, por lo que tratamos de suplirlos con otros que nos den un aproximado en cuanto al acabado”, detalló el artesano.

Otro reto al que se enfrentó fue que el plumón, al mojarse, disminuye drásticamente su volumen, pero tras  una búsqueda consiguió restaurarlo con una secadora de pelo de alta potencia.  “Soy uno de los artesanos que le gusta compartir lo que he investigado y realizado. Uno de los peores errores que de uno es querer llevarse el conocimiento a la tumba”, afirmó el único artesano que trabaja con la mencionada técnica en la región, porque la mayoría lo hace con urdimbre de lana. El arte plumario tuvo apogeo entre finales del siglo XVI y principios del XVII. En la actualidad, el Museo Textil de Oaxaca se ha interesado en técnicas como la de la pluma torcida.

El manto emplumado

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En la actualidad, en México se conocen únicamente cinco textiles emplumados pertenecientes a la época colonial, entre ellos el llamado Manto de San Miguel Zinacantepec, que forma parte de la colección del Museo Nacional del Virreinato. Sobre esta pieza considerada tesoro del arte plumario, por estar elaborada con la técnica de hilo emplumado,  verso la ponencia de la restauradora Mariana Almaraz Reyes bajo el título La pluma en los textiles. Estudio y conservación del manto emplumado de San Miguel Zinacantepec. Siglo XVII.

No en vano, Almaraz fue la responsable de la investigación para preservar esta pieza textil elaborada con un método utilizado desde la época prehispánica y que perduró hasta el virreinato. Indagó con técnicas y análisis especializados la historia del manto, su significado iconográfico, su uso y su función, así como los materiales constitutivos, con miras a entender el deterioro que tenía y proponer una restauración fundamentada, que no dañara y respetara los valores que tiene el textil.  “El manto fue utilizado a manera de tapiz; lo mandó hacer un cacique de la región, en el siglo XVIII, para que, a manera de un colgante, mostrara su linaje y el reconocimiento de la Corona española. En el centro tiene un águila bicéfala coronada que históricamente ha tenido varias connotaciones, una de ellas podría aludir al emblema real de los Habsburgo; una segunda interpretación dice que es el ave del mito fundacional otomí”, explicó la investigadora.

Con 1.80 metros de alto y 2.40 de ancho, la obra textil fue creada a partir de la unión de tres piezas, ya que, de acuerdo con Mariana Almaraz, en el telar de cintura no es posible hacerlo con grandes proporciones, el máximo son 70 centímetros. La técnica consiste en ir hilando el algodón e incorporarlo al plumón, para que quede una fibra totalmente afelpada que será utilizada como trama al momento de tejer un textil. Del manto se tomaron muestras de las fibras; en tanto, los plumones se compararon para indagar de qué especie provenía la pluma, se comprobó que fue de Cairina moschata, especie de pato domesticado desde la época prehispánica. El Seminario-Taller de Restauración de Textiles de la ENCRyM lleva más de 10 años investigando la técnica de la pluma hilada. Hasta ahora, se han restaurado y conservado cuatro textiles, uno de ellos fue el de Zinacantepec.

IMÁGENES: Fotografías facilitadas por el INAH del manto emplumado de San Miguel Zinacantepec, que forma parte de la colección del Museo Nacional del Virreinato del INAH, así como de su proceso de restauración. Foto Manuel Curiel