Este año se celebra el V Centenario de la expedición de la primera vuelta al mundo de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano, un acontecimiento que ha sido declarado de interés público por el Gobierno de España.  Y no es baladí, pues hablamos de 5 siglos atrás donde los utensilios de navegación no estaban lo suficientemente desarrollados para un trayecto de tal envergadura. Una odisea digna de epopeya y que supuso a posteriori numerosos avances científicos más allá del hito histórico.  

Canal Patrimonio_ Camilo Vázquez Bello

El mundo de los descubridores y de los exploradores ha sido fuente de sueños en todas las épocas. Era gente que casi nunca moría en su cama, unas veces lograba una hazaña y otras marcaba los caminos a los que le seguían. Incluso de vez en cuando se rompía el tópico de los fracasos: en la llegada al Polo Sur son tan conocidos los que fracasaron con honores como quien lo logró por primera vez. Y los avances tampoco nos son lejanos: tuvimos que llegar a mediados del siglo XX para pisar el Polo Norte, o para empezar a coronar las cumbres montañosas de ochomiles, prácticamente de forma paralela a lo que se ha llamado la conquista del espacio.

Retrocediendo en la historia, el final del siglo XV y el comienzo del XVI estuvieron marcados por las expediciones marítimas. Muy poco después del descubrimiento de América, Vasco de Gama llega a la India por el Índico en 1498, en lo que fue la navegación oceánica más larga hasta la fecha, y con esta nueva ruta resurge el comercio de las especias, que había sido bloqueado por el imperio otomano tras la caída de Bizancio.

El proyecto de Fernando de Magallanes era atrevido: pretendía buscar un paso hacia la región de la Especiería por América, que se consideraba, a tenor de los mapas de la época, una masa que recorría el planeta de norte a sur. Si la empresa triunfaba, se sortearía el Tratado de Tordesillas y se accedería a una gran fuente de riquezas que hasta el momento monopolizaban los portugueses.

Tras el rechazo de sus planes por el rey de Portugal, convenció a Carlos I y, con la expectativa de ser gobernador y adelantado de todas las tierras que descubriese, según lo pactado en las Capitulaciones de Valladolid, se arma la expedición, financiada por comerciantes burgaleses. Cinco naos y doscientos treinta y nueve hombres partieron de Sevilla el 10 de agosto de 1519.

“Intenta representártelos partiendo en sus frágiles barcas de pescador hacia lo desconocido, ignorantes de los derroteros, perdidos en lo infinito, continuamente expuestos al peligro, al capricho de las inclemencias del tiempo y a todas las torturas de la escasez.”  (Stephan Zweig, “El hombre y su gesta”).

Retrato Juan Sebastián Elcano.© BNE

El 6 de septiembre de 1522, una de las naos de la expedición, la Victoria, comandada por  Juan Sebastián Elcano, arribaba a las costas andaluzas al cabo de tres años de aventuras increíbles, junto a 17 supervivientes. Por primera vez se había dado la vuelta al mundo, y se habían recorrido todos los continentes habitados. En su famosa carta al rey tras su llegada, para pedirle que interceda por la liberación de algunos de los navegantes que habían sido apresados en Cabo Verde, escribe: “más sabrá Vuestra Majestad que aquello que más debemos estimar y tener es que hemos descubierto y dado la vuelta a toda la redondez del mundo, que yendo para el occidente hayamos regresado por el oriente”. No era esta la intención inicial, y se discute si hubiera sucedido así de sobrevivir Magallanes, que había sido muerto en Filipinas en 1521, o si él hubiera intentado el tornaviaje por donde habían venido -que se demostró impracticable por los vientos y mareas-.

Culminaba así una epopeya, porque no podemos llamar de otra manera a tres años plagados de aventuras, descubrimientos, traiciones, padecimientos e incertidumbre. No es tan fácil imaginarse cuáles eran las cartas con las que se jugaban esas partidas inciertas: unos mapas que reflejaban lo que se sabía en aquel momento, que no ayudaban mucho; instrumentos de navegación más que rudimentarios; unas embarcaciones endebles y vulnerables; unas condiciones de vida precarias, empezando por el almacenamiento de provisiones, así como  hacinamiento, enfermedades, tormentas… Lo difícil era sobrevivir.

Además de descubrir una nueva ruta comercial, la expedición tuvo una enorme influencia en el conocimiento científico, incluida la botánica, zoología, o la cosmografía; en las artes de la navegación, la gastronomía, cartografía, etnografía… Imposible agotar todos los aspectos que cambiaron a partir de ese viaje, que se ha descrito como el primer hito de la globalización.

Un artículo de Camilo Vázquez Bello, Subdirector General de Cooperación y Promoción Internacional de la Cultura

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