Del conglomerado de reinos medievales que configuraban la Península Ibérica, el leonés, es uno de los más desconocidos y olvidados. En torno al Esla, el río que da nombre a la Asturias histórica, nace gracias a la expansión de la Reconquista de este reino que toma el relevo de los monarcas establecidos en Oviedo. León, la nueva capital, donde se asentó la Legio VII romana, se convierte en un faro que irradiará hacía el sur su vigorosa cultura, una lengua propia y una religiosidad de la que nos quedan como testimonio algunos monasterios que abrazan el curso del río hasta el Duero.

Canal Patrimonio_ Maximiliano Barrios Felipe

Luz equinoccial. Santa Marta de Tera

Alfonso III el Magno fue el monarca que estableció a finales del siglo IX un cordón de seguridad lo suficientemente sólido como para que se iniciara un proceso repoblador que traspasará las montañas de Asturias hacía el sur expandiéndose de este a oeste hasta llegar a la línea del Duero, la frontera natural por excelencia con el islam que durante muchos años la historiografía marcó como “finisterre” cristiano. Para tal empresa no bastó con los foramontanos sino que necesariamente tuvo que contar con un amplio aporte proveniente del mismo Al-Ándalus.

Los mozárabes que habían vivido con relativa normalidad la expansión del islam, gracias a la importancia de su población, comenzaban a sufrir a mediados del siglo IX la intolerancia de las élites en el poder que buscaban atajar la disidencia religiosa e incluso la creciente oposición de las minorías judía y cristiana.

Dos causas precipitarían la emigración al norte de los mozárabes. Por una parte, los sucesos acontecidos en Toledo y Córdoba que llevan al martirio a un buen número de cristianos; por otra el avance cristiano que facilitará el asentamiento al norte de la línea del Duero de estas poblaciones. Las revueltas antes mencionadas hicieron que el emir Al-Hákam I llevará a cabo una dura política represiva que desembocó en la conocida “noche toledana” que, a caballo entre la leyenda y la realidad, sí que muestra el estado de las cosas a finales de la octava centuria. También en Córdoba se desarrolla un movimiento de afirmación del cristianismo desde una militancia combativa que lleva a la prédica contra el islam con San Eulogio a la cabeza, lo que arrojará al martirio y al destierro a un importante número de población mozárabe. Cerca de 20000 familias fueron expulsadas al Norte de África según las crónicas, mientras miles de ellos no tuvieron tanta suerte y fueron ajusticiados.

En el norte peninsular se produce en el 878 la batalla de la de Polvoraria en la confluencia del Órbigo con el Esla, gracias a ella las huestes del incipiente Reino de León consiguen una aplastante victoria que les permitirá reducir los sobresaltos en la frontera y poder afrontar una política repobladora que sólo se verá amenazada un siglo más tarde con las razias de Almanzor.

Río Esla

La avanzadilla se escenifica como siempre en las fundaciones monásticas que se suceden alimentadas por el aporte mozárabe, contribuyendo con una revitalización cultural fruto de una sociedad más avanzada que había sabido mantener en el sur la tradición hispano-visigoda. Si en un principio los mozárabes estaban poco “contaminados”, con el transcurrir del tiempo llegarán cristianos más arabizados que introducirán algunos de los modos constructivos del islam. Esta mixtura definirá un estilo que se afianzará en las márgenes del Esla hasta la llegada de Alfonso VI y los monjes cluniacenses en el siglo XI de los que surgirá el nuevo estilo románico.

Modelos visigodos que entroncan con la tradición tampoco faltarán en el Esla; casi donde éste se entrega al Duero se encuentra San Pedro de la Nave (Zamora), iglesia de lo que fue uno de los últimos monasterios visigodos construidos antes de la llegada de los musulmanes. Trasladada de su emplazamiento original debido a la construcción del pantano de Ricobayo en los años 30 del pasado siglo, su fábrica es una simbiosis de elementos presentes en otros testimonios visigodos, si su estructura arquitectónica lo emparenta con Santa Comba de Bande, su ornamentación escultórica lo acerca a Quintanilla de las Viñas. En todo caso su presencia en las nuevas tierras repobladas entroncaría con el pasado que tanto añora Alfonso III, embarcado en la idea de legitimar su legado uniéndolo a la sociedad goda; aunque el reino de León toma carta de naturaleza con su hijo Garcia I en el 910, en realidad ya subyace la idea de un reino hereditario afianzado en torno a la ciudad de León. Como afirmaba el historiador agustino Manuel Risco “León fue conquistadora y restauradora del reino de los godos”.

Del origen monástico de este templo no parece haber duda y la compleja disposición de las estancias en planta denota una compartimentación entre la comunidad religiosa y los fieles. Es en los cuatro capiteles del crucero donde se halla la escultura de mayor calidad que ha dado el arte visigótico, destacando el sacrificio de Isaac y Daniel en el foso de los leones, que conforman un ciclo iconográfico adaptado al espacio que ocuparía el común.

Monasterio de Santa María de Moreruela (Zamora)

Los asentamientos mozárabes pronto darán sus frutos y aguas más arriba, sobre cimentos visigóticos, se levantará el monasterio de San Miguel de Escalada (León); fundación enmarcada en ese proceso por el cual el monacato vino no sólo a afianzar la población sino también a generar nuevas fuentes de riqueza. Es bien sabido, gracias a la documentación que ha llegado hasta nuestros días, la enorme proliferación de este tipo de monasterios que se convirtieron en grandes centros de producción, permitiendo la revitalización económica necesaria para fijar nuevos asentamientos. La ausencia de un mayor número de restos que atestigüen esta presencia puede deberse a muchas causas, pero no es descartable lo efímero de estas fábricas consistentes en adobe y madera. Sólo las iglesias se ennoblecieron con materiales reaprovechados de la época anterior, tanto del mundo romano como visigodo, ejemplos como San Miguel corroboran esta idea.

En el 913 el templo fue consagrado por el obispo de Astorga Genadio, protagonista anteriormente de la construcción de Santiago de Peñalba. Fue Alfonso, un abad de procedencia mozárabe, el que junto a otros seguidores huidos de Córdoba reconstruyeron el cenobio. La historia constructiva delata grandes cambios que no cambiaron en lo sustancial el edificio original, conservándose su particular estructura orientalizante, con un espacio interior diáfano interrumpido por los canceles que aíslan la cabecera mediante el iconostasio típico de la liturgia mozárabe. Al exterior lo que define su imagen más reconocible es su pórtico. Articulado en una serie de arcadas levantadas en dos fases, parece anteceder las galerías porticadas que tanto éxito tuvieron en nuestro románico, de esta época es su robusta torre.

Una torre románica de origen semejante podemos verla en la iglesia de Santa María de Tábara (Zamora), ya que ésta se asentó sobre una previa mozárabe representada en el famoso Beato de Tábara. Del monasterio original de San Salvador apenas nos ha llegado nada, posiblemente arrasado por Almanzor sólo restan de aquella época un arco de herradura y parte de la base de la torre. Sobre sus escombros se construyó en estilo románico el actual templo consagrado en 1137, aunque hoy en día se encuentra muy modificado.

Un artículo de Maximiliano Barrios Felipe, historiador de la Fundación Santa María la Real del Patrimonio Histórico y  coordinador del portal Románico Digital

 

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