ES*  La Colegiata de Toro está asentada en el borde meridional de la plataforma donde se ubica el caserío, dominando el curso del Duero y toda su vega. También conocida como iglesia de Santa María la Mayor, ocupa el punto central del segundo recinto amurallado que desciende desde el Alcázar y la plaza de la Magdalena hasta el puente sobre el río.

PT*  A Colegiata de Toro situa-se no extremo sul do planalto onde se encontra a cidade de Toro, na província espanhola de Samora, a dominar o curso do Douro e toda a sua planície fértil. Também conhecida como igreja de Santa María la Mayor, a Colegiata ocupa o ponto central do segundo recinto amuralhado que desce do Alcácer e da Praça da Magdalena até a ponte sobre o rio.


Canal Patrimonio Flumen Durius

ES*  La donación realizada por el rey Alfonso VII de la villa de Fresno en 1139 a la iglesia de Santa María “que fundatur in Tauro”, revela la intención de erigir un templo. A pesar de esto no se tiene ningún indicio de que se edificara algo por estos años. Es posible que ello sea debido al momento de inestabilidad inicial tras el restablecimiento de la diócesis zamorana, producido en 1121 bajo el episcopado de Bernardo de Périgord. Resulta curioso que sólo cuando se consolidó la restauración diocesana, confirmada por parte del Papa Eugenio III en 1151, el obispo Esteban acometiera la empresa de iniciar y acabar la catedral de Zamora y, próxima a concluirse, se plantease el proyecto de la iglesia mayor de Toro.

Tales acontecimientos sucedieron en un momento de crecimiento de la ciudad, impulsado por Fernando II, posterior a la separación de los reinos de León y Castilla. Por todo ello y por las características que presenta, el planteamiento de la colegiata se debió realizar hacia 1170.

La colegiata de Santa María la Mayor de Toro es uno de los monumentos más emblemáticos del románico zamorano, sobre todo por su calidad y por sus filiaciones con la catedral de Zamora. Su traza está inspirada directamente en la seo zamorana, aunque con leves variantes. Una de ellas se puede ver en el tratamiento de los hastiales del crucero, con contrafuertes de escaso relieve que no cumplen una función tectónica, quedando interrumpidos por el lento transcurso de las obras. Éstos se integrarían en una cornisa de arquillos volados sobre canecillos, como los de los aleros. Otra diferencia evidente es el acortamiento de las naves en un tramo, impuesto forzosamente por el terreno donde se sitúa. En cuanto a su anchura se iguala con la catedral de Ciudad Rodrigo, debido al espesor de los pilares, que preveía originalmente bóvedas de ojiva para la nave central y de arista para las laterales, como en la catedral de Zamora. En este caso se han utilizado pilares cruciformes en vez de sección cuadrada.

Otro rasgo interesante del proyecto original es la torre, ubicada al Norte de la puerta de los pies. Fue retocada a comienzos del siglo xvi en sus partes altas, rehaciéndose por segunda vez los dos cuerpos de campanas en el xviii, bajo la dirección de Simón Gavilán y Tomé.

Arquitectura

La colegiata de Toro está compuesta por tres naves, con el mismo número de tramos, un crucero que sobresale levemente en planta, como en Zamora, y cabecera tripartita precedida de tramos rectos presbiteriales. Los tres ábsides se cubren con bóvedas de cuarto de esfera y los presbiterios con medio punto, en los laterales, y de cañón apuntado, en el central. Rematan en el exterior con arquillos de medio punto de progenie poitevina, sobre canecillos piramidales idénticos a los de una serie de la catedral de Zamora.

En los ábsides laterales hay sendas ventanas, formadas por arcos de medio punto soportados por capiteles de hojas gruesas. Su sencillez contrasta con la del ábside central, realzándole de este modo. Éste se articula con doble arquería y cuatro columnas adosadas que enlazan su gran zócalo con el tejaroz, rematadas por capiteles escotados como los de la fábrica catedralicia. Tres aspilleras se abren en la arquería superior, estando restauradas dos de ellas tras haber sido agrandados sus vanos en el siglo xviii, abriéndose otro en uno de los arcos ciegos, mutilando seis capiteles de las columnas dispuestas a sus flancos. En los restos de las cestas dañadas se puede advertir a un hombre alanceando a un cuadrúpedo al que un perro acomete por detrás, la Epifanía y la Santa Cena. La serie se completa con otros dos capiteles historiados, uno con un caballero alanceando a un pequeño dragón antropomorfo en presencia de una princesa, y otro con un jinete que clava su espada en un oso.

El resto de capiteles son de temática vegetal, de hojas rematadas en volutas, minuciosamente retalladas o lisas. Lo mejor de este variado repertorio es obra del escultor que talló los cuatro de la embocadura de la capilla mayor, de gran tratamiento y donde aparecen Daniel en el foso de los leones, el tema del caballero que se despide de su dama, parejas de leones entre tallos vegetales y motivos florales. Su estilo entronca con los del claustro de la Catedral Vieja de Salamanca y con los del primer maestro de la catedral de Ciudad Rodrigo.

Influencias

La portada norte presenta un elegante diseño que imita a la entrada sur de San Juan de Zamora. En 1932 fue objeto de una restauración que afectó a basas y columnas, que se remataban con capiteles con collarino de motivos florales a los que se sobrepusieron aves, dos centauros alanceados por otros tantos caballeros, la Anunciación y la Visitación. Tiene tres arquivoltas, la exterior con una representación de Cristo en la clave, llevando un libro abierto con la izquierda y mutilado en la diestra, con la que bendeciría, flanqueado por la Virgen y San Juan en actitud de bendecir. A los lados se sientan los veinticuatro ancianos del Apocalipsis, tocados con coronas reales y tañendo instrumentos musicales. En la arquivolta central se suceden cogollos a modo de alcachofas entre largas hojas extendidas y con rizos en las puntas, muy parecidas a las que aparecen en el Palacio Gelmírez de Santiago de Compostela. Por último, en la interior hay otra manifestación de Cristo, bendiciendo y de pie, al que rinden homenaje catorce ángeles con incensarios y navetas. Angelitos tenantes se disponen en los lóbulos del arco de ingreso. Este magnífico conjunto se debe a un escultor seguidor del maestro Mateo.

La portada sur o del Espolón está compuesta con tres arquivoltas apuntadas, con molduración de baquetones y con botones, rosetas y cintas de pedrería entrelazadas, correspondientes a la segunda fase. A la primera responden los flancos acodillados, con tres columnas a cada lado.

Lo indicado hasta aquí corresponde a la primera campaña constructiva, que cronológicamente se desarrollaría más allá del reinado de Fernando II de León. En ella quedarían acabados los ábsides y la capilla mayor. En este momento se alzaron los muros orientales del crucero, con las hiladas iniciales de las bóvedas de cañón y las partes inferiores de los muros y pilares. El abovedamiento de la capilla mayor, de cañón apuntado, las ventanas de doble arco apuntado con leve derrame y su tejaroz de arquillos trilobulados sobre modillones que se extienden por los brazos del crucero, evidencian una dependencia del primer maestro con los patrones de la catedral de Zamora.

El cimborrio de la Colegiata desde el Arco del Reloj. Foto: Santiago López-Pastor.

La segunda fase se realizaría dentro del primer tercio del siglo XIII. A ella corresponderán las arquivoltas de la puerta meridional y el cerramiento de los primeros tramos de las naves laterales con cubiertas góticas sobre arcos agudos y doblados. Resulta curioso el descuidado acoplamiento de las bóvedas con elementos sustentantes que carecían de responsiones para recibir las nervaduras. Otras impericias se pueden ver en la unión de los muros con la nave transversal, en la deficiente ejecución del rosetón del hastial norte, en la bóveda de cañón apuntado de su brazo meridional y en la disposición a distintos niveles de los torales del crucero.

El cimborrio

La interrupción de las obras se puede apreciar en los cortes verticales de los muros, y en las diferentes marcas de cantero que siguen a continuación del paño. La reanudación de los trabajos vendría durante el reinado de Fernando III, a partir de 1230, hasta la conclusión de la fábrica del templo. En este tercer periodo se levantaron los muros foreros y los pilares, sin eliminar los contrafuertes de la primera campaña. También se siguieron los arranques de las bóvedas del crucero conformando unas pechinas de gran concavidad, sobre las que se levantó un monumental cimborrio de mayores dimensiones que los de sus predecesores en Zamora y Salamanca. Presenta alguna diferencia respecto a los otros, como la supresión de los frontoncillos y los gallones.

Del mismo momento que el cimborrio es la portada occidental y su pórtico. Éste último está concebido sobre dos pilares de similar composición a los del interior. Flanqueando la entrada, aparecen sendas parejas de semicolumnas adosadas a sus frentes occidentales para recibir un abovedamiento de ojivas. La portada muestra una cierta magnificencia, sobre dos órdenes de siete columnas a cada lado, en una ordenación que recuerda a la portada de los pies de San Vicente de Ávila. Una tupida decoración inunda los plintos, así como las jambas y traspilares. Se usan motivos como los círculos secantes, cintas entrelazadas, mascarones, flores y hojas palmiformes, de gran tradición románica, y otros que anuncian el espíritu gótico a base de ramas, frutos de vid y figuritas. Los capiteles son de gran elegancia y en ellos se representan escenas de la infancia de Cristo (Epifanía, Matanza de los Inocentes y Jesús entre los Doctores) y otras de temática diversa, como uno que representa a parejas de dragones y otro de tema burlesco o moralizante, con un burro que ha sucumbido al peso de la carga y dos hombres con capucha que le intentan levantar tirándole de las orejas y el rabo.

La fábrica de la torre no se concluyó hasta el reinado de Sancho IV y María de Molina. Un maestro formado en la catedral de León realizaría las esculturas de Daniel e Isaac en estilo gótico. Además, también ejecutaría los capiteles de los soportes inacabados y los tenantes de la repisa embutida en la torre.

Pórtico de la Majestad. Foto: Jacinta Lluch Valero

La culminación de la portada ya es claramente gótica. Se acrecentó con otro cuerpo de columnas y chambranas para alojar ocho grandes esculturas, con parteluz, dintel, tímpano y siete arquivoltas, en las que se desarrollaron dos programas iconográficos dedicados a la glorificación de la Virgen y al Juicio Final. Los rasgos estilísticos que presenta la escultura denotan la actuación de dos maestros íntimamente ligados con la fábrica de la Pulchra Leonina. Interesante también es la policromía conservada de la misma, debida a Domingo Pérez, pintor de Sancho IV.

Dentro del conjunto arquitectónico de la colegiata, el cimborrio constituye, junto con ese juego de volúmenes sabiamente armonizados entre los ábsides, y el crucero el tercer testimonio de este tipo de construcción que se había iniciado en Zamora, siendo un émulo del de Salamanca pero con desproporcionadas dimensiones y sin la cubierta de piedra. Muy interesante es la portada meridional románica y la portada occidental, aunque ésta ya pertenezca al pleno gótico.

PT*  Existe um documento pelo qual se sabe que no ano de 1139 o rei Alfonso VII doou a vila de Fresno, localizada onde hoje é a província espanhola de Samora, para a igreja de Santa María que viria a ser construída na cidade de Toro: “que fundatur in Tauro“, diz a doação, a revelar a intenção de erigir um templo nesta localidade na beira do rio Douro. Apesar disso, não há indícios de que algo tenha sido construído ainda nesses anos. Eram tempos de grande instabilidade na Diocese de Samora (da qual depende Toro), em função do seu então recente reestabelecimento, em 1121, sob o bispo Bernardo de Périgord, após a Reconquista. É curioso que somente quando tenha se consolidado a Diocese, confirmada pelo Papa Eugênio III, em 1151, o bispo Esteban tenha iniciado e terminado a Catedral de Samora e, somente perto de concluí-la, tenha projetado a igreja maior de Toro.

Esses eventos ocorreram num momento de crescimento da cidade, impulsionado por Fernando II, após a separação dos reinos de Leão e Castela. É por isso, e pelas características que possui, que acredita-se que a construção da Colegiata deva ter sido realizada por volta de 1170.

A igreja de Santa María la Mayor de Toro é um dos monumentos mais importantes do românico samorano, especialmente pela sua qualidade e suas semelhanças com a Catedral de Samora. Seu desenho é inspirado diretamente na Sé de Samora, embora com pequenas variações. Uma delas pode ser vista no tratamento das empenas do transepto, com pequenos contrafortes de alívio sem uma função tectónica real, já que foram interrompidos pelo curso lento das obras. Esses contrafortes seriam integrados em uma cornija de arcos suportados por mísulas, como as dos beirais. Outra diferença óbvia é o encurtamento das naves numa secção, imposta necessariamente pela superfície onde está localizada. No que diz respeito à sua largura, é similar à Catedral de Ciudad Rodrigo (província de Salamanca), devido à espessura dos pilares, inicialmente previstos para suportar abóbadas de canhão apontado na nave central e de aresta nas laterais, como na Catedral de Samora. Nesse caso, foram usados pilares cruciformes ​​em vez de um corte quadrado.

Outra característica interessante do projeto original é a torre, localizada do lado norte da porta que fica aos pés da Colegiata. Foi retocada no início do século XVI em suas partes superiores e os corpos sineiros foram reconstruídos pela segunda vez no século XVIII, sob a direção de Simón Gavilán e Tomé.

A Colegiata de Toro é composta por três naves, com o mesmo número de secções, um transepto que se destaca ligeiramente na planta, como a da Catedral de Samora, e uma cabeceira tripartida precedida por trechos de presbitério reto. As três absides são cobertas com abóbadas de um quarto de esfera. Os presbitérios também são cobertos com abóbadas de meio ponto nas laterais e de canhão apontado no centro. No exterior, estão rematados com pequenos arcos de volta inteira de origem poitevina (França), sobre mísulas piramidais idênticas às de uma série da Catedral de Samora.

Nas absides laterais há duas janelas, formadas por arcos de meio ponto apoiados em capitéis de folhas grossas. Sua simplicidade contrasta com a da abside central, o que a valoriza. A abside é articulada numa dupla arcatura e quatro colunas anexas que ligam sua base com um beiral encimado por capitéis ameiados como os utilizados nas obras da Catedral.

Três seteiras aparecem na arcada superior, duas das quais foram restauradas depois que suas aberturas foram ampliadas no século XVIII. Uma outra foi aberta num dos arcos cegos, mutilando seis capitéis das colunas dispostas em seus flancos. Nos restos das cestas danificadas, um homem pode ser visto espetando um quadrúpede ao qual um cão ataca pelas costas. Também podem ser vistas imagens da Epifania e da Santa Ceia. A série completa-se com dois outros capitéis historiados, um com um cavaleiro que alanceia um pequeno dragão antropomorfo na presença de uma princesa, e outro com um cavaleiro que crava sua espada num urso. O resto dos capitéis são de temática vegetal, com folhas terminadas em volutas meticulosamente talhadas ou lisas. O melhor desse repertório variado é o trabalho do escultor dos quatro capitéis da entrada da capela-mor. Num deles, Daniel aparece na cova dos leões, em outro, um cavaleiro despede-se da sua dama, um terceiro mostra casais de leões entre hastes de plantas e, finalmente, um quarto, que apresenta motivos florais. Seu estilo se conecta com os do claustro da antiga Catedral de Salamanca e os do primeiro mestre da Catedral de Ciudad Rodrigo.

A portada norte apresenta um desenho elegante que imita a entrada sul da igreja de San Juan, em Samora. Em 1932, o espaço passou por uma restauração que afetou bases e colunas, rematadas com capitéis de motivos florais e aves sobrepostas, dois centauros espetados por dois cavaleiros, a Anunciação e a Visitação. Há ainda três arquivoltas, sendo a mais externa com a representação do Cristo no fecho, a carregar um livro aberto com a mão esquerda e mutilado em sua mão direita, com a qual estaria a abençoar, ladeado pela Virgem e São João nesse ato de benção. Nos lados sentam os vinte e quatro anciões do Apocalipse, cingidos com coroas reais e a tocar instrumentos musicais. Na arquivolta central brotam cogulhos como alcachofras entre folhas longas alongadas e com cachos nas pontas, muito similares às que aparecem no Palácio Gelmírez de Santiago de Compostela. Finalmente, no interior há outra manifestação do Cristo, em pé, em posição de benção, sendo homenageado por quatorze anjos com incensários e navetas. Anjos de arrecadação estão dispostos nos lóbulos do arco de entrada. O magnífico conjunto deve-se a um escultor seguidor do Mestre Mateo (autor da Catedral de Santiago).

A cobertura sul ou do Esporão é composta por três arquivoltas apontadas, com molduras de baquetones e folhas decoradas com botões, rosetas e fitas de pedrarias entrelaçadas, correspondentes à segunda fase. À primeira fase correspondem os laterais acantonados, com três colunas de cada lado.

Tudo isso do que já se falou até este ponto corresponde à primeira campanha construtiva, que se desenvolveria cronologicamente para além do reinado de Fernando II de Leão. Nessa fase, as absides e a Capela-Mor estariam já terminadas. Foi nesse momento que as paredes orientais do transepto foram levantadas, com as fileiras iniciais das abóbadas de canhão e as partes inferiores das paredes e os pilares.

Elementos como a abóbada da Capela-Mor, feita de canhão apontando, as janelas de arco duplo apontado e a cornija de pequenos arcos trilobados sobre modilhões que se estendem pelo transepto, mostram uma dependência do primeiro mestre de obras da Colegiata dos padrões da Catedral de Samora.

A segunda fase ocorreria no primeiro terço do século XIII, época a qual correspondem as arquivoltas da porta sul e o fechamento das primeiras seções das naves laterais com telhados góticos sobre arcos ogivais e curvos. Chama a atenção o acoplamento descuidado das abóbadas com elementos de suporte que não tinham capacidade para receber as nervuras. Outros claros sinais de inexperiência podem ser vistos na junção das paredes laterais com o transepto, no fraco desempenho do transepto norte, na execução ruim da rosácea na empena, na abóbada de canhão do braço sul e na disposição a distintos níveis dos arcos torais do cruzeiro.

A brusca interrupção dos trabalhos pode ser notada nos cortes verticais das paredes e nas diferentes marcas de pedreiro que seguem a continuação do aparelho. A retomada do trabalho viria durante o reinado de Fernando III, a partir de 1230, até a conclusão do templo. Nesse terceiro período, os muros de contenção e os pilares foram levantados sem eliminar os contrafortes da primeira campanha. Os inícios das abóbadas do transepto também foram continuados, a formar grandes concavidades pendentes, sobre as quais foi erguida uma cúpula monumental de dimensões maiores que as de seus antecessores em Samora e em Salamanca. Dentre as diferenças em relação aos outros estão a remoção de pequenos gabletes e dos galões.

Da mesma época que a cúpula são o portal ocidental e o seu pórtico. Esse último foi concebido sobre dois pilares de composição semelhantes aos do interior. Aos lados da entrada há dois pares de semicolunas ligadas às suas frentes ocidentais para receber uma abóboda de ogiva. A portada mostra uma certa grandeza, sobre duas ordens de sete colunas de cada lado, num arranjo que remete à portada dos pés da igreja de San Vicente, na cidade de Ávila.

Uma frondosa decoração inunda os plintos, assim como os batentes e traspilares. São utilizados motivos como círculos secantes, fitas entrelaçadas, máscaras, flores e folhas palmiformes de grande tradição românica e outros que anunciam o espírito gótico, a base de ramos, uvas e pequenas figuras.

Os capitéis são de grande elegância e neles estão representadas cenas da infância do Cristo (Epifania, Matança dos Inocentes e Jesus entre os doutores) e outros de temática diversa, incluindo um par de dragões e outro tema burlesco ou moralizante, com um burro que sucumbe ao peso da sua carga e dois homens com capuzes que tentam levantá-lo puxando-o pelas orelhas e cauda.

A construção da torre não foi concluída até o reinado de Sancho IV e María de Molina. Um mestre formado na Catedral de León faria as esculturas de Daniel e Isaac em estilo gótico. Além disso, também executaria os capitéis dos suportes inacabados e os tenantes da borda embutidos na torre.

A culminação do portal é claramente gótica. A ela foi adicionado outro corpo de colunas e chambranas para acomodar oito grandes esculturas com parte-luz, lintel, tímpano e sete arquivoltas. Nessa estrutura foram desenvolvidos dois programas iconográficos dedicados à glorificação da Virgem e ao Juízo Final. As características estilísticas que a escultura apresenta denotam a atuação de dois mestres intimamente ligados à fábrica da Pulchra Leonina (apelido da Catedral de León). Interessante é também a policromia conservada no conjunto e devida a Domingo Pérez, pintor do rei Sancho IV.

Do conjunto arquitectónico da Colegiata de Toro – juntamente com o jogo de volumes sabiamente harmonizados entre as absides e o cruzeiro – a cúpula é a terceira testemunha deste tipo de construção que tinha começado na cidade de Samora, sendo uma réplica da Catedral de Salamanca, mas com dimensões desproporcionadas e sem armação de pedra. Muito interessante é o portal românico da fachada sul e o portal ocidental, embora esse já pertença ao gótico completo.