Nuevo reportaje del historiador y gestor cultural Alejandro Martín López, que en esta ocasión elige un estilo más literario del habitual para adentrarnos en las pequeñas historias que hay tras los grafitos del palacio de La Aljafería de Zaragoza. Como él mismo indica, no se trata sólo de relatar los avatares históricos de este emblemático edificio a lo largo de sus once siglos de vida, sino de conocer su “otra historia”, “su verdad más absoluta“.

Canal Patrimonio_Alejandro Martín López

Juan ha salido a las dos de la tarde del instituto y está feliz. Aunque es pleno abril, la calle está desierta a esas horas porque está diluviando. A él le da absolutamente igual porque por fin, después de varios meses preparándose, la chica que le gusta le ha dicho que será su novia. Se siente el centro del universo, el hombre más grande del mundo. Armado con un compás marca en la pared, haciendo saltar el yeso: “Juan y Sabina 4 de abril de 2018”. Le da igual que esa pared forme parte de un edificio que está catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que sea la catedral de Zaragoza o que ese muro lleve más de cuatrocientos años en el mismo sitio: hoy, esa es su verdad más absoluta. 

Solo en los últimos treinta años la historiografía ha comenzado a prestar atención a los grafitos espontáneos grabados o dibujados en las paredes del Patrimonio Cultural como una documentación histórica valiosísima. Es precisamente la espontaneidad y la procedencia social indistinta de sus autores las que dan tanta importancia a este documento. Están libres de censura, de filtros políticos o religiosos: trasmiten directamente las ideas de sus autores desde el pasado hasta nosotros. 

Un palacio, un castillo, una cárcel, un cuartel y un parlamento

En la misma ciudad donde se desarrollaba nuestra pequeña escena ficticia encontramos uno de los espacios patrimoniales donde más grafitos se conservan en la Península Ibérica. El palacio de La Aljafería es uno de los edificios más interesantes de Zaragoza. No solo por el inmenso valor patrimonial que atesora, sino por los avatares históricos que ha atravesado en sus cerca de once siglos de historia convirtiéndose en un verdadero superviviente.

Entorno a una torre vigía al Oeste de la ciudad de Zaragoza, creció en el siglo XI un pequeño oasis diseñado por los reyes taifales como espacio de recreo y descanso. Tan especial era el palacio, que tras la conquista cristiana el edificio pasó a ser el lugar elegido por los reyes de Aragón para pasar la noche anterior a su coronación. Los Reyes Católicos harían las modificaciones más importantes en el trazado del palacio desde su construcción. Más tarde, durante el reinado de su biznieto, Felipe II, el palacio se convirtió en sede de la Inquisición y de un destacamento militar. 

Como fortaleza también evolucionó de acuerdo al desarrollo de las técnicas bélicas, reforzándose sus murallas, aumentando su foso y dotándolo de baluartes que lo aislasen de la artillería. Aun así fue un espacio clave en diferentes enfrentamientos armados, como en los dos sitios a los que las tropas francesas sometieron a la ciudad durante la Guerra de Independencia.

Como cuartel del Príncipe siguió teniendo inquilinos de uniforme hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando se decidió convertirlo en un edificio abierto a la ciudadanía, como espacio patrimonial y sede de las Cortes de Aragón. 

Un edificio: 1.500 historias

Pero este palacio atesora en su interior miles de historias minúsculas, que nos hablan de las personas que lo habitaron (forzosa o voluntariamente), que lo visitaron o que en cualquier caso quisieron dejar un testimonio de su paso por sus habitaciones. Un total de 1.583 grafitos fueron identificados, catalogados y calcados durante una campaña de más de dos meses de investigación.

Evidentemente muchos de los grafitos localizados tienen que ver con la época en la cual algunas de las dependencias eran parte de la cárcel de la Inquisición primero, y prisión militar después. A ese periodo corresponden cientos de métodos distintos de contar el paso del tiempo.

Y es que el lento paso del tiempo en la celda debía ser uno de los principales problemas de los presos que grababan tableros de damas y otros juegos de mesa en el suelo para entretenerse con sus compañeros mientras esperaban la libertad. Otros ocupaban las horas con caricaturas de soldados y personajes grotescos, tal vez sus carceleros. También hay quien, habiendo pasado gran parte de su carrera militar en el mar, se dedicó a reproducir con minuciosidad milimétrica los más de noventa barcos de vela dispersos por todo el palacio.

Hay en las paredes de las antiguas celdas espacio para la delación de crímenes y también para el arrepentimiento a través de la religiosidad: cientos de cruces y una gran reproducción de la Virgen del Pilar. Incluso las revoluciones políticas tienen su reflejo carcelario, y los ahorcados dejan paso a una guillotina como la que al mismo tiempo se levantaba en la Plaza de la Concordia de París.

La fauna, real y fantástica, haría las delicias de cualquier escritor de ciencia ficción, al encontrar a ciervos, caballos y pavos reales escondidos entre los capiteles del Salón Dorado. El amor tiene hueco en este gran elenco de grafitos. Muchas de la citas amorosas provienen del periodo en que el acceso al palacio estaba menos controlado, y algunas parejas de los años sesenta y setenta escondían sus citas en el torreón que inspirara la ópera de Verdi “El Trovador”.

Curiosamente mientras se calcaban los grafitos de alguna de las zonas abiertas al público de esta torre, alguien se saltó las medidas de seguridad y grabó con un objeto punzante una palabra en árabe en medio del resto de grafitos. Es curioso que el grafito más moderno de La Aljafería vuelva a estar escrito en árabe, como los primeros.

En definitiva, el estudio de los grafitos de un edificio, no solo nos hablan de su Historia durante siglos, sino que sobre todo nos hablan de las historias de las personas que los hicieron; historias que han sido grabadas sin filtros. Son su verdad más absoluta.

Si visitan por primera vez La Aljafería, o incluso si vuelven a visitarla, ármense de la linterna de su teléfono móvil y proyecten la luz al ras del yeso: descubrirán la otra historia de este palacio.

 

IMÁGENES: 1: Vista de La Aljafería y la Torre del trovador desde el foso. Wikipedia. 2: Detalle de una de las puerta del Salón del Trono de los Reyes Católicos. Wikipedia. 3: Calco de un grafito.  Dos Navíos de Línea Británicos. Alejandro Martín López. 4: Calco de un grafito. Un Cúter de inicios del XIX. Alejandro Martín López.