Para el arqueólogo español José Ignacio Gallego, quien hace tres años se animó a cruzar el charco para estudiar la cultura tiahuanacota, el descubrimiento del mapa topográfico de esa antigua ciudadela prehispánica en Bolivia ha sido “una de esas cosas que pasan una vez en la vida”.    

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“El descubrimiento del mapa del sitio son estas cosas que a los científicos nos pasan o no, lo normal es que no nos pasen. A mí me ha pasado, éticamente y profesionalmente no puedo desvincularme de Tiahuanaco para el resto de mis días”, relató el español. Gallego encabezó un proyecto de conservación e investigación impulsado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) y financiado con fondos japoneses para mejorar la gestión del lugar, situado a 71 kilómetros de La Paz. El arqueólogo reconoce que había estudiado la civilización tiahuanacota y que no se lo pensó dos veces cuando le propusieron trabajar en el proyecto. “Tiahuanaco es una de las civilizaciones más interesantes porque no conocemos mucho de ella, llevamos 150 años casi investigando y se nos escapan infinidad de cuestiones”, señaló.    

Tiahuanaco fue la capital del antiguo imperio prehispánico del mismo nombre, del que se conservan restos como el templo de Kalasasaya, el Templete Semisubterráneo, o la Puerta del Sol. Según algunos investigadores bolivianos, Tiahuanaco nació como aldea alrededor de 1580 a.C. y creció hasta ser un estado imperial en el 724 d.C., aunque declinó cerca del 1187 de nuestra era. El sitio, inscrito en la lista del Patrimonio Mundial desde el año 2000, tiene gran significado espiritual para el mundo andino. Por ello, todos los años acoge las ceremonias ancestrales de bienvenida al año nuevo aimara el 21 de junio y ha sido elegido para las investiduras en 2006, 2010 y 2015 del presidente Evo Morales como líder de los pueblos indígenas tras sus victorias electorales.    

 

José Ignacio Gallegos

 

Para Gallego, esta ha sido una de esas “civilizaciones vertebrales que han sido capaces de unir diferentes territorios, diferentes gentes y crear una amalgama cultural común que ha sobrevivido durante casi 1.000 años“.  El español puso en valor la civilización, “no solo a nivel América Latina sino a nivel de todo el mundo”, y la comparó con “otros grandísimos imperios”.  El proyecto de conservación, que ha durado tres años, incluyó una investigación topográfica para establecer la superficie real de la ciudadela de esa antigua civilización prehispánica. “Ahora conocemos la verdadera extensión del sitio, estamos hablando de unas 600 hectáreas, y tenemos controladas 750 hectáreas que hay alrededor del sitio de partes que hay que proteger”, reveló Gallego.   

El experto reconoció que en esos 150 años de investigación no se había decidido “un verdadero aporte” por la conservación del lugar a pesar de que se habían impulsado la investigación arqueológica y el turismo, pero “sin un control efectivo por parte de los propios gestores”. El proyecto ahora continua en manos bolivianas, ya sin apoyo internacional, aunque Gallego y su equipo seguirán con la labor de diagnóstico. “El siguiente paso es que ellos sean capaces de implementar, que lo van a hacer porque son muy profesionales, todas esas herramientas que hemos creado con ellos y vean andar el proyecto”, aseveró. Gallego consideró que las expectativas del programa “se superaron en un doscientos por ciento” gracias a la labor de equipo y a la ayuda internacional. EFE_Elena Rodríguez

IMÁGENES: Fotografía de las ruinas del templo de Kalasasaya y del arqueólogo español José Ignacio Gallego en La Paz (Bolivia). EFE