Dibujar deja de ser un juego de niños para los ilustradores, esos profesionales que dan vida a álbumes ilustrados o cuentos personalizados, una labor que compaginan con ‘decorar’ los libros de texto para sobrevivir a un sector que se adapta a las nuevas tecnologías y en el que ‘pintan bastos’.

Canal Patrimonio

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Un folio, un lápiz o una pluma y cinco minutos bastan para convertir los garabatos iniciales en obras de arte. No para cualquiera, claro, pero sí para la destreza de los ilustradores, esos que dan vida a historias de princesas o aventuras surrealistas. Esta sección del sector editorial se aferra a los libros infantiles y juveniles, que han registrado desde 2010 una subida del 5.5 % en creaciones, algo superior en porcentaje de ventas hasta superar los 40 millones de ejemplares vendidos, según los datos de un sector que cree que se puede vivir del cuento.

Adriana Juárez, Adribel

“Se puede si haces libros de texto. Los que viven de la ilustración hacen libros de texto, pero es un trabajo muy exigente, con plazos muy cortos y nadie te va a dar un premio por hacer un libro. Por eso hacen álbumes ilustrados, que es donde más se luce tu trabajo y donde puedes participar en premios”. Lo explica Adriana Juárez, una argentina afincada en Granada que firma sus obras como Adribel y que abandonó temporalmente su pasión por dibujar para estudiar arquitectura, que parecía algo más serio, hasta que se dio cuenta de que diseñaba edificios “preciosos, pero que se caerían”, porque su profesión estaba unida a otras fantasías.

“El mundo puede ser un sitio más bonito si lo llenamos de cuentos”, explica en su blog de Internet, en el que ofrece secretos para mantener la diversión en eso de ilustrar historias. Ha logrado vivir del cuento con la publicación de libros como ‘Este soy yo’, ‘Princes stay awake’ que le encargó la editorial inglesa Maverick o la colección de ‘Mascotas, amigos para siempre’, de la editorial Desing.

Aaron Becker, el ilustrador que quería ser astronauta

Aaron Becker aterrizó en España procedente de Estados Unidos, desde donde se trajo un premio que reconoce la calidad de sus obras y una decena de libros ilustrados para seguir creando otros mundos, los de su imaginación, que permitan a otros soñar. De pequeño quería ser astronauta, pero con los años abandonó la idea de viajar al espacio para crear el suyo propio y poner trazos y color a los universos imaginados de otros niños, los que ahora disfrutan de sus libros, una misión a la que se entrega porque “puede vivir de esto”.

Nicolás Castell, del lápiz a la realidad virtual

Nicolás Castell, licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Granada y máster en Dibujo, representa la nueva hornada de ilustradores, esos que compaginan la pluma y el lápiz con las nuevas tecnologías y que se adentra en realidades virtuales, cómic, escenarios de películas o programas informáticos para terminar sus creaciones. “Siempre es una aventura, no sabes lo que vas a ganar el mes que viene, pero poco a poco vas compaginando trabajos con proyectos, saltando de una cosa a otro, y eso también es excitante. El tipo de ilustración que hago yo es como crear una especie de mundo en cada proyecto, es como que vas viajando dentro de la imaginación”, dice.

Castell llega a este encuentro de cuento y pone sobre la mesa sus herramientas de trabajo, una especie de bolsa en la que caben lápices, pinceles, rotuladores… y todo un mundo de imaginación. Estos tres ilustradores dibujan bajo los trabajos de José Luis Ocaña, otro granadino afincado en Málaga que vive del cuento y que expone en ErranT una treintena de acuarelas sobre paisajes reales a los que aporta otro toque. Algo más lejos, Ocaña también expone en ‘La Gallery’ de Montreal (Canadá) y en París (Francia) y sus trazos conquistaron a una editorial nipona dedicada al cómic. Ejemplos de que en un sector en el que pintan bastos, aventureros logran vivir del cuento y dibujan su propio final feliz.

IMAGEN:  Adriana Juarez(i), Aaron Becker(c), y Nicolas Castell(d), una argentina, un estadounidense y un español, tres ilustradores en Granada, profesionales que dan vida a historias de princesas o aventuras surrealistas, pertenecen a un sector editorial que se adapta a las nuevas tecnologías y que según los datos registrados creen que se puede vivir del cuento. EFE