La domesticación de las plantas no fue ni una invención ni una revolución, afirma Amaia Arranz en el último número de la serie “Origen, Cuadernos Atapuerca”, dedicado a la agricultura.

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Arranz es profesora de la Universidad de Copenhague y una de las descubridoras de los restos de pan más antiguos del mundo, de hace 14.000 años, recuperados en
Shubayqa  (Jordania).

Tradicionalmente se pensaba que unos recolectores del Creciente Fértil (territorio en forma de media luna del suroeste asiático, entre Irán, Siria e Israel) habían descubierto cómo domesticar los cereales y las leguminosas.

Se formaron así las primeras aldeas estables, se crean los recipientes cerámicos, la piedra pulimentada y se ensaya el estabulado de ovejas y cabras salvajes. En poco tiempo se transforma la humanidad, expandiendo los conocimientos agrícolas por todo el mundo.

Para Arranz, la domesticación de plantas fue un proceso muy largo, en el que el azar jugó un papel muy importante, quizá incluso superior a la invención o a la inteligencia humana, seleccionándose de forma natural las espigas que dieron lugar a los cereales domésticos como el trigo y la cebada. Además, no hubo ninguna revolución agrícola, en el sentido de rápida aparición y expansión. Al contrario, fueron miles de años de sedentarismo, aprovechamiento de plantas salvajes, creación de contenedores y utensilios agrícolas que culminaron en lo que hoy denominamos agricultura. Ni siquiera ocurrió en un solo lugar y dándose el mismo orden de procesos. La agricultura aparece en más de 20 lugares independientemente y en unos sitios la cerámica surgió antes, en otro fueron los animales los que se domesticaron antes que las plantas y en otros la creación de poblados fue muy anterior a las prácticas de cultivo. El pan y la cerveza parece que los inventaron sociedades cazadoras recolectoras, mucho antes que se domesticaran las plantas y pudieron estar más vinculados al mundo simbólico y festivo que a la alimentación. Lo que sí que corrobora Arranz en el cuaderno Origen de la agricultura, en el que colabora la Fundación Atapuerca, es que la domesticación de las plantas cambió completamente nuestra forma de alimentarnos y nos hizo grandes consumidores de cereales, alimento que es la base de gran parte de la alimentación de la humanidad. El consumo de cereales existió miles de años antes de domesticarlos.

INFORMACIÓN:

Amaia Arranz Otaegui 646 18 67 79 | coordinador científico: Carlos Díez 649046329

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