En el siguiente artículo Eduard Callís habló sobre la historia y la complejidad de la presa de Aldedávila.  El salto de Aldeadávila, como también es llamada, es una de las construcciones industriales más bonitas de nuestro país y, además, uno de los proyectos más complicados de edificar.

 

Autor: Eduard Callís

 

El 17 de octubre de 1964 los Jefes de Estado de España y Portugal inauguran los saltos de Aldedávila y Bemposta, en las Arribes del Duero o Trás-os-Montes, según se mire. Este acto simboliza la culminación del acuerdo hipano-luso de 1927 para el reparto del tramo internacional del río Duero. Cuando se construyó la primera central –Aldeadávila I– con una potencia instalada de 718Mw, a la que se añadirán otros 421Mw de una segunda central en 1986, se erigió como la infraestructura hidroeléctrica española más importante de Europa occidental. Hoy por hoy, la instalación de Iberdrola es una de las presas españolas que permite aliviar mayores avenidas y la más alta de su tipo en España, con 139,5 metros, equiparable a la torre Madrid. Más allá de estos logros, la belleza y potencia de Aldeadávia, se debe al audaz trabajo del equipo técnico de Saltos del Duero para integrar la construcción en el lugar.

Zona de la cámara. Septiembre de 1960

El brusco desnivel de 557m del cauce, entre la meseta y Portugal, se concentra en un tramo de unos cien kilómetros, lo que supone un descenso medio de 5,5m por kilómetro. El río abre un tajo en el altiplano, un cañón con paredes verticales que superan en algunos puntos los 400m de altura, manteniéndose el terreno circundante a la cota superior. Es un paisaje abrupto y violento, solitario y conmovedor. Es también una oportunidad de oro para el aprovechamiento hidroeléctrico, que además cuenta con una roca de óptima calidad resistente. Pero construir una presa aquí no va a ser una tarea fácil. Aparte de la dificultad de acceso al fondo de la depresión, la avenida máxima prevista no es inferior a los 12.500m³/s. Este caudal duplica al del Danubio y es cuatro veces superior al del Nilo, pero el cañón de las Arribes estrecha el paso del enfurecido Duero provocando concentraciones de hasta 300m³/s por metro lineal de cauce, con una oscilación de nivel que supera los 30 metros. A menor anchura, más importante es la velocidad del agua y mayor su potencial destructor, un aspecto que trasmite a la perfección la fisonomía del enclave.

Desembalse de Aldeadávila

La complejidad de lo aparentemente sencillo

La principal preocupación del equipo técnico, encabezado por Pedro Martínez Artola, será facilitar el paso del río de forma segura en caso de grandes avenidas. Esto plantea un problema: la longitud de vertedero debe ser superior al ancho de la cerrada. Para dar respuesta a esta contradicción se diseña una presa curvada, de arco-gravedad, con 250 metros de longitud de coronación. Cuatro trampolines acompañan el agua desde las ocho bocas de 14 m. hasta el angosto cauce de tan solo 69. Aldeadávila resuelve con un único cuerpo los requerimientos estructurales y de evacuación. Su estructura responde a una estudiada combinación entre las formas resistentes y las hidráulicas. El mismo trazado arqueado, derivado de la longitud de boca necesaria, permite el diseño de un perfil de arco-gravedad muy esbelto. Además, la inclinación del paramento aguas abajo se ajusta a la pendiente apropiada para el aliviadero. La simple adición de muretes formando cajeros y unos trampolines en la base completan la estructura, configurando un volumen de 848.000 m³. Es una estructura extremadamente sencilla, que nada tiene de simple.

Estructura de salida del túnel de aliviadero

La forma final de la presa es híbrida, demasiado gruesa para ser una bóveda, demasiado delgada para ser de gravedad. Esta solución es la respuesta a una mirada atenta de las características de la cerrada, lo que da lugar a un caso ejemplar de infraestructura integrada en el paisaje. Es una expresión que, aunque gastada por su uso, recobra aquí todo el sentido. La integración en el paisaje de la presa es un pacto entre la estructura y las leyes del emplazamiento para un nuevo equilibrio tensional y energético. Fruto de este pacto, Aldeadávila transmite la brutalidad que caracteriza el cañón de las Arribes: unos peñascales que llevan impreso el potencial erosivo de ingentes cantidades de agua. Las formas hidrodinámicas de la presa remiten a lo mismo, a como perturbar lo mínimo el Duero en caso de avenida. A lo que podríamos añadir un sinfín de otros aspectos, como la correspondencia entre la verticalidad de los peñascales y la de la presa, la determinación en cerrar el río justo en el lugar donde el agua ha necesitado más esfuerzo para abrirse paso o la semejanza cromática con la roca fruto del empleo de áridos de la excavación en el hormigón.

La estrechez de la cerrada y las grandes avenidas plantean otro inconveniente importante a resolver, ya que es imposible situar la central hidroeléctrica en superficie de forma segura. Y se optará por ubicarla dentro de la roca. La presa es la punta del iceberg de un complejo entramado de galerías subterráneas excavadas que incluyen dos centrales, una de ellas reversible, tuberías de entrada y salida del agua, cavernas para los transformadores, chimeneas de equilibrio, pozos de cables y túneles de acceso. La galería de la central de Aldeadávila I, dimensionada para seis turbinas Francis vertical, es un vaciado de proporciones descomunales, que alcanza una altura de 40 m. y una longitud de 139 m. La anchura de este espacio es sensiblemente inferior al interior de la catedral gótica de Girona, con una única nave y considerada de las más anchas del mundo. Pero su longitud equivale a la suma de ésta, el ábside y la gran escalinata que preside. La altura de la caverna es un 20% superior a la nave del templo gerundense, a pesar de que está divida en tres niveles.

DESPIECE: Enclave de cine

Cinco semanas antes de la inauguración, un grupo de expertos del Bureau of Reclamation de Estados Unidos realiza un viaje a lo largo y ancho de la geografía española para visitar las últimas realizaciones en materia de presas. Entre los integrantes del viaje figura el representante europeo de la Metro-Goldwyn-Mayer, quién quedará impresionado con lo que percibe en la instalación salmantina de Iberdrola. En efecto, el año siguiente las cámaras ya están en la presa de Aldeadávila rodando escenas de Doctor Zhivago (1965). La vía de coronación sobre el agua fluyendo por el aliviadero figura el acceso a una factoría soviética, mientras que las galerías subterráneas y la central servirán como escenario del rodaje de la producción española La Cabina (1972). Terminator: Dark Fate (2019) y la serie 30 Monedas (2020), continuarán la saga de filmes ambientados en esta infraestructura. Aunque sea como escenario deslocalizado, el lejano oeste de las Arribes entrará en la pantalla grande de todo el mundo. La mirada del cineasta nos hace percatar que quizá no son las cifras que hay detrás de Aldeadávila, ni la epopeya que supuso llevarla a cabo lo que la erigen como una de las presas más emblemáticas de España, sino su perfecta armonía con el dantesco paisaje de las Arribes.

La presa de Aldeadávila escenario de la grabación de Terminator

 

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