Los albinos tanzanos son discriminados, perseguidos y objeto de supersticiones. Hay quien cree que son hijos del diablo o fruto de una infidelidad y se les amputan los miembros para hacer brujería. Unas historias plasmadas en las fotografías por Ana Palacios, que ha buscado la esperanza pese a todo.

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Esa alegría que se nota en sus actividades cotidianas, en sus bailes y en sus ganas de vivir las ha captado con su cámara la periodista Ana Palacios (Zaragoza, 1972), durante su visita al refugio Kabanga para albinos en Tanzania, un recinto amurallado que los protege de sus hermanos negros pero les recuerda con sus verjas que son diferentes. Una selección de esa documentación gráfica que emana pura vida y esperanza se ha materializado en la muestra “La ruleta rusa de Mendel. Albinos en Tanzania”, que se podrá ver, apreciar y disfrutar hasta el 27 de febrero en la Alianza Francesa de Madrid.

Palacios realiza con estas fotografías una colorista radiografía de los albinos africanos en Tanzania, donde una arraigada superchería les considera seres malditos. A través de su trabajo, pretende “dar visibilidad a lo invisible”, explica a Efe.
Los hechiceros y brujos, que infunden en la población la creencia de que un brazo o una pierna de albino pueden curar las enfermedades, no son los únicos enemigos de esta población que alcanza una esperanza de vida de 30 años, ni los peores. El sol es la espada más dañina que atraviesa su piel, la cual adolece de una falta de pigmentación que también se nota en su pelo y en sus ojos. El sol es más abrasador en esa tierra, donde las imágenes de los leones rugiendo fieros en la sabana se mezclan con fotogramas de niños pobres y mugrientos corriendo descalzos por míseras ciudades, como en la memoria occidental, ciega y ajena a esta penuria social que es nacer blanco albino en África.

Repudiados por sus propias familias:

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Las familias son las primeras que repudian a los seres de su misma sangre que nacen con estas características físicas, y por eso madres como Helena tienen que abandonar su hogar para refugiarse en centros como el de Kabanga, con su hija albina Jessica. Madre e hija son dos de las personas cuya historia se cuenta, en un breve pero intenso instante, a través del objetivo de Ana Palacios.

La periodista denuncia la falta de medios a la que se enfrenta esta población marginada. Los gorros, gafas de sol y cremas protectoras que necesitan para que su piel no desarrolle un cáncer son bienes de lujo en África, una tierra de ensueño que enfrenta a millones de personas al hambre y a la desesperación.

Para esta retratista de lugares olvidados, “la educación y la sensibilización” son las dos claves para superar el rechazo que los albinos provocan en su propia sociedad, la cual cobija a auténticos cazadores de albinos. Como recoge el fabuloso reportaje de Jon Sistiaga, “Los blancos de la ira”, estos cazadores llegan a profanar tumbas para vender alguna parte del cuerpo de un albino a precio de oro.

La recopilación de fotografías que llega a la Alianza Francesa de Madrid relata la alegría, la felicidad y la fortaleza de las personas que, como Kelen, superan el miedo bailando, o como la pequeña Lusia, que, pese a sus problemas de visión, consigue acabar una pulsera mediante mucho esfuerzo. Son solo algunos ejemplos de valentía y superación que nos acerca Ana Palacios con su periodismo. “Lo que he aprendido de ellos es que, a pesar de la dificultad de los obstáculos que te ponga la vida por delante, se puede ser feliz”, afirma la periodista. EFE_ Isabel Peláez.

 

IMÁGENES:  Fotografías  facilitadas por la periodista Ana Palacios, que ha captado con su cámara la alegría y las ganas de vivir de los albinos tanzanos en sus actividades cotidianas y en sus bailes. EFE