Canal Patrimonio_Pedro Hombría

Otear la Vera Cruz, a la caída de la tarde, desde la casa de Velarde, entre libros de saberes y de iconos, viendo su poderosa figura recortada en el contraluz, mientras Bach pauta sin interferencia el armonioso discurso de Carlos Muñoz de Pablos, es un recuerdo poderoso, inolvidable. Acaso la mejor apreciación, más rica y matizada que un currículo al uso, para retratar a una persona que se viste con hábito gremial, amor a la belleza clásica, erudición jacobina y trazos machadianos.

En el principio fue la luz; pintores, escultores, arquitectos la persiguen para que juegue en su campo. El pintor trata de atrapar luz y color, forma y sombra, en un soporte: papel, lienzo, yeso, cerámica, madera, metal… Por lo general elige formato y marco y aplica, según arte, pigmentos apropiados para el soporte, con técnicas bien conocidas: acuarela, temple, encáustica, gouache, esmalte, óleo…

Al pintor de vidrieras, formato, marco y soporte le vienen dados. El cielo le regala luz; regalo envenenado, caprichoso, muta a cada instante; latitud, orientación, hora, estación, nubosidad, vegetación, sombras arrojadas; un rompecabezas de mil piezas.

Aquí el color no se rige por las leyes de reflexión; la voluble dama atraviesa una -varias en la la técnica del plaqué-, láminas de vidrio, cuyo color -todos, pese a nuestro ojo-, viene determinado por los componentes -arena de sílice, carbonatos sódico y cálcico, pero pregunten en él C.S.I.C., Centro del Vidrio y la Cerámica-, el tipo y combustible del horno, la temperatura de fusión y el procedimiento de manipulación: soplado, moldeado, laminado, flotado; ya hay dos mil quinientas piezas.

La sombra se llama grisalla. La aplicación de grisallas de base, en frío o para horno, modifica el color base, en general de manera irreversible. Como en la acuarela, si el experimento resulta fallido la pieza se desecha. Unos pigmentos, sólo parecidos a los de los ceramistas, entre ellos el prodigioso amarillo de plata, matizan la grisalla, logrando esas fascinantes carnaciones que enamoran.Para alcanzar las cinco mil piezas, sólo nos resta considerar tres aspectos: despiece, montaje y ensamble.

El despiece de las vidrieras más arcaicas viene determinado por el tamaño de las rodelas, los globos cortados y aplanados de vidrio soplado. En las posteriores es el diseño previo, aquí estriba el arte del pintor de vidrieras, que dibuja en papel, a tamaño real, los sectores que admiten color, grisalla y pigmento base homogéneos, de vidrio laminado, o flotado, simple o plaqué.

El proceso, inevitablemente individualizado, de cada pieza da materia para varios tratados: elección del vidrio; de la grisalla, determinando así su horneado y enfriamiento, según arte; su aplicación en una, otra o ambas caras del vidrio, con todo lo que lleva aparejado es materia tratadística; clases de grisalla; su aplicación; su horneado; su enfriamiento; los tratamientos necesarios para poder superponer, en su caso, los otros pigmentos. Señalemos, al paso, que a menudo la grisalla se aplica en la cara exterior, la de intemperie y los pigmentos en la interior; en otros casos, todas ellas en esta.de grisallas, pase por el horno, enfriado

El montaje sigue el magistral diseño, dibujo, del despiece previo, insertando y ajustando las piezas en perfiles de plomo; así quedan protegidas. Dicho así, parece sencillo; de nuevo encontraremos gruesos tratados su ensamblaje en bastidores metálicos, que precisan refuerzos para asegurar su estabilidad allí donde deben ser recibidos, expuestos al viento y los fríos, a impactos azarosos o vandálicos y a la preferencia de pequeños organismos, bacterias y hongos, por alimentarse de pigmentos. Por dentro y por fuera. ¿Fin de la partida? Cinco mil piezas………………..

 

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FOTOGRAFÍAS: Chuchi Guerra