Los relieves policromados de los templos ofrecen pinceladas del estilo de los antiguos egipcios, mientras las telas que han llegado hasta nuestros días muestran un gusto por el lino y las prendas ligeras. A las túnicas blancas lisas, con adornos florales y geométricos de colores, se suman los vestidos plisados, los cinturones o los chales, que se usaban hace miles de años y siguen marcando tendencia.
“El egipcio antiguo se interesó por la moda y su estilo inspira a día de hoy a las casas de moda internacionales”, asegura Rasha Shahin, la directora del departamento de restauración del Museo Textil de El Cairo, el primero de su tipo en Oriente Medio.
Shahin destaca que hace unos 3.000 y 4.000 años ya se crearon “prendas de moda” como los guantes, atados al brazo con cintas, o las túnicas plisadas, que desarrolló mucho más tarde el español Mariano Fortuny y Madrazo (1871-1949) en su emblemático vestido Delphos. Las diferencias en la ropa femenina y masculina también quedan patentes en la exposición que estos días alberga el Museo Textil de El Cairo sobre moda faraónica, que en opinión de la citada experta era “muy avanzada”.
En la época de los faraones había fábricas de lino y telares que diseñaban además indumentaria apropiada y específica para cada ocasión: las visitas al templo, las fiestas de la corte y el trabajo.
La clase social importaba mucho en esa época. Como dice el experto y conservador textil Ahmed al Sayed había ropa especial destinada a los reyes, los príncipes y su séquito, muy distinta a la del pueblo llano o los sirvientes. Los más pudientes optaban por “vestidos cómodos, ligeros, de lino y en tonos claros, como el blanco para reflejar la luz del sol”, indica a Al Sayed.
Vestidos estrechos y estilizados para las mujeres, diseñados a partir de una tela de corte rectangular, enrollada al cuerpo y ajustada con un cinturón.
Los modelos eran variados, con los hombros descubiertos o con mangas cortas y estrechas o largas y anchas, de cuerpo de cintura alta ajustado o suelto.
Fueron evolucionando desde el Imperio Antiguo al Nuevo, entre la tercera y la veinteava dinastía, manteniendo la sencillez, ligereza y comodidad para los ropajes de diario y de trabajo.
Sobre el tejido, la preferencia por el lino viene de que este se extrae de una planta considerada sagrada en la época y a su frescor para luchar contra las altas temperaturas de Egipto.
El conservador del Museo Textil apunta que los antiguos egipcios también utilizaban la lana, pero como el origen de esta fibra es animal tenía “un carácter profano y no se podía vestir dentro de los templos”.
En cuanto a los adornos, pintados o bordados solo en la parte superior de los vestidos, Shahin precisa que en un principio abundaron las flores de papiro y loto, y que poco a poco se fueron introduciendo figuras geométricas y animales, como los escarabajos y halcones. Los colores se basaban también en la naturaleza, obteniéndose los tonos ocres, rojos, verdes y azules a partir de flores y plantas como el hibisco.
De forma similar se decoraban los tocados, uno de los complementos utilizados en la época junto a los pañuelos y cinturones, con acabados de flecos.
Los antiguos egipcios contaban además con lavanderías. Según Al Sayed, las clases altas enviaban su ropa a establecimientos especializados para su limpieza, una tarea que no recaía así en sus sirvientes.
Se han hallado en las excavaciones piezas de madera y piedra en las que los lavanderos apuntaban con escritura jeroglífica o dibujos, dependiendo de sus estudios, el nombre de sus clientes y sus encargos.
Los talleres textiles estaban asociados a los templos, los palacios y la gente pudiente, trabajaban con patrones y no solo se centraban en la moda. Los avances en el sector buscaron asimismo la comodidad y la limpieza de la población, incluida la de los niños, con el diseño de pañales y bolsas especiales para esterilizarlos.
La influencia faraónica se observa en la moda occidental, pero también en atuendos muy típicos de Oriente Medio, con túnicas idénticas a las utilizadas para la peregrinación musulmana a La Meca o a las “galabeyas” de los campesinos egipcios, los “descendientes” de los faraones. Marina Villén/ EFE