La piedra de Hontoria de la Cantera y de Atapuerca viste todavía buena parte de los rincones de la ciudad de Burgos. En pleno siglo XXI, y alejada del boom urbanístico y arquitectónico, la vieja muralla mandada construir por Alfonso X ‘El Sabio’ como sistema defensivo de la urbe sigue en pie contando a turistas y transeúntes una parte importante de la historia de la ciudad.

Canal Patrimonio

canalpatrimonio_arcosantamaria_ical

Como en el resto de ciudades españolas, la construcción de sistemas fortificados tuvo lugar a comienzos del siglo X de forma paralela a la expansión de las ciudades. En el caso de Burgos, la puesta en marcha de un sistema amurallado comenzó dos siglos después de que el fundador de la urbe, el conde Diego Porcelos, iniciara una repoblación que hubo de fortalecer las relaciones entre la gente del campo que poco a poco utilizó los márgenes del río para asentarse junto a la cuna cidiana. No fue hasta el siglo XIII cuando el rey, Alfonso X ‘El Sabio’ da órdenes de edificar un nuevo conjunto amurallado que sustituya al originario de la zona del castillo debido a la nueva extensión de la ciudad gracias a la llegada de nuevos pobladores.

El auge comercial de la ciudad y la inmigración, junto con las carencias de un sistema defensivo acorde a las nuevas necesidades, propiciaron la construcción de un recinto amurallado mucho más extenso que el primitivo, pegado al castillo y zonas aledañas. El concejo burgalés, tras y como sostienen documentos consultados, fue el encargado de impulsar bajo la orden real la puesta en marcha de una nueva edificación para acabar con la preocupación del monarca que veía como una de sus plazas más importantes en el norte cristiano se encontraba mal defendida. Según dan cuenta los documentos del archivo municipal zonas de mercaderes como la de La Puebla- hoy calle de la Puebla- se encontraba fuera del recinto amurallado y, por ende, sin presencia de guardias reales que pudieran custodiar los bienes.

Sea como fuere, la muralla que hoy se conserva y que aparece en buena parte de los frescos y pinturas de los siglos XV y XVI que sirven para hacernos una idea de cómo era el Burgos de la época, se levantó siguiendo un trazado que abarcó la zona del castillo, de la catedral, además de extenderse hasta los conventos de San Pablo– donde hoy podemos ver la estatua del Cid- y el monasterio de San Juan. Fuera del recinto quedaron los barrios de  San Pedro y San Felices, la denominada ya por entonces zona de Vadillos y el convento de San Francisco.

Las doce puertas

La nueva muralla constó de doce puertas. Seguramente la elección del número no fue casual debido a la creencia cristiana del equilibrio y divinidad asociado a este número. Así fue como nacieron las puertas de: Santa María, Carretas, San Pablo, San Juan, Margarita, San Gil, San Esteban, San Martín, Judería, los Tintes, Santa Gadea y la del Castillo. Un compendio de hermosas de las que hoy se conservan cinco.

Seguramente muchos de quienes ahora leen este reportaje desconocen el lugar en el que estuvieron algunas de las extintas entradas. Sin ir más lejos, la entrada de Carretas, levantada en el mismo lugar en el que hoy se encuentra el Ayuntamiento de Burgos. Era la entrada natural al mercado menor y se encontraba junto a la parte de la muralla que se hallaba en lo que hoy conocemos como el Paseo del Espolón, derribado en su conjunto cuando se construyó el Consulado del Mar.

También desaparecida, la Puerta del Hierro o de los Tintes, también llamada “de los judíos”, se encontraba en la parte trasera del Paseo de los Cubos, en la calle Ronda. Era el paso tradicional a los lavaderos de lana y la zona de tintado; de ahí su nombre. Muy próxima a ella se hallaba la Puerta de Santa Águeda, junto a la iglesia del mismo nombre en la que tuvo lugar la leyenda cidiana. Ambas puertas con arcos ojivales desaparecieron a finales del siglo XIX.

Similar suerte corrió la Puerta de San Pablo, ubicada en el espacio que hoy ocupa el renacentista Palacio Provincial, sede de la Diputación de Burgos. Era el nexo de unión de la ciudad con la otra orilla del río Arlanzón y, según narran las crónicas, sirvió de prisión durante la revuelta comunera.

La última entrada en construirse fue la denominada Puerta Margarita, también desaparecida. Se encontraba en lo que hoy los burgaleses llaman como ‘plaza de Capitanía’ y permitía el cobro de aranceles e impuestos a los agricultores y extraños que pasaban a la ciudad desde la zona de Vadillos.

canalpatrimonio_arcosanmartin_ical

Tesoros amurallados

Más suerte corrieron las entradas de San Esteban, San Martín, Judería, San Gil, San Juan o el triunfal Arco de Santa María, todo un emblema de la ciudad y de su arquitectura medieval. Precisamente este conocido arco, entrada natural a la plaza de la catedral, es una de las puertas medievales mejor conservadas y artesonadas de todo el país. Con el sello de Juan de Vallejo y Francisco de Colonia, el arco fue levantado a finales del siglo XIV en un intento de demostrar el poderío de la ciudad del Medievo. He así que aparezcan los impulsores y benefactores de la urbe como los Jueces de Castilla, Fernán González, Diego Porcelos, además del Cid y Carlos I. En la actualidad, el interior de la otrora puerta medieval es una sala expositiva, elegida por muchos artistas por su excelente ubicación y mejor historia.

No muy lejos se halla el denominado Arco de San Gil, próximo a la iglesia del mismo nombre. En la actualidad el arco da paso a una transitada zona de copas y terraceo lejos del uso que tuvo en otro tiempo cuando fue sede de una de las cárceles más conocidas del Burgos medieval y renacentista. En ese mismo tiempo fue la puerta de entrada y salida de los viajeros que se dirigían al Cantábrico por lo que siempre fue uno de los lugares más custodiados de toda la ciudad.

Una de las zonas más transitadas de la antigua muralla es el conocido como Paseo de los Cubos; denominado así por conservar un importante número de los 93 ‘cubos’  que tuvo la muralla burgalesa. Ésta fue la zona de paso de los burgaleses hacia la judería hasta que, en la época moderna, se decidió tapiar la entrada que se encuentra junto a la torre de doña Lambra.

Si se atiende a la antigüedad, además de al valor artístico, el arco o puerta de San Esteban se lleva la palma. Fue erigida en el siglo XIV por el alarife Mahomed lo que confirió a la entrada de una innegable arquitectura mudéjar presente en el gran arco de herradura por el que hoy pasan coches y transeúntes que bajan desde el castillo hasta la zona centro. No muy lejos está el Arco de San Martín, que en otro tiempo fue la puerta de entrada de los reyes a Castilla. Así dan cuenta documentos consultados que hablan de esta puerta como “Portada Real o Duradera”.

Un cenador en la muralla

En el último mes se ha hablado mucho de la muralla debido a las obras de construcción de un cenador en uno de los puntos amurallados. La alarma saltó en la primera semana del mes de agosto cuando un ciudadano vio una grúa en el interior de la zona amurallada próxima al Palacio de Capitanía y colgó la instantánea en Twitter. Acto seguido, se comprobó que ese tramo amurallado se encuentra anexo a una vivienda y que el propietario de la misma había decido ubicar una zona ‘chill out’ en la zona alta de la muralla.

Pronto saltaron las alarmas en el consistorio que obligó a paralizar las obras y a retirar el cenador pese a que el Ayuntamiento de Burgos carece de documentación que acredite a quién pertenece ese trozo de muralla.

Fuentes consultadas garantizan que el polémico tramo es propiedad municipal, puesto que fue cedido a la ciudad en el año 1973. Además, según la Ley del Patrimonio de Castilla y León no puede alterarse de ninguna forma un Bien de Interés Cultural como es cualquier tramo amurallado de una población. De ahí que se haya paralizado su construcción. Realidades y polémicas que ponen de manifiesto que la vieja muralla sigue muy presente en la ciudad cosmopolita que mira al futuro. L. Sierra_ICAL

IMÁGENES: Arco de Santa María y Arco de San Martín de Burgos. Ricardo Ordóñez_ICAL