En la historia del faro de Cayo Vizcaíno (1846), en Miami, se trenzan relatos bélicos, con las guerras entre los indios seminolas y los estadounidenses, el azote de huracanes, la incursión de temibles piratas y el romanticismo de quienes contemplan hoy los faros como épicos vigilantes del mar.

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Sólida, de ladrillo y muros blancos encalados, la torre de 96 pies de altura se alza firme sobre el paraje subtropical de la costa y playa del sureste de Cayo Vizcaíno (Key Biscayne), rodeada de espesa vegetación.

La historia de Miami no se puede concebir sin este faro, el más antiguo del sur de Florida, con una escalera de caracol de 109 peldaños de hierro y, aunque no operativo, está en perfecto estado y funciona.

El faro del Cabo de Florida, se encuentra a sus 170 años, en inmejorable estado de conservación. Es uno de la treintena de faros de Florida en uso que mejor se mantiene y, también, el segundo más antiguo del estado, si bien la torre original, construida en 1825, no era tan alta como la actual y tuvo que restaurarse completamente tras un voraz incendio.

Escaramuzas

Cuenta la historia que en julio de 1836 tuvo lugar en la zona de Cayo Vizcaíno una de las muchas escaramuzas entre la tribu de los Seminolas y las fuerzas estadounidenses, casi siempre a raíz de tratados fraudulentos que eran impuestos a los indios para su expulsión de los territorios.

El ataque de los indios al faro fue feroz, a tiros, sin que el asistente del farero (ausente en ese momento), John Thompson, y un encargado del mantenimiento, Aaron Carter, pudieran hacer otra cosa que atrincherarse con algunas armas en lo alto del edificio, mientras el grupo de seminolas prendía fuego a la puerta y a la escalera.

Ante el avance de las llamas y el calor, los dos hombres no tuvieron otra alternativa que salir al balcón, donde Carter murió alcanzado por varios tiros y Thompson quedó malherido, aunque logró sobrevivir al asalto.

Nueva torre

Tras el incendio, quedó en el abandono y tuvo que transcurrir una década hasta que, en 1846, se levantase la actual torre, más alta, también de ladrillo, pero modificada completamente en su estructura, con cuatro pies de grosor en los muros de la base (la anterior era más gruesa) y la escalera interior de hierro forjado.

Luce en su hoja de servicios el haber sido uno de los primeros faros comisionados por el Congreso de Estados Unidos tras la anexión de Florida en 1821 (hasta entonces parte de los territorios españoles).

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Huracán

El azote del huracán Andrew, en agosto de 1992, arrasó con gran parte del bello enclave natural y dejó la torre inservible y necesitada de costosas reparaciones.

Por fortuna, el Estado salió al rescate del edificio e invirtió en 1996 más de un millón de dólares para su completa restauración.

Refugio de piratas

A la vista, la bella balconada en lo alto, el interior espartano del faro, con una singular escalera de caracol de hierro negro, sin anclajes al muro, que asciende hasta el cuarto de los lentes enmarcado por múltiples ventanas geométricas.

El faro es un mirador como hay pocos en la costa del sur de Florida. Desde esta isla de Cayo Vizcaíno otearon a diario, los ocho fareros que lo habitaron entre 1825 y 1878.

Unas costas y arrecifes que fueron durante siglos refugio y campo de acción de piratas, entre los más temidos Black César, un corsario negro que a principios del siglo XVIII encontró en estos islotes una zona perfecta para ocultarse tras el pillaje y, según cuenta la leyenda, enterrar alguno de sus cuantiosos botines. Emilio J. López_EFE

IMÁGENES: Vista del faro de Cayo Vizcaíno (1846) y la playa en Miami (Estados Unidos). EFE