Naia es el esqueleto humano más antiguo, completo y genéticamente intacto encontrado hasta ahora en el continente americano. El doctor Chatters, investigador principal y uno de los codirectores explicó los avances del proyecto en la convención anual de la Society for American Archaeology (SAA), en Vancouver (Canadá).

Canal Patrimonio

Cráneo y el húmero izquierdo de Naia, en el fondo de Hoyo Negro, donde fueron descubiertos. Foto Archivo INAH-SAS.

 

Se trata de una de las investigaciones más importantes que lleva a cabo el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), a través de la Subdirección de Arqueología Subacuática, cuya titular es la maestra Pilar Luna Erreguerena, quien también dirige el proyecto de Hoyo Negro. Mediante diversos estudios y análisis efectuados en laboratorios de México, Estados Unidos y Canadá se sabe que el esqueleto corresponde a una joven de entre 15 y 16 años que vivió hace casi 13.000 en lo que ahora es la península de Yucatán. Entre 2014 y 2016, un equipo de espeleobuzos entrenado para el registro arqueológico que trabaja coordinadamente con expertos nacionales y extranjeros, recuperó 98 elementos del esqueleto de Naia. La conservación estuvo a cargo de la maestra Diana Arano Recio y de su equipo en la Sección de Restauración del Centro INAH Campeche. De cada uno de estos restos se tomaron placas de rayos X y tomografías en el Hospital de Especialidades de Campeche. Los científicos que colaboran en este proyecto, incluidos el propio doctor Chatters, de Applied Paleoscience DirectAMS, en el Estado de Washington, y los doctores Vera Tiesler y Andrea Cucina, de la Universidad Autónoma de Yucatán, han trabajado intensamente con estos restos óseos.

Como resultado de este esfuerzo colectivo, se sabe ahora que Naia medía 152 centímetros y pesaba un máximo de 50.4 kilos cuando estaba bien alimentada, ya que el estudio de sus dientes y sus huesos largos demostró que a menudo pasaba épocas de carencia extrema. Asimismo, se sabe que se había roto un brazo, el cual sanó antes de su muerte, la cual ocurrió al caer en la oquedad de 60 metros de diámetro y 55 metros de profundidad, conocida como Hoyo Negro. Uno de los hallazgos más significativos son múltiples líneas de evidencia, incluyendo el interior de su hueso púbico, que sugieren que Naia pudo haber dado a luz meses antes de fallecer. A decir de los especialistas, estos hallazgos proponen que la vida de los primeros pobladores de América, o por lo menos de algunos de estos grupos que llegaron a través del Estrecho de Bering, procedentes de Siberia, no fue idílica por encontrarse en una tierra nueva y abundante, sino al contrario, fue sumamente difícil y llena de carencias.

El esqueleto de Naia fue descubierto en 2007 por Alejandro Álvarez, Alberto Nava y Franco Attolini, miembros del Proyecto Espeleológico Tulum (PET), quienes junto con Roberto Chávez Arce y otros miembros del PET, han sido un elemento clave en los trabajos de descubrimiento y recuperación, no solo de los restos humanos sino de parte de un gran depósito de fauna pleistocénica extinta, que incluye gonfoterio, tigre dientes de sable, perezoso gigante, cánido y oso, y otros animales todavía existentes, como tapir, puma concolor y murciélago, entre otros. Además del apoyo del INAH para el estudio de Naia, se han recibido otros de National Geographic Society, Childrens’ Orthopedic Hospital de Seattle y la Universidad de California en San Diego, esta última a través del trabajo de Vid Petrovich y su equipo en el área de diseño de softwares para modelos tridimensionales tanto de los huesos como del propio sitio.

INAH

IMAGEN Y VÍDEO: Cráneo y el húmero izquierdo de Naia, en el fondo de Hoyo Negro, donde fueron descubiertos. Foto Archivo INAH-SAS.