El rompeolas de San Sebastián, la cala San Vicente de Mallorca, las norias de Jávea o la playa de Santa Cristina de Lloret de Mar fueron algunos de los paisajes marineros que pintó a lo largo de su vida el valenciano Joaquín Sorolla y que hasta septiembre se expondrán en CaixaForum Barcelona.

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“Sorolla, el color del mar” es la exposición que indaga sobre la mirada del artista, su particular modo de pintar al natural y de utilizar el color, centrándose en un total de ochenta obras dedicadas a su tema favorito y el más popular de su pintura. Obras conocidísimas como “El balandrito”, de 1909; “Pescadoras valencianas”, de 1915; o “Saliendo del baño”, también de 1915, forman parte de este proyecto, que ya se ha podido ver en la Fundación Museo Sorolla de Madrid y en Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria.

Su comisaria, Consuelo Luca de Tena, directora del Museo Sorolla, ha explicado que, sin embargo, ahora se han añadido cinco nuevos lienzos, procedentes de los fondos del Museo Carmen Thyssen de Málaga y de distintas colecciones particulares. Además, ha reconocido que su ubicación en las salas de CaixaForum, donde por primera vez desde su inauguración se han abierto las ventanas, le ha hecho descubrir nuevos matices. “Algunos de los cuadros que veo en el museo a diario es como si aquí se me hubieran revelado”, ha confesado.

Dividida en tres ámbitos -“El espectáculo incesante”, “Las horas del azul” y “De la naturaleza a la pintura”-, la exposición se complementa con unas grandes fotografías en blanco y negro en las que se ve al pintor trabajando en la playa, tomando apuntes siempre del natural, con un parapeto de tela protegiendo el cuadro y bajo una sombrilla en algunos casos. A la vez, se exhiben algunos objetos personales como algunos pinceles, un bote para aguarrás, una caja de pintura o una paleta de forma cuadrada y ejemplos de su correspondencia.

El mar como protagonista:

Luca de Tena, que ha calificado a Sorolla de “bulímico” de la pintura, ha comentado que su primer paisaje marítimo es de cuando tenía diecisiete años y hasta el final de sus días fue un tema recurrente, nostalgia de un paisaje valenciano que abandonó muy joven para recalar en Roma como pensionado y más tarde en Madrid, porque desde siempre tuvo la ambición de internacionalizar su obra. Triunfó en París en 1906 y también fue muy conocido en Estados Unidos, el país donde más obra suya se conserva después de España. Con más de 4.500 cuadros inventariados, la comisaria ha recordado que para él “no pintar un día era una tragedia”, y tanto lo hacía en unas pequeñas tablillas, de las que hay algunas en la exposición, como en grandes lienzos.

“No hemos pretendido -ha reconocido Luca de Tena- abarcar todo Sorolla, sino centrarnos en su tema favorito, el mar, y también hemos querido que en la exposición se hablara principalmente de pintura, que se vieran sus preocupaciones específicas respecto de la naturaleza”. De formación clásica, ha señalado que Sorolla descubrió en el agua fenómenos ópticos que le obligaron a hacer una pintura rápida, a la vez que fue siempre muy preciso sobre las horas del día.

Asimismo, fue un pintor que no quería alejarse de la representación de la naturaleza, aunque para Luca de Tena, “hay a lo largo de su vida un proceso de introspección, de poetización, que se aleja de la representación directa de la naturaleza y que acaba teniendo vida propia”. Toda su vida luchó, en su opinión, contra “la pobre miseria de los colores”, pensando que los pigmentos no hacían “justicia” al esplendor de la luz. Tras el éxito de la última gran exposición de Sorolla en Barcelona en 2009, los responsables de CaixaForum esperan que la gente vuelva a responder y tengan incluso que “gestionar” las colas. EFE

IMAGEN:  Un hombre fotografía “El balandrito”, de Joaquín Sorolla, una de las obras que pueden verse en una gran exposición presentada hoy en el CaixaFórum de Barcelona. EFE