El Salón Estufa del Museo Cerralbo vuelve a lucir como lo disfrutó el marqués que le da nombre gracias a la restauración, a cargo de la Real Fábrica de Tapices, de las cuatro piezas de producción bruselense que cubrían sus paredes, mientras que las cortinas francesas han regresado al Cuarto del Mirador.    

Canal Patrimonio

Hace casi dos años se emprendió este proyecto de recuperación textil, en el que la Secretaría de Estado de Cultura ha invertido algo más de 263.000 euros y que ha permitido devolver su esplendor a los cuatro tapices del Salón Estufa, del siglo XVII, tras un trabajo de investigación histórica y de limpieza y restauración.    

Las dos piezas más destacadas de dicha estancia son el tapiz con representación de La Fortuna, obra del taller de Franz van den Hecke según cartón de Antonie Sallaert, y el de una batalla, que pudiera ser la de Escipión el Africano contra Aníbal, que conserva el anagrama del taller de François Tons.    

Tons desarrolló su carrera primero en Bruselas y luego en España, adonde se mudó con el mecenazgo del tercer duque de Pastrana y trabajó bajo el nombre de Francisco Tons. De demostrarse que el tapiz que firma Tons y que se exhibe en las escaleras del Cerralbo fue hecho en la manufactura de tapices de Pastrana (Guadalajara), el museo sería “el único con dos tapices de Tons de sus dos épocas de trabajo”, ha dicho el conservador de la Real Fábrica de Tapices Antonio Sama.    

Una minuciosa restauración

Siguiendo la moda de la época, los marqueses de Cerralbo utilizaron tapices de su colección para embellecer paredes y como cortinas y, dado que el objetivo de la intervención era “volver a los principios estéticos de la exposición original”, se tuvieron que idear sistemas para evitar que el ondulado afecte al tejido y que los flecos añadidos no añadieran un peso arriesgado para su integridad, ha expuesto Antonio Sama.    

Cada pieza ha necesitado un trabajo particular porque su estado y las intervenciones posteriores efectuadas eran distintas, apuntaba a su vez la directora de la Unidad de Restauración de la Real Fábrica de Tapices, Verónica García, aunque en líneas generales todos presentaban suciedad, deshidratación de fibras, manchas, deterioros estructurales y deformaciones.    

En cuanto a las cortinas del Cuarto del Mirador, consideradas una “magnífica expresión de la Edad de Oro de la tapicería”tercer cuarto del siglo XIX– y del Segundo Imperio francés, fueron tejidas en los talleres de Aubusson-Felletin y, al igual que todas las que guarnecen los ventanales de este palacio de finales del siglo XIX, reflejan el gusto burgués por el tapiz de colores vivos y cálidos y de complejo repertorio ornamental. 

IMAGEN: Fachada de la Real Fábrica de Tapices. EFE/Archivo