Fernando Botero llegó a la cúspide artística a base de ensayo y error, probando distintos estilos que midieron su creatividad y le enfrentaron a los moldes; un recorrido por su trayectoria que se plasma en una exposición que cuenta con 54 obras que podrá visitarse hasta el 28 de octubre  

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La exposición “El joven maestro. Botero, obra temprana”, está divida en tres etapas del artista, con obras realizadas en Colombia, Estados Unidos y Europa; y que según su comisario, Christian Padilla, es un recorrido que “explora un artista ecléctico, joven, con ganas de romper con los moldes”. También se evidencia su exploración de movimientos artísticos como el expresionismo abstracto, hasta llegar al “boterismo”, distinguido en todo el mundo por alterar el volumen de los cuerpos y los objetos.

 

El primer periodo se sitúa entre 1948 y 1954, y se denomina “El Giotto es mucho mejor que Playboy” . Recibe ese nombre porque por entonces Botero coleccionaba las revistas Playboy y realizaba copias de sus desnudos. Cuando mostró dichos dibujos a su maestro de pinturas,  Rafael Sáenz; éste le dijo que eran horrendos y le mostró cuadros del pintor renacentista Giotto. En esta primera etapa se muestran los primeros trabajos en acuarela, característicos de la escuela antioqueña.

 

Aquí, los visitantes pueden ver “Boceto para Frente al Mar”, un esbozo del trabajo en óleo con el que ganó el segundo premio del Salón Nacional en 1952 a los 20 años. La obra original “Frente al Mar” recrea una escena que Botero observó en Tolú, en el caribe colombiano, cuando una persona estaba siendo arrastrada hacia su lugar de tortura. Esta imagen, que plasma el “conflicto bipardista” de liberales y conservadores entre 1948 y 1958, conocido como “La Violencia”, puede considerarse como el primer trabajo con tintes políticos del artista.

 

 

El segundo periodo, “Solamente Hércules o Sansón podrían alzar la mandolina”, se encuadra entre los años 1955 y 1957.  Contiene sus primeras obras hechas en Europa y evidencia la admiración de Botero por el artista mexicano Rufino Tamayo. Durante ese lapso de tiempo empezó a jugar con los volúmenes de los objetos, en especial en la serie de las mandolinas de 1956 y 1957. Al ver esas alteraciones, la crítica dijo que esas formas solo podrían ser alzadas por Hércules o Sansón.A raíz de este juego con el volumen, su obra empieza a tener un enfoque por las naturalezas muertas, aunque su tarea pendiente era trasladar esa técnica hacia los cuerpos.

 

La exposición la cierra “Botero NO triunfó en Nueva York” , referente a la tercera etapa entre 1958 y 1963, que recuerda un respuesta sarcástica del pintor a la negativa recepción de su obra por parte de la crítica neoyorquina.Entre los cuadros expuestos sobresale “Camera degli Sposi (Homenaje a Mantegna) II”, donde conmemora el mural homónimo que realizó el italiano Andrea Mantegna para el palacio ducal de Mantua. Durante esos años Botero fue partícipe del estilo impuesto por el expresionismo abstracto y se observan en los cuadros “líneas nerviosas” como también “violencia” en las pinceladas, explica Padilla.

 

Habiendo comprendido una larga búsqueda por su identidad, se dio cuenta, alrededor de 1962, de que esa corriente artística era “ajena” a sus intenciones, agrega el comisario. Finalmente, en 1963 logra dar la “estocada final” a su recorrido introspectivo, y encuentra en rasgos del pop los detalles que culminan con el “boterismo” que conocemos hasta la fecha.    

 

IMAGEN: Varias personas observan la obra “Camera Degli Sposi (Homenaje a Mantegna)” de Fernando Botero en el Museo Nacional en Bogotá (Colombia). EFE