El año 1066 fue una fecha clave para Europa occidental; fue en su otoño cuando el nieto de un curtidor se hizo con el trono de Inglaterra. Conocemos lo que ocurrió entonces por diversas fuentes escritas, pero la mejor de todas es un relato figurado, un verdadero precedente del cómic e incluso del cine, una obra única, admirable en sí misma y admirablemente conservada: Es el Tapiz de Bayeux, que recibe su nombre de la ciudad francesa donde se guarda. Pero pongámonos en situación.

Canal Patrimonio_ Jaime Nuño González

Detalles del Tapíz de Bayeux, siglo XI, con la autorización especial de la Ville de Bayeux

Hacía tiempo que los vikingos asolaban, entre muchos otros lugares, las costas atlánticas. Pero poco a poco estos hombres del norte, esos normandos, van haciéndose hueco en las tierras que saquean, creando, ya a principios del siglo X, en la orilla francesa del Canal de la Mancha, un condado feudatario del rey de Francia: Normandía. Convertido al cristianismo, este aguerrido pueblo se erige en barrera de contención frente a sus parientes nórdicos, fortaleciendo su territorio, que un siglo más tarde se transforma en ducado y que, como cualquier otro estado, ambiciona con expandirse. En 1035 la corona recae en un niño de apenas 7 u 8 años, Guillermo, llamado el Bastardo, único hijo varón del duque Roberto el Magnífico, tenido con Herleva, concubina de humilde origen, hija de un curtidor. Al otro lado del Canal, casi a la vista, se alzan las islas británicas, que parecen haber desafiado siempre cualquier intento de conquista pero que sin embargo recibieron sucesivas invasiones de anglos, sajones y daneses. A mediados del siglo XI el rey de Inglaterra es Eduardo el Confesor, quien concilia en su persona la compleja herencia de esos tres pueblos. Su agitado reinado puso de manifiesto una serie de tensiones que explotarían en 1066, cuando Eduardo murió sin heredero y tres candidatos aspiran a la herencia de su trono: su cuñado inglés Harold Godwinson, su primo Guillermo de Normandía, y el aguerrido y legendario rey de Noruega Harald Hardrada. Tras el fallecimiento de Eduardo en enero de ese año, los nobles anglosajones –ya muy emparentados con estipes noruegas y danesas− nombraron soberado a Harold, comenzando, como no podía ser de otra manera, las reclamaciones de los otros dos pretendientes, que pronto llegaron con sus tropas a la isla. El primero en hacerlo, en septiembre, fue el noruego, que sería derrotado y muerto por los anglosajones en la famosa batalla de Stamford Bridge; unos días después arribó con su ejército el normando, que se enfrentó, derrotó y mató a Harold en la no menos famosa batalla de Hastings, que tuvo lugar el 14 de octubre. Con su victoria, Guillermo, se convirtió en rey de Inglaterra, por cuya hazaña ha pasado a la Historia con otro mote más heroico: el Conquistador.

El relato de lo que ocurrió en la vertiente anglosajona y normanda entre el año 1064 y el día de la batalla de Hastings se cuenta de manera pormenorizada en el Tapiz de Bayeux, en realidad un inmenso bordado del que se conservan 68,38 m de longitud y 0,5 m de anchura, en el que, sobre un lienzo de lino −conformado por nueve trozos cosidos−, se han “dibujado” escenas y textos con hilo de lana de diversos colores. En su rica iconografía se han cuantificado 1515 personajes, animales y objetos, configurando –según se ha aceptado tradicionalmente− 58 escenas que, de forma cronológica y acompañadas por textos explicativos en latín, cuentan los acontecimientos que culminaron en la conquista normanda de Inglaterra.

Se abre el tapiz con una imagen del rey Eduardo en su trono, para dar paso a un viaje realizado por Harold a Normandía, donde fue apresado. Liberado a instancias de Guillermo, acabará acompañando al duque de Normandía en una campaña contra los bretones, al final de la cual, el inglés es armado caballero, jurando sobre unas reliquias lealtad a Guillermo y que no le obstaculizará en su acceso al trono de Inglaterra. El regreso de Harold a su país se produce poco antes de la muerte de Eduardo, que es enterrado en la recién construida abadía de Westminster, mientras que los nobles entregan a aquel la corona. Enterado Guillermo de la situación −acusó de perjuro a Harold y fue avalado en ello por el papa− preparó la invasión, que es relatada con sumo detalle: desde cómo se construyeron los barcos, la preparación de bastimentos y armas, cómo se realizó la travesía del Canal, los saqueos que los normandos perpetraron ya en Inglaterra, la construcción de un castillo en Hastings y finalmente el desarrollo de la batalla. La lucha también es descrita de forma pormenorizada y con gran movimiento, destacando el episodio en el que corrió el rumor de que Guillermo había sido abatido, levantándose entonces el duque la visera del casco para demostrar que seguía vivo e insuflar ánimos a su tropa. La escena 57 reproduce la muerte de Harold y el relato se interrumpe en la siguiente, la desbandada del ejército anglosajón. Perdido el resto del tapiz, se desconoce cómo pudo continuar y donde terminaría el relato, aunque cabe suponer que habría escenas de reparto de botín, culminando probablemente con la coronación de Guillermo como rey. Pero, además del discurso histórico, este bordado es un gran escaparate de la vida del momento, no solo de la militar, sino de las construcciones, herramientas, aperos y hasta modas personales, donde se aprecia la inclinación de los ingleses a llevar bigote y de los normandos a raparse la mitad posterior del cráneo.

A pesar de la claridad de lo que cuenta, hay muchos debates abiertos sobre numerosas cuestiones, especialmente acerca de por qué, cuándo, quién y para dónde se hizo. La mayor parte de los autores que lo han estudiado sostienen que probablemente fue confeccionado a instancias del obispo Odon de Bayeux, medio hermano de Guillermo y que aparece también retratado ahí en varias ocasiones, que casi con seguridad fue hecho en el sur de Inglaterra y que su destino sería contar al pueblo estos hechos y guardar la memoria de ellos, exponiéndose unos días al año en el interior de la catedral de Bayeux, como consta que se hacía todavía a finales de la Edad Media. Verdaderamente es un canto a la gran hazaña de Guillermo, quien, por su origen, tuvo muchas dificultades para consolidarse como duque en su propia tierra y que, quizás por ello y como hombre de su tiempo, tuvo que ser valiente, decidido y, a veces, también despiadado; el mismo obispo Odón lo sufriría en carne propia poco después. Cualificado y calculador líder, su vida y su época fueron de un vértigo rico en matices, como bien se manifiesta en el breve periodo que recoge el tapiz, casi setenta metros de intensa Historia que no es fácil explicar en apenas dos páginas.