A finales del siglo XIX, el Greco no era un pintor especialmente aceptado en los cánones artísticos del momento, pero empezó a ser reivindicado por un grupo de modernistas encabezado por Santiago Rusiñol, como recuerda el Museo Carmen Thyssen de Málaga en una exposición temporal, que sirve de antesala a “Casas-Rusiñol. Dos visiones modernistas”, que podrá verse el próximo mes de noviembre.

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Se trata de un proyecto expositivo que la pinacoteca denomina “de contexto”, con cuatro piezas cedidas por el Museo del Cau Ferrat, de Sitges, y que sirve como antesala de su próxima muestra temporal, “Casas-Rusiñol. Dos visiones modernistas”, que abrirá en noviembre, además de coincidir con la conmemoración del cuarto centenario de la muerte del Greco. Todo comienza en 1893, cuando Rusiñol compartía piso en París con los también pintores Ignacio Zuloaga y Pablo Uranga y el periodista Josep Jordá, quien supo que en casa del artista Laureá Barrau había dos obras del Greco y su taller, depositadas allí por el industrial Pau Bosch, ha explicado hoy en la presentación la directora artística del Museo Carmen Thyssen, Lourdes Moreno.

“Zuloaga hablaba constantemente del Greco, que era relativamente desconocido, pese a que su obra estaba en el Prado, pero por la extrañeza de las proporciones de sus figuras y por el color exaltado; en el XIX, cuando se reivindicaba el clasicismo, no estaba en lo oficial y reconocido en ese momento”, ha añadido. Por su procedencia burguesa, Rusiñol era el único de los compañeros de piso con posibilidades económicas de comprar esas dos obras del Greco, y finalmente lo hizo por mil francos, unas 1.200 pesetas al cambio de la época. Esas dos obras eran “Magdalena penitente con la cruz” y “Las lágrimas de San Pedro”, que era la preferida del grupo de Rusiñol y Zuloaga y que está presente en la exposición del Museo Carmen Thyssen.

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La llegada de los dos cuadros al Cau Ferrat, la casa y estudio de Rusiñol en Sitges, fue todo un acontecimiento, ya que se produjo durante la denominada Tercera Fiesta Modernista, cuando organizó una procesión con un punto irreverente en la que intervinieron más de medio millar de intelectuales catalanes. Después de llegar a bordo de un tren, las dos obras fueron portadas por Ramón Casas, Enric Clarasó, Eliseu Meifrén y Ramón Pichot, entre otros, mientras que otros dos asistentes a caballo portaban el estandarte de Cau Ferrat, en cuyo salón principal quedaron instalados los cuadros.

Junto a este “San Pedro” del Greco y su taller, se puede ver en Málaga la copia de esta obra que realizó Zuloaga y otra copia más, en este caso la que el propio Rusiñol hizo de una de las obras más emblemáticas del pintor cretense, “El caballero de la mano en el pecho”. El cuarteto de piezas de esta exposición se completa con un retrato dibujado por Ramón Pichot en el que aparece Rusiñol con la mano en el pecho como muestra de admiración al Greco, ataviado con un gabán y con el rostro macilento por la enfermedad que sufría. “La idea de modernidad va unida a la de una actitud moderna, no sólo en la pintura, sino también en una forma de estar activos y potenciando la vida artística de los lugares donde se encontraban”, ha apuntado la directora artística del Museo Carmen Thyssen. EFE_José Luis Picón

IMÁGENES:  Una mujer ante la obra de Santiago Rusiñol “Copia de la mano en el pecho, 1897”, que el Museo Carmen Thyssen de Málaga ha presentado en la exposición del proyecto de contexto “El Greco-Rusiñol” y un fotógrafo tomando imágenes de la obra “Lás lágrimas de San Pedro” 1595-1614, del Greco y taller. EFE