El arquitecto vallisoletano Fernando Cobos comenzó su trayectoria profesional estudiando jardines renacentistas y a lo largo de su carrera ha intervenido en decenas de edificios religiosos, como Santa Margalida en Palma o la ermita de San Saturio en Soria. Su trabajo le ha llevado también a edificios civiles tan emblemáticos como el Hospital de los Reyes Católicos de Santiago de Compostela. Sin embargo, en lo que está especializado y en lo que ha alcanzado gran fama dentro y fuera de nuestras fronteras es en la restauración y conservación de edificios y conjuntos defensivos. Por algo en su tierra lo llaman “el arquitecto de los castillos”. A largo de esta entrevista nos demuestra que la investigación es el pilar fundamental de cualquier intervención, dado que, como bien explica, la buena arquitectura no nace de un papel en blanco

Una entrevista de Jaime G. Prado

 

¿Qué tiene de especial la restauración y conservación del patrimonio arquitectónico?

Tiene muchas cosas especiales. Para mí, la parte más importante es que siempre empiezas de cero. Tiene que haber un trabajo de investigación previo muy potente -exhaustivo, intenso, multidisciplinar- si quieres que el resultado tenga éxito y eso es lo que lo hace especial. A partir de que conoces el edificio en profundidad es cuando te atreves a intervenir. Pero también es cierto que la arquitectura en general debería reflexionar sobre el lugar, sobre la tradición constructiva y la naturaleza del espacio que ocupa. Es decir, que la buena arquitectura nace de un papel en blanco o, por lo menos para mí, no debería hacerlo…

Y dentro de esta rama, concretamente, ¿qué te llevó a especializarte en edificios y conjuntos defensivos? 

Fundamentalmente a la arquitectura militar llego por algunos campamentos de trabajo de los Amigos de los Castillos y también porque mi tesis doctoral termina siendo sobre fortificaciones. Voy a Italia y veo que hay castillos de la primera época renacentista que se parecen mucho a otros que tenemos aquí, como el de la Mota o Coca, y luego descubro que estos no solo es que se parezcan mucho sino que son anteriores y más complejos que algunos italianos de Francesco di Giorgio Martini y de otros maestros renacentistas. Ese fue el embrión de mi tesis doctoral y a partir de ahí empecé a trabajar sobre la fortificación.

En tus intervenciones públicas hablas mucho de disfrutar, de divertirte… ¿Qué es lo más apasionante de intervenir en un castillo?

Sin duda, investigar. Todos los edificios son distintos. Una iglesia románica se parece bastante a otra iglesia románica, pero un castillo no se parece en nada a otro. En la fortificación, lo que más me apasiona es su variedad y complejidad. También que están por hacer, sin tocar, en ruinas, que hay que excavarlos. Todo el trabajo de investigación y de descubrimiento es importante. Entender primero por qué ese lugar es especial y luego, con tu intervención, intentar transmitírselo a los visitantes.

 

Cornatel

 

“Lo que más me apasiona de intervenir en fortificaciones es su variedad y complejidad. Todos los castillos son distintos. Tienes que entender por qué un lugar es especial y con tu intervención transmitírselo al visitante”

 

Hablemos de materiales y libertad creativa del arquitecto. ¿Caben nuevos materiales en la recuperación de monumentos históricos?

Eso de la libertad creativa es una historia muy divertida. Parece que el arquitecto que se dedica a la restauración del patrimonio no es libre como el que interviene en obra moderna, pero no es verdad. El arquitecto que se dedica a la obra moderna también tiene normas urbanísticas y tiene clientes. Los clientes vivos son mucho más pesados que los clientes muertos. Es decir, para mí el cliente es el monumento y, si no le llevas mucho la contraria, te sueles llevar bien con él; mientras que con un cliente moderno puede ocurrir que tenga unas ideas muy distintas a las tuyas.  Si nos ponemos en la idea del arquitecto estrella que tiene una hoja en blanco y siempre hace su idea preconcebida independientemente de que el edificio luego aterrice en Burgos o Sidney, pues entonces, efectivamente no eres libre. Pero si entendemos por libertad la capacidad de crear en función de unos condicionantes determinados que impone el lugar y el contexto -que impone muchas cosas- eres tan libre o incluso más que otros profesionales del sector.  No olvidemos que estamos haciendo obra pública y, por tanto, hay un componente de creatividad importante. Eres más libre que muchos arquitectos que se dedican a hacer viviendas unifamiliares.

 

En cuanto a los usos, ¿eres partidario de la musealización de los castillos, como ocurre en la mayoría de los casos, o ves factible dotarlos de vida con otros usos? 

Yo siempre pongo un ejemplo con iglesias, no con castillos, pero con iglesias es más fácil ¿Es lícito hacer una tienda de ropa en una iglesia? Bueno, si es como la tienda de Zara en Salamanca, por ejemplo, a mí me parece bien; si la Iglesia es San Baudelio de Berlanga, pues no, me parece mal. Depende un poco de qué monumento estemos hablando y de cuáles son los valores que le reconocemos. En España hay 5.000 castillos. No todos van a ser un museo de los castillos, eso sería terrible, y no todos son hitos de la historia de la arquitectura. Los hay mejores y peores. Lo que no puedes hacer es traicionar los valores del monumento, pero para eso tienes que estudiarlos primero y conocerlos. Si tratas de no traicionar esos valores e intentar potenciarlos, en general, todo cabe o casi todo, siempre y cuando sea compatible.

 

“En España hay 5.000 castillos y no todos son hitos de la historia de la arquitectura. A la hora de intervenir una fortificación, mientras no traiciones sus valores e intentes potenciarlos, todo tiene cabida, siempre que sea compatible

 

Ponferrada

 

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