Francia recuerda en tímidos homenajes a la figura del ingeniero Gustave Eiffel, autor de la mítica torre parisina que lleva su apellido y de decenas de obras en todo el mundo, cuando se cumple el noventa aniversario de su fallecimiento.
Canal Patrimonio- EFE
Dijon, donde nació en 1832, o Levallois, en cuyo cementerio fue enterrado, son las dos únicas localidades que han rendido homenaje con un acto conmemorativo y una exposición a este célebre francés cuyas obras se pueden admirar desde Portugal a Vietnam, pasando por Chile, Filipinas, Estados Unidos o Hungría. El autor del monumento más visitado de París fue “un hombre excepcional y un gran emprendedor”, señala Bertrand Lemoine, director de investigaciones en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia (CNRS) y experto en su obra.
Con solo 35 años fundó su propia empresa de “carpintería metálica”, y empezó a hacerse un nombre a partir de puentes de hierro como el de María Pía (1877) sobre el río Duero en Oporto o el de Garabit (1884), un puente ferroviario al sureste de Francia cuyo arco central de 165 metros fue el mayor de su época. Estas y otras obras, como la estación de la ciudad húngara de Pest (1877), el Observatorio de Niza (1887) o la estructura interna de la neoyorquina Estatua de la Libertad (1886), forjaron su reputación.
La Torre Eiffel
De todas sus creaciones, no obstante, es la famosa torre parisina, diseñada para la Exposición Universal de 1889, la que ha dejado su apellido en el recuerdo colectivo. La torre se convirtió en símbolo, sobre todo por su altura, porque el hecho de que se pueda observar desde cualquier punto de la ciudad fue la clave para que llegara a ser “carné de identidad” de la capital francesa. Ideada con la intención de ser destruida 20 años más tarde, Eiffel encontró finalidades a la torre que la hicieran perdurar y, sobre todo, “la posibilidad de instalar una antena de radio de largo alcance” que tuvo un importante papel en el espionaje durante la ocupación alemana (1940-1944).
Pese a sus difíciles comienzos con algunos importantes intelectuales en contra de su construcción, pronto se ganó la aceptación popular y empezó a ser fuente de inspiración para artistas. “La torre fortaleció la creación del mito de París como capital internacional” y se convirtió en símbolo de la ciudad, algo curioso, según Lemoine, “viniendo de un monumento de hierro en una ciudad que es sobre todo de piedra”.
El caso de Panamá
En 1887, el mismo año en que se inició la construcción de la emblemática obra, Eiffel acometió el encargo de construir las esclusas del canal de Panamá, que en la actualidad se sigue rigiendo bajo los principios que él ideó. La faraónica empresa no fue acabada por el francés, que resultó inculpado por estafa y condenado a dos años de cárcel exentos de cumplimiento y a una multa de 2.000 francos por haber comenzado a ganar dinero con la obra antes de que estuviese terminada. “Como empresario no hay nada que se le pueda reprochar”, apunta el director del CNRS, pero lo cierto es que Eiffel nunca volvió a diseñar ninguna gran obra y centró sus últimos treinta años en la investigación científica.
“Fue un hombre excepcional que dedicó la mitad de su vida a la construcción como ingeniero y la otra mitad a la investigación meteorológica, aeronáutica y de transmisión de radio”, recalca el experto, que recuerda que fue entonces cuando construyó dos túneles de viento para pruebas de resistencia, uno de los cuales sigue activo.
IMÁGENES: La torre Eiffel vista desde uno de los cuatro pilares situados en los vértices de un rectángulo. Imagen del Ingeniero francés y fotografía antigua de la construcción de la mítica Torre Eiffel. EFE/Archivo