La exposición “Goethe y Francia” rescata, en un espacio bajo tierra en Ginebra que recuerda a una bodega subterránea, la relación de amor-odio entre el alemán y la cultura gala, fiel compañera del poeta durante toda su vida.

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Exposición Goethe y Francia
Es ampliamente sabido que, en su formación como escritor universal, Goethe fue influenciado por otras culturas además de la alemana -en especial la griega, la arábiga, la inglesa o la italiana-, pero el impacto en su obra de los acontecimientos en la vecina Francia es menos reconocido. “La relación entre Goethe y la cultura francesa fue de amor-odio”, explica Jacques Berchtold, profesor y director de la fundación Martin Bodmer, un museo-biblioteca dedicado a la conservación del pensamiento universal en los libros en Ginebra, que acoge la muestra hasta abril.

Aunque su producción artística fue muy innovadora -sobre todo en la creación del mito moderno que supuso “Fausto”- Goethe era muy conservador por lo que no aprobó los cambios políticos ocurridos a finales de siglo XVIII en el país vecino. Como “amante del orden”, la “violenta, multitudinaria y vulgar” insurrección provocó en él un gran rechazo que plasmó tanto en sus obras publicadas “El ciudadano general” y “La hija natural” como en borradores que cayeron en el olvido como la sátira “El viaje de los hijos de Mezaprazon”.

Junto a los borradores de “Fausto” y los dibujos que el pintor romántico Éugene Delacroix realizó para ilustrar la edición francesa de la obra maestra del poeta, las 31 páginas que se conservan del manuscrito son, por su rareza, la joya de la corona de la muestra, formada por 90 primeras ediciones y otros artículos. Con “El viaje de los hijos de Mezaprazon”, Goethe pretendía dar “una respuesta literaria ambiciosa” a la insurrección. No obstante, el alemán acabó desechando su publicación tras la derrota de la campaña de Francia en 1792, en la que las tropas de los príncipes germánicos intentaron, sin éxito, detener a los revolucionarios.

Paralelismos entre Napoleón y Julio César

La llegada de Napoleón al poder fue, en cambio, un alivio para Goethe, que estuvo a punto de inmortalizar la historia del emperador galo a través de una obra de teatro sobre la vida de Julio César. Prueba de su admiración mutua es la cruz de la legión que el emperador entregó al pensador alemán y que este lució con orgullo, incluso después de la retirada de sus tropas de territorio alemán. Se trata de un objeto que salió por primera vez de Weimar para completar la muestra.

A nivel artístico, pese a que Goethe nunca comulgó con el ideal de literatura francesa imperante en la época, ésta influyó en su obra. Es innegable que Goethe encontró consuelo en la escritura de la novela “Las desventuras del joven Werther” y se inspiró en la obra precursora del movimiento romántico, “La nouvelle Heloïse”, de Jean Jacques Rousseau. Por ello, sus originales se exponen juntos.

Como responsable de bibliotecas, teatro y ópera de la República de Weimar, Goethe dará a conocer entre sus compatriotas “lo mejor” de la literatura, música, pintura y dramaturgia gala de la época, por ejemplo, traduciendo él mismo obras de Voltaire y Racine. Además, el poeta rescató la obra “El sobrino de Rameau o la segunda sátira”, cuyo original de Denis Diderot cayó en el olvido hasta que una copia “ilegal” llega a las manos de Goethe, quien le da un título y lo traduce al alemán, posibilitando así la supervivencia de esta obra clave del autor francés.

Pero la influencia francesa fue especialmente fuerte en sus estudios sobre botánica y en la refutación de la teoría de los colores de Newton, una hazaña a la que Goethe se dedicó con especial pasión y por la que estaba convencido que pasaría a la posteridad. Que el pensador se dejara influir por autores de otros países no es de extrañar, apuntó el profesor, ya que, a lo largo de su vida Goethe “evolucionó contra un concepto de la literatura patriótica”, razón por la cual no fue bien considerado por el régimen nazi, pese a ser uno de los autores alemanes más importantes de la historia. Precisamente, su posicionamiento universalista se intenta utilizar en 1933 para unir las culturas francesa y alemana y curar enemistades, cuando el presidente de la República francesa pide personalmente al poeta Paul Valery que ensalce la figura de Goethe en una conferencia en la universidad parisina de la Sorbona.  EFE_Aina Martí Soler

IMAGEN: Fotografía facilitada por la Fundación Martin Bodmer, de manuscritos y primeros borradores de lo que sería “Fausto”, la obra maestra de Johann Wolfgang von Goethe Faust II, que forma parte de la exposición “Goethe y Francia”. EFE