Los organeros Berchtold Soergel y la riosecana Ana Caramanzana salvaguardan el arte, la música y la cultura de un instrumento del que hacen continua pedagogía.
Canal Patrimonio_Juan López/ ICAL
“La música alumbra la palabra. Y un órgano es referente de esa afirmación”. Un sonido de música celestial acompaña sus vidas. Artesanos de las notas más tradicionales, medievales, antiguas y bien documentadas. Los organeros Berchtold Soergel, alemán de nacimiento y vallisoletano de adopción, y la riosecana Ana Caramanzana pueden presumir de ser de los mejores. Requeridos para construir con sus manos nuevos instrumentos para España y parte de Europa, siempre basados en los documentos, muchos de ellos de la Edad Media, y tras rigurosos estudios; pero también para la restauración de los ya existentes, parte del patrimonio nacional, o para afinar el sonido de aquellos que, por fortuna, y recordando tiempos pretéritos, aún deleitan en lo que ahora denominan la ‘España vaciada’.
Referentes de las más históricas tradiciones ibérica y centroeuropea, dos estilos de fabricación de órganos diferentes, que han sabido alimentarse mutuamente durante los diferentes episodios de la Historia, el Taller Soergel, ubicado en Medina de Rioseco, se encarga de trabajar también por dar a conocer la restauración, pero principalmente la música y este tipo de sonidos. “Tiene que emocionar cuando se escuche. Sentirse. La música no simplemente debe ser algo que suena…”, repara Caramanzana, quien sabe bien de lo que habla. “Cuando estamos fabricando o afinando un órgano, estás tocando con tus manos esa madera, mimando un trozo de ese instrumento que luego tiene tanto que transmitir”, detalla.
La firma Soergel nació de la unión de esta pareja, que se conoció en algunos de los talleres más prestigiosos de Baviera, donde el germano trabajaba y la terracampina acudió para concluir una perfecta formación que ya apuntaba maneras. Tras casi dos décadas, son una referencia en España. Cuentan con un acuerdo con la Diputación de Palencia para afinar los órganos de las iglesias de esta provincia, que en verano acumulan conciertos semanales. “Lo gestionan muy bien. Además, los instrumentos están en el medio rural, en auténticas catedrales, y todo suma en la lucha contra la despoblación porque la gente va a verlo”, señala ella.
La repercusión de un órgano histórico
Uno de los principales hitos en los que han trabajado en los últimos años, concretamente en 2010, corresponde a la restauración del órgano de la iglesia de Santa María de Mediavilla, en Medina de Rioseco, procedente del prestigioso taller que el segoviano Francisco Ortega poseía en Marugán. Lo empezó en 1728 y lo concluyó cuatro años más tarde. Su actual emplazamiento lateral, y en altura, en la sillería, recuerda al estilo de esta tierra, “donde casi no hay sitio ni para el organista”, frente a los europeos, que se ubican en los coros. Por ello, asegura Berchtold Soergel, quien se define como “constructor de claves, el sonido “también es diferente”. “Mientras en unas iglesias se proyecta a lo ancho, en las otras a lo largo, con lo que la acústica cambia”, sostiene quien es uno de los principales expertos organeros en España.
Mientras se atreve a acariciar suavemente las teclas del órgano riosecano, e invitado por los presentes a tocar, el germano admite: “No es mi fuerte, yo sólo toco para comprobar el estado del órgano, pero para eso están los otros artistas”, ironiza, logran ese sonido “aterciopelado y redondo” de este tipo de instrumentos. Entre ellos, el francés Francis Chapelet, con una fundación radicada en Abarca de Campos (Palencia) y muy vinculado a Castilla y León. El artista parisino actuó recientemente en Rioseco ante decenas de entusiastas que pudieron comprobar la belleza de lo que no se ve en la música en la iglesia de Santa María.
Una máquina del tiempo: el taller
Cada matiz supone una personalidad diferente para el órgano barroco, desde el emplazamiento en la seo, hasta el sonido, la propia liturgia para que la han sido creados originalmente, que supone acompañar al canto eclesiástico. Pero esa identidad de la que presume cada instrumento se la aporta, en un porcentaje muy importante, su autor, su padre y su madre, quienes son la “salvaguarda de arte, sonido y cultura”.
Por ello, adentrarse en el taller de Soergel, en la calle Nueva de la Ciudad de los Almirantes, es ver el futuro con equipos actuales para desarrollar su labor, pero también significa regresar al pasado a través de los aromas de la madera, del olor del corte, nada de productos químicos, todo ecológico, con aceite de linaza, que propicia “un cambio de color, en función de la luz, y de la vibración”. Pero sobre todo, atravesar el marco de su puerta es una perfecta síntesis de datos sobre órganos, de historia documentada, de diálogo con dos personas que disfrutan con sus instrumentos. “Cuando trabajo lo hago con todos los sentidos. Para ver necesitas oír y escuchar”, relata Caramanzana.
En ese instante donde se explayan para explicar su última obra de arte: el nuevo órgano Positivo de Arca, del que tienen la patente y que incluso pueden alquilar o vender. “Se trata de “la alternativa al electrónico y no tiene fecha de caducidad si se cuida bien”, remata Berchtold, quien resume que tiene tres registros, de violón y flauta, gracias a la madera y que aporta sonidos “agradables y alegres”, y quincena, por el estaño, que “añade brillo a los juegos de madera sin caer en la estridencia”.
La caja está construida en nogal y el teclado es de boj, fabricado en “forma histórica”. “Es un instrumento ideal para acompañar la liturgia en capillas, para coros e instrumentalistas”, consideró el organista alemán. Quizás lo más relevante es que la pareja ha utilizado, gracias a su basta documentación, “tipos de mecánica de hace más de 350 años para su construcción”. Todo ello se puso en valor en un gran concierto en la Catedral Magistral de Alcalá de Henares, que al tener bóveda oval “mejoró aún más el sonido”. “Teníamos la presencia del obispo y de 180 sacerdotes. Y la acústica fue maravillosa”, matiza Caramanzana.
Además de este instrumento “tan especial” y la colaboración con la Diputación palentina, el taller destaca otros trabajos como la catalogación de todos los órganos de las diferentes diócesis de Galicia, “que fue muy bonito hacerlo y un descubrimiento”; también se intervino en la iglesia del Salvador, en Leganés; se celebró un concierto de ‘Música y poesía’ junto al bañezano Antonio Colinas, y Soergel fue ‘afinador oficial’ de la Semana de Música Sacra de Cuenca, uno de los más prestigiosos de España.
Y se ha fabricado un órgano de ‘regalía’, de nueva creación, pero tomando la base de los que existían en el siglo XVI, “época en la que tuvo apogeo gracias al compositor Monteverdi, que lo utilizó en sus obras, por su sonido áspero para representar el símbolo del infierno en su música y aportar tenebrismo y oscuridad”, relata Soergel. “Ha sido un reto llevar a cabo este órgano de regalía, porque teníamos escasa documentación histórica. Lo hemos plasmado en planos y se ha desarrollado”, apunta. Aunque se construyó para un particular que reside en Soria, el órgano se presentó con un concierto en la Capilla de los Benavente, en la iglesia riosecana de Santa María, Capilla Sixtina de Tierra de Campos. Así se hizo, a puerta cerrada, para resaltar la coincidencia de las época de las pinturas y del órgano.
“Una mujer de 70 años se me acercó recientemente en un concierto en Rioseco. Con lágrimas en los ojos me dijo que ahora ya sabía lo que era la música, con ese sonido. Porque todo pasa por la música en una iglesia: la resonancia, la vibración de la piedra, el eco, la luz, la arquitectura, los colores…”, se despide Caramanzana, con un recuerdo emocionado de aquella tarde. Y eso se llama pedagogía.
Imágenes: Miriam Chacón / ICAL