Vivimos rodeados de historias que creemos reales, pero cuando la curiosidad nos incita a indagar, buscando ver más allá, descubrimos que esos relatos que nos han contado se han ido configurando en base a ideas tergiversadas y falsos mitos que el tiempo ha dotado de un tono verídico. Es el caso de Vlad III de Valaquia, conocido como “El Empalador”, de Drácula y de su famoso castillo. ¿Quieres saber qué historia hay detrás?

 

Escribe – Cristina Párbole

Ilustra – Daniel Rodríguez

 

Todo aquel turista deseoso de conocer Rumanía, escribe en su lista de lugares imprescindibles a visitar el conocido castillo de Bran, o también llamado castillo de Drácula, una imponente fortaleza situada en una roca a más de 200 metros de altura. Lo que pocos saben es que este no fue el mítico castillo de Vlad Tepes, quien habría sido el modelo que inspiró al escritor irlandés para crear su obra más famosa, sino que la elección fue una artimaña del gobierno de Nicolae Ceaucescu por satisfacer la curiosidad de los primeros visitantes que llegaban a Rumanía deseosos de conocer el lugar donde transcurría la historia de ese Drácula creado por Bram Stoker. Estaba claro que las ruinas del castillo Poenari, auténtica morada del sanguinario Vlad Tepes, no lucían igual que la imponente fortaleza restaurada en tiempos del rey Luis I de Hungría.

El castillo Poenari se levantó en el siglo XIII y, en el siglo XV, se convirtió en el hogar de Vlad III el Empalador (la historia detrás de este personaje nos daría para otro artículo). Un bastión situado en un lugar inexpugnable, pues para acceder a él hay que subir unos 1500 escalones, que cumplía las expectativas del gobernador de Valaquia y sembraba de hermetismo y misterio todo lo que rodeaba su truculenta vida. El paso del tiempo hizo mella en el castillo quedando poco de la monumental estructura, por ello se consideró más oportuno dejar de lado su verdadera historia y buscar otro cuya silueta fuera más digna de albergar un personaje tan atractivo para el público, aunque no hubiera nunca estado en él o lo hiciera de una forma fugaz. Así es como el castillo de Bran, pasó a convertirse para el mundo en la casa de Drácula:

“Así como el diablo evita el agua bendita, haga lo propio con el castillo de Bran (Törzburg), al sur de Brasov. El castillo, levantado en el siglo XIII por la Orden de Caballeros Teutones y reconstruido por los ciudadanos de Kronstadt (Brasov), corresponde con tal exactitud al cliché de los castillos de Drácula que ni siquiera los turistas norteamericanos lo aceptan como residencia del príncipe Vlad Tepes. El guía para extranjeros muestra el dormitorio de Drácula, amueblado con una voluminosa cama con un dosel rococó que provoca la risa general; el filme y la realidad se superponen”. Ralf Peter Martin. Los Drácula. Vlad Tepes, el Empalador y sus antepasados.

Bram Stroker nunca visitó Rumanía y parece ser que no tenía gran conocimiento sobre la vida de Vlad Tepes. Por ello, han surgido multitud de teorías que intentan explicar cuál fue la fuente de inspiración del escritor. Unos dicen que recurrió a un orientalista húngaro que le asesoró en el personaje que quería crear, otros que no se inspiró en el “Empalador”, sino en el folclore irlandés. Incluso se ha expuesto que Stoker tras leer “El castillo de los Cárpatos”, obra escrita por Julio Verne unos años antes, se habría visto influenciado por ese mundo fantástico de vampiros ambientado en Transilvania. Sea cierto o no, de lo que no hay duda es que Stoker creó una de las mejores novelas de terror, sin ser consciente de que en torno a su obra se iba a crear todo un mundo de historias inventadas. Historias que afectaron incluso a esos castillos que en tiempos pasados fueron testigos de cruentos crímenes, y que ahora, observan a esos turistas, que cegados por el misterio y las leyendas, pasean por ellos sin ni siquiera mostrar un mínimo interés por conocer la verdadera historia que hay detrás.

 

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