Un exhaustivo análisis sobre los variados y prolijos elementos botánicos de la Cartuja de Miraflores de Burgos, nos hace comprender que su presencia no responde a criterios meramente ornamentales ni decorativos. Se cuenta con muy escasas referencias sobre el significado iconográfico de todo ese amplísimo programa vegetal, y por eso en este artículo los diferenciaremos por categorías y tipologías, planteando aquí una primera aproximación que inicie los caminos de múltiples ramificaciones.

Canal Patrimonio_ José C. Sanz Belloso

Ser simiesco con racimo de uvas. Sepulcro del Infante. Foto: Chuchi Guerra

Tras algunos estudios desarrollados anteriormente se pueden tener razones fundadas para interpretar muchas piezas artísticas de gótico tardío como portadas exteriores, bóvedas de crucería o nervadas, retablos, sepulcros, puertas de paso en patios y claustros, ventanas, baldaquinos y otras arquitecturas mayores o menores, como traslaciones miméticas de elementos de la jardinería medieval. Elementos vegetales de corta vida, que no han perdurado físicamente, se construían con plantas vivas o secas, o con ambas, con pies de árboles plantados, con ramas, ramilletes, tallos, guirnaldas, enramadas, trenzados, y sus hojas, flores y frutos correspondientes

El fundador de la Cartuja de Miraflores es don Juan II, rey que ordena su construcción sobre un asentamiento palaciego defensivo anterior. Cuenta con los edificios característicos de toda cartuja, con un zaguán, patio de acceso, iglesia, claustro, sala capitular, refectorio, celdas cartujas, dependencias auxiliares, jardines y huertas, y todo ello servido por un sofisticado sistema hidráulico. Solamente recordar que se trata de un conjunto extraordinario que destaca por ser uno de los más bellos y delicado ejemplo de arte gótico final, no solo castellano, sino europeo, especialmente cargado de hondos y múltiples significados. La Orden Cartuja desarrolla su misión ininterrumpidamente en Miraflores desde 1441. Sobre esta cartuja existen abundantes estudios estilísticos, artísticos, arquitectónicos, tipológicos… incluidos los sobresalientes sobre el retablo, las vidrieras y los sepulcros monumentales del especialista Joaquín Yarza, y sobre los que desarrollaremos nuestro planteamiento interpretativo respecto de la botánica tardo gótica, aspecto por ahora no tratado especialmente.

 

Sobre decoración y vegetación

Creemos que en la arquitectura y escultura góticas, en arquitecturas auxiliares o complementarias, en orfebrería y en otras manifestaciones culturales y artísticas del periodo gótico no se trataría simplemente de decorar por decorar, o por significar el poder económico y pericia técnica, aunque también.

Aquí nuestros análisis y propuestas se apoyan en un registro fotográfico muy minucioso del reino vegetal explorado, realizado por Jesús Guerra Martínez, que más que ilustrar, explica visualmente y evidencia los enfoques e interpretaciones iconográficas. También ha servido, por su altísima calidad y precisión, para indagar en diferentes procesos constructivos, en los sistemas de talla y labra en piedra y hasta identificar muchos detalles respecto de las numerosas y meticulosas texturas y acabados de las superficies. Se han podido distinguir especialmente las diferentes especies botánicas según sus tallos, las diferentes nervaduras de las hojas, la forma y bordes de ellas, los zarcillos de las trepadoras y los distintos brotes, y los tipos flores y frutos identificados.

 

El exterior

A la portada de la iglesia, con jambas y arco gótico con arquillos prolongando las exteriores, con pocos elementos vegetales, se contrapone la riqueza botánica en el interior, especialmente en el retablo mayor, en la sillería y de forma excepcional en los dos sepulcros monumentales, el de Juan II e Isabel de Portugal, este exento, y el del infante Alfonso, en un arcosolio lateral.

Para el historiador Jan Bialostocki buena parte de la intencionalidad artística, o plástica en el levantamiento de iglesias y catedrales, en el periodo gótico, se remitía a la idea del templo vegetal en piedra. Esta concepción de una arquitectura vegetal está muy presente en el denominado gótico florido, o más exactamente foliar o ramificado, que en España se denomina gótico Reyes Católicos, en Portugal Manuelino, y que perfectamente se podría apartar del término derivado del francés que lo califica como flamígero.

No es solo representar en piedra unos motivos o entramados vegetales, si no el querer que se identificase el templo exactamente con una construcción vegetal, con savia nueva, pujanza vegetativa y fuerza germinadora, guiando las ramas principales, entrelazando las secundarias, y organizando, eso que se ha venido denominando como hojarasca.

Lo que para algunos estudiosos es extravagancia, complicación y exuberancia decorativa, hojarascas y otras “yerbas”, podría considerarse como organismos biológicos vivos, congelados en piedra. En el caso de estudio, lo que se ha denominado generalmente como profusa decoración, mayoritariamente vegetal, no sería sino la manifestación de una estructura leñosa, con sus ramificaciones y toda una serie de guiados, trenzados, enramadas, emparrados…  Atendería a tres categorías en íntima conexión y jerarquización básicas: La identificación expresa de la pieza (portada, sepulcro, retablo…) con una composición vegetal viva, como un templete, baldaquino, quiosco, cenador… real,  en la que se disponen a su vez otras composiciones de rango menor, con su  significado alegórico, simbólico o emblemático principal.  El tratamiento de los elementos vegetales, en su disposición, tamaño, desarrollo… con especificaciones de cada planta pero seguramente con las implicaciones de sus asociaciones, por complementariedad y afinidades, o por contraposición y contraste, tanto botánico como simbólico. Otra sería la importancia del programa iconográfico constituido de las figuras humadas, divinas y animales, reales, alegóricos o imaginarios.  Todo ello en composiciones unitarias siguiendo un propósito rector determinado, una lógica constructiva medieval depurada, y una simbólica perfectamente organizada y operática.

La Cartuja exteriormente se recorta en el cielo como un plausible templo vegetal con los pilares-contrafuertes «troncos recios vivos» exteriores ramificados interiormente en las bóvedas de arista y del ábside, y exteriormente culminados por grandes brindillas coronadas o yemas germinales con ramas y hojas, que se interpretan tradicionalmente como pináculos decorados. La crestería netamente vegetal que recorre por fuera la coronación del templo acentúa este efecto, que se remarca con el remate de las aristas laterales del tímpano gótico del testero de la nave. Con sus bordes igualmente resueltos con un trenzado vegetal.

 

Cartuja de Miraflores
Cartuja de Miraflores. Foto: Chuchi Guerra

 

Portada de la iglesia

Se pueden identificar en la portada de la iglesia de la Cartuja, al igual que en la del Colegio de San Gregorio de Valladolid, cestones trenzados, de mimbre o avellano, tallados en piedra, sobre los que surgen vegetales, como emparrados lineales o en mazos cilíndricos. Estos segundos se atan en su arranque con cuerdas vegetales, en dos sistemas superpuestos e independientes, y que rematan en un cuerpo vegetal de hojas trenzadas.

Se trata de representar un tipo de cultivo de plantas vivas, en mazos y atadas que asegura su crecimiento mediante una cesta ceñida que protege su arranque y el enraizamiento, para facilitar el desarrollo vegetativo hasta ramificar con tallos, hojas y posteriormente fructificar.

En Miraflores de los cestones de las jambas nacen guirnaldas o emparrados lineales que recorren las arquivoltas ojivales con hojas y con unos frutos alargados que en ocasiones cuentan con granos de fruto, y por su desgaste y restos visibles no se pueden identificar con claridad como uvas. Este fruto granado será el tema recurrente en la Cartuja.

 

Interior de la nave de la iglesia

Todos los nervios radiales del ábside poligonal cuentan con caireles homogéneos formando un baldaquino que para nosotros se revela como la recreación de uno vegetal, en el que se asemejan a  tallos y hojas colgantes, como ramas unidas en su centro, coincidiendo este simbólicamente con la vertical del sepulcro de los Reyes.

El motivo del fruto granado, antes reseñado, se repite con profusión en diferentes elementos y obras del interior de la Cartuja, queriéndose significar como un topos: en las claves de las bóveda del espacio de entrada a la nave, en el retablo mayor, en el sepulcro del infante, en la sillería… En ninguno de los casos se asemeja a algún tipo de racimo de uva, ni de alguna especie de piña conocida, ni muchos menos de mazorcas de maíz, aún no descubierto. En el caso de los emparrados de vid los racimos se esculpen con exactitud.

En las orlas y guirnaldas generalmente trenzadas con parras y en otros elementos de la Cartuja, se identifican: bellotas, una especie de cardos, fresas, tallos de hiedras en desarrollo foliares, granados en fructificación, calabazas, cardinas y otras plantas diversas. Destaca un registro pictórico de muchas de ellas en la bordura de un paso con arco ojival que lo orla perimetralmente. Si sitúa  en el lado de la epístola al comienzo de la nave central. Al estar representadas con colores nos aportan valiosos datos botánicos e iconográficos. 

Otro capítulo completo daría para desarrollar estas cuestiones en los sepulcros de los reyes don Juan II y doña Isabel de Portugal, del infante don Alfonso, en la sillería y en esa orla.