El artista Julio López Hernández ha vaciado su estudio, “un extraño universo”, mágico, habitado por sus esculturas, del que han salido las obras para sus tres exposiciones estos meses en Madrid, la última inaugurada en la Galería Leandro Navarro, que coincide con la del Museo Thyssen.

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Artista Julio López Hernández, en su estudio, trabajando en una de las piezas

“El estudio está mustio y destartalado -dice el escultor-, aunque han vuelto las obras de la muestra que se inauguró en enero en la Academia de Bellas Artes está medio vacío”. Las tres exposiciones del artista en distintos espacios en un lapso de tiempo de cuatro meses han compuesto una extraña antológica. “Bueno, es una antológica azarosa, sin pretenderlo, con lo cual es más sorpresiva”.

La exposición en la Galería Leandro Navarro

Julio López Hernández, entre ayer y hoy” es el título de la exposición en la Galería Leandro Navarro hasta el 30 de junio, en la que se pueden ver una treintena de esculturas de formato mediano o pequeño, en bronce la mayoría, pero también en mármol y otros materiales, acompañadas de un libro del artista “Notas a pie de obra” y un catálogo en el que el historiador del arte Alfonso de la Torre comenta, en un diálogo con las “notas” del escultor, cada una de las obras. El escultor, uno de los grandes con Antonio López del realismo mágico o trascendente surgido en los años 50, al tiempo que la abstracción informalista, “ejerce el coraje de narrar, con un cierto aire compungido la vibración muda, el misterioso vivir de cada día”, con “un poderoso sentimiento de trascendencia” en palabras de Alfonso de la Torre, que se encerró durante varios días con el artista en su estudio para componer los textos del catálogo.

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La realidad -explica el escultor- no es solo objetiva, es múltiple y completa y nos da una visión del hombre misteriosa; la realidad puede ser impalpable, inaprensible y en ese sentido mi obra no se ciñe a ser una objetividad y potenciar al máximo la morfología humana, también es esa desaparición de lo corpóreo, la vida del espíritu, de lo etéreo, de lo que permanecerá más que tu mismo”. Las historias íntimas de sus personajes llenan las salas de la Galería, incluso las de aquellas esculturas fragmentadas, en las que el vacío y la desaparición de lo corpóreo son impactantes. “Creo que lo que me ha hecho a mí fragmentar las figuras, dejar que parte del ser desapareciera, ha sido esa especie de duda, de tremenda congoja con la vida por la pérdida de valores”.

El escultor, que acaba de cumplir 86 años, descubrió el poder y el significado de la fragmentación a partir de un “fracaso” en la fundición de una de sus obras ,”El niño en la cadera”, y muchas de las obras que se pueden ver en esta última exposición, fragmentadas, “son retazos de los últimos sueños”, confiesa el autor. “Eran obras que habían quedado en el estudio sin compañía cercana, dudando de su propia finalidad al no ser escogidas para las otras dos exposiciones y que conservaban un espíritu de lucha por encontrar un espacio original, por buscar la relación entre las personas y el espacio que las rodea”.

En esta exposición, muy cercana a la del Museo Thyssen, donde se pueden ver las grandes esculturas de “El Alcalde” o “El hombre del Sur”, hay piezas muy conocidas, como los bocetos de García Lorca (1985) o “Un pintor para el Prado” (1989), que tienen su ampliación frente al Teatro Español o el Museo del Prado. P

El estudio del artista

No le importa al artista el estado en que ha quedado su estudio. Habitualmente está abarrotado por sus personajes y sus historias, como se puede ver en las fotografías de Roberto Desiré, a pesar de que actualmente se encuentre vacío de obras ya que están en las diversas exposiciones. Y entre todos ellos el artista, escribe Alfonso de la Torre, que lo describe como “un lugar inmóvil, ubicado en un extraño universo”, en el que “estancia tras estancia quedan las esculturas habitando la casa” y con la luz “retornan a la vida del espacio”, en “su particular asamblea en el taller”. “El artista queda quieto, en la espera, cuerpo confundido entre el marasmo del taller de las esculturas. Vida interior: esculturas de Esperanza, sus nietos, familia o amigos. Objetos inmóviles. Cosas y fragmentos que ha visto. Julio silencioso, luz quieta”, observa Alfonso de la Torre. Concha Tejedor_EFE

IMÁGENES: Fotografías facilitada por Roberto Desiré tomada en el año 2015, en la que puede verse al artista Julio López Hernández, en su estudio. EFE/Archivo