Cuenta el cronista Lucas de Tuy que, al regreso de una incursión en tierras musulmanas de Cáceres, Alfonso IX de León “constituit scholas fieri Salamanticae”. Estos acontecimientos, que ocurrieron en el otoño de 1218, marcan el nacimiento de la Universidad de Salamanca.

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Fernando III confirmó el Estudio, pero fue Alfonso X quien en 1254 lo organizó y consiguió que en 1255 el papa Alejandro IV le concediera la “licentia ubique docendi”, es decir, la validez internacional de sus grados. Este documento alfonsí es el origen de la Biblioteca Universitaria, ya que crea la figura del Estacionario o encargado de mantener buenos e correchos los textos revisados por los maestros.Fernando III confirmó el Estudio, pero fue Alfonso X quien en 1254 lo organizó y consiguió que en 1255 el papa Alejandro IV le concediera la “licentia ubique docendi”, es decir, la validez internacional de sus grados. Este documento alfonsí es el origen de la Biblioteca Universitaria, ya que crea la figura del Estacionario o encargado de mantener buenos e correchos los textos revisados por los maestros.

Aunque esta mención revela ya cierta actividad bibliotecaria, no habrá una sala específica hasta el siglo XV, cuando hacia 1465, por orden de las constituciones papales, que obligaban a crear “una domus intra Studium” para pecias y libros, se habilita un espacio provisional en el naciente edificio de las Escuelas Mayores. Años más tarde, en 1473, los claustrales aprobaron la construcción de una biblioteca ubicada sobre la capilla de San Jerónimo, que fue cubierta por las pinturas de tema astrológico de Fernando Gallego conocidas hoy como “Cielo de Salamanca”.

Por reformas en la capilla y tras crecer el número de libros, comenzó la construcción de una nueva librería en 1509, en la planta alta del claustro. Las obras finalizaron poco después de 1512 y para acceder a la biblioteca se construyó la escalera renacentista que aún hoy existe, con un programa alegórico de ascenso hacia la sabiduría.

Esta nueva sala, que acusó pronto defectos de construcción, se hundió parcialmente en 1664 y, tras sucesivas intervenciones, fue reconstruida en 1749. Mientras tanto, a la sombra de la Universidad, surgieron conventos de distintas órdenes y sobre todo colegios seculares –una veintena de menores y cuatro mayores, de los seis que existían en la Monarquía hispánica–, cada uno con su propia biblioteca.

La Biblioteca nacida de las obras de 1749 ocupó el mismo espacio que la anterior, conservando la portada gótica y la reja de 1526, y quedó configurada tal como puede verse hoy: un salón abovedado rodeado de estanterías a dos alturas, cuyas esquinas están coronadas por estatuas que representan la Ocasión con la Penitencia, Mercurio, la Fecundidad y la Fortuna. La sala alberga también mobiliario del Colegio Mayor de San Bartolomé, los “libros redondos y gordos” que empezó a adquirir el escritor y catedrático Torres Villarroel, y el retrato del Papa Clemente XII, mecenas de la Librería.

 

Frente a la puerta principal y adosada a la fachada plateresca del edificio, se encuentra la cámara de manuscritos e incunables, que contiene los armarios decorados en 1614 por Martín de Cervera, con puertas que representan escenas cotidianas de maestros y alumnos en sus aulas, así como la antigua arca de cinco llaves de la Universidad.

Poco después de la reconstrucción de la Biblioteca, el fondo bibliográfico creció sustancialmente, pues a las compras y sucesivas donaciones de profesores y estudiantes se unieron los libros trasladados a la Universidad tras la expulsión de los jesuitas en 1767. Por este concepto llegaron a la Biblioteca alrededor de 12.000 volúmenes. El ingreso fue especialmente rico en obras de los siglos XVI y XVII de Teología, Filosofía y Clásicos latinos y griegos, con algunos manuscritos excepcionales, como el lujoso Séneca traducido al castellano por el humanista Alonso de Cartagena en el siglo XV. 

Otra disposición real, la desaparición de los colegios con Carlos IV, aportó otros 22.000 volúmenes. Puesto que todos los colegios tenían ejemplares de las lecturas obligatorias recogidas en los estatutos y de obras fundamentales de cada materia, la Biblioteca consiguió así diversas ediciones de las mismas obras e incluso duplicados de ediciones raras. Mención aparte merecen los más de 1.000 manuscritos de los colegios mayores, inventariados por el obispo Tavira, trasladados al Palacio Real de Madrid hacia 1803 y devueltos a Salamanca en 1954, la mayoría manuscritos antiguos y de gran riqueza. Entre ellos figuran obras religiosas como el Liber canticorum et horarum de la reina Sancha (s. XI), la pequeña Biblia vulgata (s. XIII), copiada en la Abadía benedictina de Saint-Germain-des-Prés en París o el Liber Sancti Iacobi (s. XIV), recientemente incluido en el registro de la Memoria del Mundo de la UNESCO. Obras literarias como el ejemplar más completo de El libro de buen amor, mandado copiar por un colegial del San Bartolomé a principios del siglo XV o la colección de cancioneros castellanos. Libros de Derecho como el Infortiatum boloñés glosado por Francesco d’Accursio (s. XIV) y manuscritos de Geografía, Astronomía o Ciencias, como la Geographia de Ptolomeo, quizá utilizada por el rey Fernando el Católico (s. XV), el Astronómico real copiado para Felipe II (s. XVI) o De materia medica de Dioscórides (s. XV), tal vez uno de los modelos de Aldo Manuzio para la primera impresión en griego.

El siglo XIX aún aportaría importantes novedades, sobre todo tras la Desamortización de 1836. El decreto ordenaba que en las ciudades con universidad los libros desamortizados pasaran a sus bibliotecas, que adoptarían la doble condición de universitarias y provinciales. De este modo, la Biblioteca concentró, además de libros antiguos y obras indispensables para cada facultad, las publicaciones salmantinas, incluida la prensa.

 

Cuando en 1879 fue construido el resto del claustro alto del edificio, se destinaron para biblioteca otras dos alas, en las que se fueron acomodando un depósito de arquitectura del hierro, salas de seminarios e investigadores, un laboratorio de microfilm –hoy de digitalización—y zonas de trabajo.

La Biblioteca hoy 

La Antigua Librería forma parte de la Biblioteca General Histórica, centro de investigación del Sistema Bibliotecario de la Universidad responsable de gestionar el patrimonio bibliográfico histórico, constituido por 2.783 manuscritos, 487 incunables y alrededor de 62.000 volúmenes impresos entre los siglos XVI y primera mitad del XIX. A los fondos históricos se unen prensa y monografías salmantinas, la colección cartográfica, los libros utilizados antes de la existencia de las bibliotecas de facultad y la bibliografía moderna de apoyo a la investigación.

 Para dar a conocer sus fondos la Biblioteca cuenta con catálogos, tanto en papel –especialmente el exhaustivo catálogo de manuscritos—como en línea. Además, sus registros están presentes en los catálogos colectivos de la Red de Bibliotecas Universitarias Españolas y del Patrimonio Bibliográfico Español, así como en el portal del libro antiguo de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

En la actualidad, la digitalización de los fondos siguiendo directrices europeas permite cumplir dos grandes objetivos: la preservación, mediante la formación de un archivo digital de seguridad, y la difusión, mediante el acceso libre a las imágenes de una obra desde cualquier ordenador conectado a la Red.

La Universidad de Salamanca ofrece a texto completo en la Red un número cada vez más elevado de sus fondos históricos, accesibles desde cada registro del catálogo mediante un enlace con el Repositorio Institucional GREDOS. Se llega a ellos también a través de bibliotecas digitales como EUROPEANA o, en el caso de la prensa, a través de la BIBLIOTECA VIRTUAL DE PRENSA HISTÓRICA.

Por otro lado, la Biblioteca desarrolla actividades que profundizan en el conocimiento y difusión de distintas partes de su fondo. En este sentido, destaca la colaboración con proyectos de investigación internacionales (Cancioneros castellanos con la Universidad de Liverpool o la Escuela de Salamanca con el Instituto Max Planck) y nacionales (Ovidiana con Santiago de Compostela o Alonso de Cartagena con la propia Universidad de Salamanca), las exposiciones bibliográficas y los proyectos internos, como las bases de datos de Antiguos poseedores o de Grabados.Tras una vida rica en experiencias, una joven biblioteca de casi 800 años, que nació cuidando las copias manuscritas del Estudio Salmantino, afronta el siglo XXI a pleno rendimiento. Decíamos ayer, diremos mañana.

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