Fuentes abundante de la iconografía del cristianismo medieval, los libros de horas fueron los principales manuales de rezo en Francia para los fieles de la nobleza y la familia real entre los siglos XIV y XVI. Cada uno era único, y contenía textos de rezos y salmos, así como abundantes ilustraciones grabadas de carácter religioso. Uno de estos peculiares ejemplares ha sido adquirido por la Biblioteca Nacional.

Canal Patrimonio_ BNE

Miniatura del Libro de horas de Carlos VIII de Francia, manuscrito iluminado en pergamino, siglo XV. Antoine Verard (taller, París, Francia)

El sumario litúrgico que a partir de ahora se suma a la colección de la hemeroteca española, es una rara edición impresa en Francia, el Libro de horas al uso de Roma. Su singularidad se debe a su escasez, ya que los ejemplares de este tipo almacenados en las bibliotecas españolas son muy reducidos, especialmente los ilustrados con estampas diferentes.

Muy bien conservado y salido de la imprenta del taller de los hermanos Gilles y Germain Hardouyn, que figuran documentados en París como impresores e iluminadores, el libro puede fecharse hacia 1520 a partir del almanaque para los años 1520-1525 que figura en su segunda página.

Detalle de ilustración del libro de horas de los hermanos Hardouyn (1520-1525). BNE

Hasta la invención de la imprenta a mediados del siglo XV, estos libros eran manuscritos, con frecuencia iluminados y ricamente encuadernados. Pero a partir de esta fecha, empezaron a imprimirse diversos libros con ilustraciones xilografiadas. El principal interés del ejemplar adquirido impreso sobre vitela, reside en la serie de treinta y una estampas completadas y coloreadas, y en las orlas que decoran la parte inferior de las páginas, con escenas de caza y gran variedad de animales.

Detalle de ilustración del libro de horas de los hermanos Hardouyn (1520-1525). BNE

Estas orlas han sido atribuidas a Jean Coene (también llamado Maestro de las Entradas de París), un miniaturista activo en la corte francesa en los reinados de Luis XII y Francisco I. Su estilo ágil y el cuidadoso acabado de las miniaturas hacen de él uno de los más importantes artistas del París de comienzos del siglo XVI.