La Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes del Patrimonio Histórico Español ha adquirido con destino a la BNE el epistolario compuesto por trece cartas manuscritas de José Ortega y Gasset (1883-1955) a Ramiro de Maeztu (1834-1936), dos pensadores clave de la historia moderna de España, entendidos como ideólogos irreconciliables, de cuya estrecha amistad no existía documentación hasta hoy.

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Fechadas de 1909 a 1924, desde Madrid y Marburgo (Alemania), las cartas del filósofo español son enviadas a Ramiro de Maeztu durante la etapa de éste como corresponsal de prensa en Londres. A través de ellas se descubre el cariño con que el autor de la generación del 14 trata al de la previa del 98, llamándole “hermano Ramiro” o manifestando que “le quiere mucho”. Otros elogios incluyen a la hermana de Maeztu, María, quien posteriormente destacaría como pedagoga, y a la que Ortega ya integra en la relación como «otra abeja poderosa para esta construcción de Dios en Celtiberia que intentamos».

Las misivas son de gran interés porque –a pesar de ser escritas antes de la primera obra de Ortega, Meditaciones del Quijote (1914)- en ellas ya se plasman algunas de sus ideas características. Además, el epistolario no solo prueba el vínculo hasta ahora desconocido entre los dos intelectuales, sino que aporta información para el estudio de la vida personal y la obra de ambos, no por separado, sino sujetos a diálogo.

En los citados manuscritos, el joven filósofo intenta convencer a Maeztu para que pase a la acción y se convierta en catalizador de la modernización de su país: “el problema de España es que se hagan las cosas, no las cosas que se hagan”, expresa.

Ese ánimo modernizador, cultural y político, de Ortega es razonado y constante a lo largo del epistolario. El pensador justifica su empeño con un contundente análisis de la moral y la ley a través de Sócrates y Platón, e incluso aludiendo a la mitología escandinava: “el entusiasmo es un Dios que se alimenta de leña”, dice a Maeztu, como para contagiarle de un “fuego” precursor que renueve la nación. Dicho ímpetu, según el escritor, debe partir de las siguientes premisas:

“1. Vimos que faltaba cultura en España
2. hemos dicho que hay que hacerla
3. hagamos cultura y así haremos España”.

Ortega anuncia cómo llevar su plan a cabo: “desde que empecé a pensar en nuestra desventura, vi claro que la cuestión radicaba en construir una minoría”, sugiere a su interlocutor, mientras describe los problemas patrios y vierte vibrantes opiniones sociopolíticas, algunas en torno a Cataluña, que confirman la vigencia de su pensamiento.
El epistolario vierte toda luz sobre ese comienzo afectuoso y constata aún más coincidencias e intenciones con Maeztu, no solo europeístas o en relación al oficio periodístico, sino también a través de la intimidad con la que Ortega califica a políticos de la época (Maura, Lerroux, Cambó, Costa, Canalejas…) y coetáneos o enemigos (Unamuno, Azorín, Menéndez Pidal, Américo Castro, Ramón y Cajal, etc…).
Más tarde, el remitente atiende a una “crisis” de su interlocutor: “Todas las personas dotadas de alguna delicadeza han experimentado alguna impresión de asco infinito”. Ortega se extiende al tratar el asunto, incluso intenta explicar lo que le ocurre a Maeztu dentro del propio desastre español, desde el 98 hasta aquellos días.
A pesar del abatimiento de Maeztu, Ortega continúa en las últimas misivas buscando sus consejos e incitándole a actuar. Le habla de la inteligencia, también de Kant, y recurre otra vez a Platón. Insiste enviándole recados a través de su coetáneo, el escritor y periodista Grandmontagne, para que “le haga caso” y rebate más de una descalificación, incluso pública, de Ramiro hacia su persona.
Tales palabras avanzan la desilusión de Ortega y el final distanciamiento entre ambos. Aun así, la última de las cartas concluye con una frase, a modo de vaticinio y algo solitaria: “en fin, no acabaría”. Alude así al análisis filosófico, social y político que él mismo continuaría, ya por su cuenta y en sucesivas obras.
Las trece cartas se presentan en diversos formatos, algunas en tamaño cuartilla y otras en tamaño A4, a tinta negra o azul. El escritor firma en pocas ocasiones con su nombre completo, finalizando más frecuentemente como “Pepe”. Una de las misivas más extensas lleva el membrete en rojo del propio Ortega y Gasset, y otra de ellas el membrete del padre del pensador, el que fuera también escritor y periodista, José Ortega Munilla.

Este novedoso epistolario llega a la Biblioteca Nacional tras tres décadas al custodio del ya fallecido librero de antiguo, Pepe Berchi, quien fue presidente de la Asociación de Libreros de Lance hasta la década de los 90 y precursor de la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión que se celebra cada año en el Paseo de Recoletos de Madrid, frente a la Biblioteca Nacional.

Las cartas (BNE Mss/23268/6) se suman a otras misivas de ambos autores, conservadas en el Servicio de Manuscritos e Incunables, que forman parte de otros interesantes epistolarios como el epistolario de Ricardo Gutiérrez Abascal o el de Guillermo de Torre.

El conocimiento público de este epistolario contribuirá al estudio sobre la vida literaria, cultural y política española de la época, aportando testimonio íntimo de unos de los exponentes más importantes de la filosofía española. Su incorporación al patrimonio español permitiría, además, enriquecer las interesantes colecciones de epistolarios de autores españoles contemporáneos que existen en la BNE.

Imágenes cedidas por BNE