La Fundación Mapfre muestra en una exposición en Barcelona el proceso de creación de “La puerta del infierno”, del escultor francés Auguste Rodin, una obra que fue fundamental en la evolución de la escultura y el arte del siglo XX.
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La muestra, que reúne más de 150 obras relacionadas con el proceso creativo, entre ellas 30 dibujos pocas veces presentados al público y numerosas esculturas restauradas para la ocasión, sumerge al visitante en la historia de la obra maestra de Rodin, en la que el artista trabajó durante veinte años.
El director de Cultura de la fundación, Pablo Jiménez Burillo, ha explicado en la presentación que “Rodin recibe el encargo del Estado francés en 1880 cuando todavía es una artista poco conocido para hacer una puerta para el museo de artes decorativas”.
Inicialmente, continúa Jiménez Burillo, se inspiró en la “Divina Comedia” de Dante, siguiendo la tradición renacentista de cuarterones, y después cada vez más en “Las flores del mal”, del poeta Charles Baudelaire, libro del que se exhibe una primera edición que el propio Rodin ilustró. Siguiendo la estela de Baudelaire, para Rodin el infierno deja de ser un más allá, y se convierte en “la vida contemporánea en las ciudades posindustriales”.
El conjunto de figuras que Rodin dibujó, modeló y adjuntó al conjunto constituyen “un repertorio de formas que el artista reutilizó hasta el final de su carrera”, y muchas de sus obras más célebres cobran autonomía de “La puerta”, como “El pensador”, “El beso”, “Ugolino”, la “Danaide” o “Las sombras”.
“La puerta del infierno” permite asimismo “entender los pequeños formatos” y, de hecho, en la exposición hay un gran número de yesos, que ilustran la idea del proceso y el trabajo del escultor; y condensa sus diferentes investigaciones estilísticas y técnicas: la fragmentación, el acoplamiento, la ampliación, la reducción o la repetición.
Después de 20 años de trabajo, Rodin presentó la puerta en la Exposición Universal de París de 1900, aunque “exhibió las figuras de la puerta como esculturas autónomas”. La directora del Museo Rodin de París, Catherine Chevillot, ha subrayado que “coincidiendo con el centenario de la muerte del escultor, esta exposición es una ocasión para entender mejor su obra”.
En la puerta aparecen más de 200 personajes, “figuras que se transforman, que se combinan, que se fragmentan”, ha añadido Chevillot. Como si de un trabajo de arqueología se tratara, el análisis de los yesos ofrece una revelación: la capa más interna es la que corresponde a la inspiración en la ‘Divina Comedia’ de Dante y la más externa es la inspirada en el libro de Baudelaire”.
Inicialmente, tiene en cuenta modelos más antiguos, como “La puerta del paraíso” de Lorenzo Ghiberti o las puertas que Henry de Triqueti hizo para la iglesia de la Madeleine de París, pero en la segunda fase, Rodin fue desdibujando los batientes de los cuarterones, de manera que las figuras se entremezclaran en un espacio más unificado, como se observa en la tercera maqueta de la Puerta, en la que dominan tres elementos: “El pensador”, “El beso” y “Ugolino y sus hijos”.
Relación con la arquitectura
Además de la treintena de dibujos, que “para el imaginario de Rodin nunca son un paso previo a la escultura”, en la exposición cobra importancia la relación de la obra con la arquitectura, “siempre teniendo en cuenta una analogía con las formas de la naturaleza“. Siguiendo la atribución que se hace a la obra de Rodin, de “escultura líquida”, la “Puerta” no acabó cuando el artista la presentó en la Exposición de 1900, porque, como ha apuntado Chevillot, “se caracteriza por hacer obras que nunca son estáticas”.
Al final de la vida de Rodin, y con su acuerdo, Léonce Bénédite, primer conservador del Museo Rodin, ejecutó “un nuevo ejemplar completo de ‘La puerta del infierno’ a partir de los moldes hechos en 1899 para preparar la exposición de 1900, y a partir de esta pieza, tras la muerte del artista, se fundieron ocho ejemplares en bronce, hoy repartidos por todo el mundo”.
Chevillot considera que “La puerta del infierno” puede ser vista también como “una meditación sobre la historia de la humanidad, habitual en artistas del siglo XIX, que intentan hacer un gran fresco” que la abarque.
IMÁGENES: Versiones de las obras “El pensador” y “El beso”, que pueden pueden contemplarse a partir de hoy en la exposición “El infierno según Rodin”. EFE