La Fundación Miró conmemora su 35 aniversario de la programación dedicada al arte emergente con la exposición “Haber hecho un lugar donde los artistas tengan derecho a equivocarse”, que evoca las 249 exposiciones que han albergado en estos años los Espai 10 y 13 de la institución.

Canal Patrimonio_EFE

FundacionMiro_EFE

La muestra, que se exhibirá en la Fundación del 14 de marzo al 25 de mayo, se articula a través de siete capítulos temáticos que permiten explicar “las conexiones que se han producido entre distintas generaciones y lenguajes artísticos durante las últimas cuatro décadas”, ha explicado el comisario, Manuel Segade. “Haber hecho un lugar…” reúne un conjunto de sesenta obras que son resumen de las exposiciones que hubo en el Espai 10, nacido en 1978, y en el Espai 13, que surgió con el cambio de ubicación tras la remodelación del edificio de Sert.

500 artistas y más de 30 comisarios:

La muestra se abre con un cronología que repasa la historia de arte emergente en ambos espacios, con obras de artistas que apoyaron a la Fundación en sus inicios en 1975 como Antoni Tàpies o Joan Brossa. Tanto el Espai 10 como el Espai 13 nacieron, ha recordado la directora de la Fundación Miró, Rosa María Malet, con la voluntad de “responder a las necesidades del sector y a la voluntad del propio Joan Miró de crear una sala experimental dedicada a proyectos de artistas jóvenes”. El espacio ha acogido tanto la escena artística local como la creación emergente a escala internacional, representadas por más de 500 artistas y una treintena de comisarios.

Tras el preámbulo, la exposición analiza la evolución de la pintura en estos años, desde la pintura pura de raíz abstracta de los años 70, a los neoexpresionismos de los 80 y a la contaminación del cine, la fotografía y los nuevos procesos informáticos en las nuevas fenomenologías de la pintura. “Dog”, de Vik Muniz; “Desastres naturales: antihumanismo”, de Abigail Lazkoz; “Narciso”, de Luigi Stoisa, y “Montbau”, de Yves Bélorgey, ilustran esa evolución, que también se observa en la escultura, la cual partía, según el comisario, de la reflexión sobre los objetos iniciada por el conceptualismo. En ese contexto se pueden ver las primeras obras de una exposición individual de Susana Solano y Jaume Plensa (1980), que sorprenden en el caso de la artista por ser de madera, un material que luego dejó de lado para centrarse en el metal.

Naturaleza y cultura:

También se pueden ver “Esculturas de espuma” de Antoni Abad; “G-2” de Pello Irazu; o las piezas de Àngels Ribé o de Susy Gómez. A partir de finales de los años 70, el arte abandona la dicotomía entre naturaleza y cultura con obras representativas como “Pintura para exteriores”, de Perejaume; “Llum de terra”, de Albert Girós; o “El mar”, de Fina Miralles, una obra que se ha reiniciado con la colocación de un lienzo en blanco sobre un depósito con pintura azul y que, como en una “performance”, va tiñiendo el cuadro lentamente.

“Lenguas nativas”, de Jackie Brookner; o “Ma’lesh”, de Jens Haaning explican el fenómeno de los poscolonialismos, que tomaba como eje la crítica al pasado histórico y las relaciones con las antiguas colonias de la tradición europea. A lo largo de los 60 y los 70, los formatos expositivos se renovaron para centrarse más en los procesos de producción que en los trabajos artísticos finales, como sucedió con las obras “Perfil”, de Esther Ferrer; “Sin título”, de Manel Esclusa; o “Huellas del 75”, de Antoni Egea.

 

IMAGEN: Una mujer observa una obra de Jens Haaning, que presentó una caja de luz con la palabra árabe Ma’lesh (A quién le importa) en la Miró en 2003. La Fundación Miró conmemora el 35 aniversario de la programación dedicada al arte emergente con la exposición “Haber hecho un lugar donde los artistas tengan derecho a equivocarse”. EFE