Hoy en NUESTRO CANAL, os acercamos a través de nuestro colaborador Carles Sánchez Márquez este conjunto monumental emplazado en un espectacular promontorio de la ciudad de Terrassa.
Canal Patrimonio_Carles Sánchez Márquez
La Sede episcopal de Égara (Terrassa) es un ejemplo extraordinario de la importancia de la ocupación continuada de un territorio en la conservación del patrimonio cultural. Desde el Neolítico hasta la actualidad, este espacio cargado de cultura e historia ha sido habitado por diversas civilizaciones que han dejado su huella. Los trabajos realizados en el marco del Plan Director de las Iglesias de San Pedro de Terrassa (1995-2010), así como la incorporación de la Sede de Égara a la Lista Indicativa de Patrimonio Mundial de la UNESCO (octubre 2018) han despertado de nuevo el interés por el monumento, que cada vez está más presente en publicaciones y foros científicos internacionales.
Un poco de historia
La situación privilegiada del conjunto -sobre un istmo elevado y surcado por los torrentes de santa María y de Vallparadís- favoreció la existencia de un primer asentamiento humano en la zona, que se remonta al Neolítico, hacia el tercer milenio antes de nuestra era. Hacia el siglo IV aC localizamos un asentamiento ibérico en el lugar, del que se conservan restos de habitaciones, silos y hornos para la metalurgia. El geógrafo Claudio Ptolomeo menciona el topónimo de Egosa en su obra Geografía, que muy probablemente debemos identificar con este poblado ibérico.
A partir del siglo II aC este espacio alcanzará el estatus de municipio romano con el emperador Vespasiano, bajo el nombre de Municipium Flavium Egara (I dC). De este periodo se conservan vestigios de relieves decorativos, así como de silos, pozos, depósitos y otras estructuras de carácter industrial. Sin embargo, el testimonio más significativo de este periodo es un atrio-impluvium de una domus o casa romana, que más tarde será reconvertido en un espacio de la residencia episcopal.
El Edicto de Tesalónica, promulgado en el año 380, supuso el reconocimiento oficial de la doctrina de Cristo en el Imperio romano y la pronta expansión de la fe y la cultura cristianas. En este sentido, a finales del siglo IV se documenta en el istmo de San Pedro una profunda transformación del espacio romano en cristiano, con la construcción de un primer espacio basilical, bautismal y funerario.
Más tarde, con la creación del obispado de Égara a mediados del siglo V, se proyectará la construcción de un gran complejo episcopal que fue finalizado a mediados de la centuria siguiente. El nuevo proyecto concebía la edificación de un gran complejo episcopal organizado en tres terrazas, con tres edificios de culto. En la primera, situada al sur, se construyeron las nuevas dependencias y espacios destinados a la residencia del obispo, así como una capilla particular dedicada a los santos Justo y Pastor. En la segunda terraza se edificó la catedral de Santa María, con dos ámbitos diferenciados: el baptisterio, situado a sus pies, y la propia basílica de tres naves. Al norte de la catedral se halla la iglesia funeraria de San Miguel. Finalmente, en la tercera terraza, al norte, se construyó la iglesia parroquial de San Pedro. En el sector oeste, cerrando el conjunto, se alzaba un doble corredor funerario que comunicaba el baptisterio y la iglesia parroquial, de modo que todas las edificaciones quedaban conectadas alrededor de un patio central que actuaba como cementerio. En la actualidad se conservan importantes vestigios de los edificios episcopales: el ábside de la catedral de Santa María y el baptisterio situado a sus pies; la totalidad del edificio de San Miguel; así como la cabecera de la iglesia parroquial de San Pedro.
No en vano, el elemento que confiere una mayor singularidad al conjunto de Terrassa es sin lugar a dudas la decoración pictórica de los ábsides de Santa María y San Miguel, que los últimos estudios realizados por arqueólogos, historiadores del arte, restauradores y epigrafistas sitúan en el siglo VI. Las pinturas constituyen un ejemplo paradigmático del contacto entre dos culturas –hispanocristiana y el pueblo visigodo-, a la que debemos añadir la recepción del arte bizantino. En este sentido, innovaciones arquitectónicas como la solución de la cúpula de San Miguel (que nos remite directamente a modelos de la arquitectura bizantina), junto con los prestamos artísticos que los ciclos pictóricos de Terrassa presentan con el Oriente bizantino (mosaico de la rotonda de San Jorge de Salónica; pinturas del monasterio de Apolo de El-Bawit, Egipto), permiten catalogar el conjunto de Égara como un testimonio único y excepcional de la cultura de intercambio que tuvo lugar en el Mediterráneo en el siglo VI.
La arquitectura de la Sede episcopal y sus pinturas son las evidencias más palpables de esta herencia de contactos que se produjeron en el arco mediterráneo. Un ejemplo singular de una cultura particular, la visigoda, de la que desgraciadamente no han sobrevivido otros conjuntos episcopales de la magnitud de Terrassa. Si bien es cierto que en la península ibérica se conocen ejemplos sobresalientes de la arquitectura de época visigoda (San Pedro de la Nave, San Juan de Baños, Santa María de Quintanilla de las Viñas), es importante subrayar que no se conserva pintura mural de este período, y que además se encuentre integrada en un complejo episcopal monumental. Por otra parte, el retablo mural de la iglesia de San Pedro es sin duda uno de los elementos más singulares del conjunto, sobre todo por su concepción como retablo exento del muro absidial, totalmente inusual y sin ejemplos comparables en todo el arte medieval en Cataluña, Europa y el mundo. Un unicum en el contexto del arte cristiano universal…….
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