La vitola de los cigarros-puros, también conocidas como anillas o sortijas, evoca en su origen la necesidad de preservar los guantes de los fumadores, más tarde derivó en una herramienta contra el fraude, también en un sello de distinción comercial y en un soporte para el arte de la estampa.

Canal Patrimonio_EFE (Roberto Jiménez)

Expo_Vitolas_EFE
Desde que Cristóbal Colón sorprendió en Cuba a los indios taínos aspirando por un ‘tubago’ (luego tabaco) el aroma de una planta seca y encendida que llamaban ‘cohiba’, “algo tan simple en apariencia como el puro ha derivado en algo más que una mera industria”, ha explicado a la Agencia Efe el etnógrafo Joaquín Díaz, coordinador de la exposición “Humo Impreso”, inaugurada en Valladolid. Vitolas -nombre que se daba al ancho de un puro-, marquillas -para distinguir al fabricante-, tapaclavos -para disimular el herraje de las cajas de madera- y vistas -papel que envolvía el tabaco en el interior del estuche- configuran este muestrario que resume la historia tabaquera de Cuba desde mediados del XIX.

Este fondo, de evidente valor artístico y etnográfico, es propiedad de la investigadora Teresa Pérez Daniel, especializada en la historia del género musical de las habaneras y que, a partir de 1986, empezó a reunir estas marcas de papel ilustrado fruto de sus frecuentes viajes de trabajo a la isla antillana. Otro músico, el checo Alois Senefelder, inventó en 1796 la estampación litográfica para reproducir con más facilidad las partituras, técnica que a partir de 1840 asumieron los fabricantes cubanos para ilustrar sus vitolas cuando florecieron plantaciones y fábricas, ha referido Díaz, musicólogo y director del centro etnográfico que custodia esta colección en Urueña (Valladolid).

Litógrafos franceses y asturianos:

De esa época, entre 1845 y 1850 proceden las primeras etiquetas litografiadas en los cigarros-puros manufacturados en Cuba, pero con la variante de la introducción del color y del relieve en motivos, generalmente solemnes y de estirpe: personajes mitológicos, de la antigüedad clásica, de reconocidos políticos, uniformes militares, escudos coloniales, ingenios y animales, ha añadido el coordinador. Los primeros litógrafos de la industria tabaquera cubana fueron franceses y asturianos, quienes crearon “una de las mayores industrias” de la Antilla Mayor, “la más importante junto a la azucarera”, ha explicado Díaz. Surgieron así imprentas y un nutrido grupo de artistas encargados de elaborar los diseños para un negocio tan próspero, ha precisado por su parte Pérez Daniel, dueña de la colección que permanecerá expuesta, hasta el 11 de mayo, en el Teatro Zorrilla de la capital vallisoletana.

La mayor parte de las marquillas expuestas fueron elaboradas en la Compañía Litográfica de La Habana y corresponden a sellos pioneros en la industria purera y a sus fundadores, entre estos españoles o descendientes de emigrados desde Asturias, Canarias, Cataluña o Galicia. Figuran nombres célebres como Partagás (Jaime Partagás, 1845), La Corona (Perfecto López, 1845), Flor de Cuba (Manuel Valle, 1860) y Romeo y Julieta (Inocencio Álvarez, 1875).

El aroma y la frescura distinguieron muy pronto al tabaco cubano, razón por la cual, con el fin de prevenir fraudes y falsificaciones, los fabricantes decidieron envasar menores cantidades de puros, bien en mazos, bien en pequeñas cajas de cedro debidamente identificadas con esas marquillas y otros aderezos artísticos “hoy muy apreciados por los coleccionistas”, ha agregado. Tres hojas de tabaco: una seca para imprimir fuerza, otra más ligera para propiciar aroma y una tercera por fuera para facilitar la combustión definen al puro cubano, elaborado de forma manual en el denominado “arte de torcer”, y cuyo sabor ha cautivado por igual a revolucionarios, guerrilleros, presidentes de Estado, aristócratas, cineastas e incluso toreros de hoy en trance de paseíllo como el español Morante de la Puebla y el mexicano El Pana. EFE_Roberto Jiménez.

IMAGEN:  El etnógrafo Joaquín Díaz (i), junto a la investigadora Teresa Pérez Daniel (c) y el diputado provincial Artemio Domínguez (d) durante el recorrido que han realizado esta mañana a la exposición “Humo Impreso”. EFE