Menús escritos en francés y en español, libros de contabilidad, facturas, etiquetas de confituras y bombones… Son parte de los 175 años historia del restaurante Lhardy que sus responsables han donado a la Biblioteca Nacional para facilitar la investigación de la historia de la gastronomía.

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El emblemático Lhardy, que abrió sus puerta en 1839 en la Carrera de San Jerónimo de Madrid, es el primer restaurante español creado tal y como hoy se concibe la restauración pública. Su fundador, el cocinero francés Emilio Hugenin, introdujo las minutas por escrito y las mesas separadas en la primera mitad del siglo XIX, y creó un pionero servicio de cátering. Testigo mudo de la historia desde el siglo XIX, su gran espejo ha reflejado a la reina Isabel II y a Alfonso XII -muchas veces acudían de incógnito y otras hacían llevar sus platos a Palacio, que tenía cuenta abierta según reflejan los libros de contabilidad-, a la aristocracia y a la alta burguesía y a lo más granado del mundo cultural y del espectáculo.

En sus comedores se han urdido derrocamientos de reyes y políticos, celebrado reuniones de ministros con Primo de Rivera, decidido nombramientos como el de Niceto Alcalá Zamora y celebrado éxitos como los de la cupletista Consuelo Bello “La Fornarina”. También sus salones han sido protagonistas al aparecer en obras de Galdós, Azorín y Gómez de la Serna. Una larga trayectoria y una evolución que han quedado reflejadas en menús, libros de contabilidad, facturas, etiquetas de los productos que venden en su tienda y documentación personal de sus distintos propietarios, parte de los cuales han donado a la Biblioteca Nacional, indica una de las gerentes de Lhardy Milagros Novo.

Libros de contabilidad, facturas o menús entre las piezas donadas:

Siete libros de contabilidad de finales del XIX y principios del XX “con letra gótica y a dos tintas, espectacularmente bonitos”, facturas antiguas de luz eléctrica, de teléfono, de alquiler de carruajes, de los productos que se importaban para una carta de corte francés, como ostras, caviar y langosta; reclamaciones a proveedores, y una colección de 130 menús antiguos.  “Algunos sólo están en tarjetas, tan diferente a lo que se hace hoy en día, otros están decorados. Muchos están en francés, cosa que se criticaba en la época. También hay menús de almuerzos que se servían durante cacerías”, asegura Amparo Cañada, investigadora que ayudó a los propietarios a seleccionar la documentación.

“Hay muchísima gente del mundo entero que pide información a Lahrdy, por lo que donar parte de la documentación es compartir historia y ayudar a los investigadores. Hay muchos documentos que son importantes para la investigación de cualquier tema gastronómico”, añade. En los menús se plasma la evolución de la gastronomía española. Platos como filetes de lenguado a la Orly, jamoncitos de pato, pavipollo a los berros, faisán a las uvas, pularda rellena o ternera Príncipe Orloff, que causaban furor en la Villa y Corte, se han sustituido hoy por recetas más ligeras que conviven con el casticismo de los callos a la madrileña o el cocido.

También han cedido a la Biblioteca Nacional, que incorporará todo este material a sus fondos tras clasificarlos y catalogarlos, etiquetas de mermeladas, de bombones y otros productos que elaboraban y de bebidas alcohólicas que se vendían en la tienda. Incluso un fragmento del papel con motivos orientales que reviste las paredes del Salón Japonés -“donde se desarrollaron toda suerte de conspiraciones y conciliábulos”-, “porque en los museos de Hong Kong se exhiben enmarcados”, señala Novo.

Material para crear un museo:

La familia Feito atesora mucha más documentación de estos 175 años de historia, además de vajillas, moldes, cuberterías, cristalerías y útiles de cocina que confían en exhibir en un museo en la segunda planta del edificio familiar en el que se encuentra el restaurante. “Tenemos más de 50 álbumes de fotos y de artículos periodísticos recopilados, cuatro vajillas de Limoges, una cristalería de Bohemia, otra de la Granja de San Ildefonso, nuestros famosos angelotes dorados que sujetan los dulceros, fruteros, moldes antiquísimos.. “, apunta la descendiente de Antonio Feito y Ambrosio Aguado, jefe de cocina y jefe del obrador que compraron Lhardy en 1926.

Parte de estos fondos ya se exhiben en el restaurante, un museo en sí mismo con el samovar de plata introducido en 1885 para el autoservicio de su hoy mítico consomé o su fachada de madera de caoba de Cuba hecha al gusto del segundo Imperio. EFE_Pilar Salas.

IMAGEN:  Menús escritos en francés y en español, libros de contabilidad, facturas, etiquetas de confituras y bombones, forman parte de los 175 años historia del restaurante Lhardy que sus responsables han donado a la Biblioteca Nacional para facilitar la investigación de la historia de la gastronomía. EFE