Arrodillados en la acera y armados con un martillo, los “calceteiros” han sido los encargados de construir piedra a piedra el camino de Portugal desde mediados del siglo XIX bajo el anonimato de un oficio que está considerado un arte.

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La calzada lusa

Así es como se conoce a este tipo de adoquinado. Está formada por piedras de forma irregular de caliza, generalmente de color blanco con detalles en negro, y es una de las indiscutibles señas de identidad de los paisajes urbanos de Portugal.

Pese a ello, la calzada tal y como se conoce ahora es una creación relativamente reciente: nació en 1842, cuando el gobernador de armas del lisboeta Castillo de San Jorge pidió que se pavimentase una parte del cuartel con un diseño de piedras blancas y negras muy similar al que hoy se puede ver en la céntrica plaza de Rossio.

Aquella primera obra fue realizada por los reclusos que estaban apresados en la fortaleza, que se convirtieron involuntariamente en los primeros “calceteiros” de la historia y en precursores de un arte que se extendió por todo el país.

Ahora, la calzada portuguesa no es sólo una forma de pavimentar calles, plazas y espacios públicos, también es vista como una oportunidad de mejorar la estética urbana de las ciudades y dotarlas de mayor claridad, gracias a su capacidad para reflejar con fuerza la luz del sol.

Diseños

Van desde simples patrones geométricos hasta trabajos más sofisticados como el retrato de la “reina” del fado, Amália Rodrigues, que el artista luso Vhils firmó el año pasado en el tradicional barrio de Alfama, en Lisboa.

Detrás de estos importantes diseños con nombre propio está la mano de obra anónima de los “calceteiros”, que desde hace 30 años pueden aprender este arte en la escuela que el Ayuntamiento de Lisboa dedica a dicha profesión.

“La calzada acompaña muchas veces un diseño de artistas plásticos asociado a un trabajo artesanal de obreros que parten la piedra y reproducen ese diseño”, dijo la directora del centro Luísa Dornellas, que asegura, “sin duda”, que ser “calceteiro” es un arte.

La escuela

Los cursos de la escuela acogen a personas de todas las edades. Gran parte de los alumnos son desempleados de larga duración o jóvenes que deciden apostar por la formación profesional tras abandonar los estudios.

A pesar de ello, la mayoría de los “calceteiros” que forman parte de la brigada del Ayuntamiento de Lisboa ya tienen más de 45 años y con los años su tamaño ha ido disminuyendo: hace casi un siglo aglutinaba a centenares de trabajadores y hoy en día apenas cuenta con 18 empleados.

Cambios para garantizar la accesibilidad y la seguridad

“El Ayuntamiento tiene una brigada porque hay intervenciones urgentes en las aceras, en las que hay que tocar el agua, la luz o la fibra óptica en zonas en las que la calzada tiene valor histórico. En otros trabajos mayores, de pavimentación de sitios nuevos, son contratadas empresas externas”, explicó Dornellas.

A pesar de ser un símbolo de la denominada “portugalidad”, la calzada no es un tipo de pavimento muy cómodo para el viandante y desde el consistorio lisboeta han puesto en marcha un plan para sustituir la calzada en algunas zonas de la ciudad con el objetivo de garantizar la accesibilidad y la seguridad.

Esta desventaja no ha impedido que la calzada lusa esté extendida por todo el mundo, principalmente gracias a los países de habla portuguesa debido a la época de la colonización, como explicó la directora de la escuela, y “por las comunidades emigrantes porque acaban dejando calzadas en las zonas donde vivieron”. Paula Fernández_EFE

IMAGEN: un calceteiro trabajando. EFE