Dos mil años después de su construcción, los canales prehispánicos continúan irrigando y dando vida a Lima, la segunda ciudad más grande del mundo ubicada en un desierto después de El Cairo y en la que habitan casi diez millones de personas.

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El legado de los canales prehispánicos construidos por la cultura Lima y extendidos por los Wari, Ichma e Inca hace posible hoy la existencia de parques y otras áreas verdes públicas, según explicó el investigador y periodista Javier Lizarzaburu, promotor de la campaña Lima Milenaria.

De los canales de Surco, Ate y Huatica, solo el primero y más grande, que recoge las aguas del río Rímac, riega en su recorrido de 29,5 kilómetros las áreas verdes de 12 de los 43 distritos de Lima, que comprenden 723 parques, además de calles y el acantilado de la Costa Verde en el distrito de Miraflores.

Para Lizarzaburu, la construcción de los canales es un ejemplo perfecto de la ingeniería prehispánica bien aplicada, que aprovecha y redistribuye de forma equitativa el agua recolectada de los tres grandes ríos de Lima: el Chillón, Rímac y Lurín.

Una obra de ingeniería “perfecta”

El desarrollo de cada uno de los canales implicó hace 2.000 años un conocimiento topográfico de la zona y un cálculo perfecto que se tradujo en canales que descendían por pendientes que les permitían mantener el curso sin desbordarse y ocasionar inundaciones. “Construir un sistema de irrigación implica conocimiento, no solo es abrir una zanja para que el río atraviese una parte del desierto, por eso es muy seguro que cada uno de los cuatro canales esté orientado de manera diferente”, explicó el también gestor del blog Lima Milenaria.

El periodista indicó que los primeros registros que se tienen sobre la existencia de los canales fueron recogidos por los cronistas españoles, que alrededor de 1535 hacen referencia a “innumerables ríos en el valle de Lima”, que “no eran más que los canales hechos a mano”.

En la actualidad, el sistema de canales ha ido evolucionando conforme Lima ha crecido, por esa razón Lizarzaburu considera los canales como “sistemas vivos” que cambian “no solo con la crecidas del río sino con el crecimiento de la ciudad”. Algunos afluentes menores del curso del canal Surco que alimentan las áreas verdes han sido techados, mientras que otros terminaron por convertirse en vertederos de basura, desagües o fueron ocupados por viviendas ilegales.

Desconocimiento del valor de los canales

“Los limeños no tienen ni idea de que viven en un desierto, que tienen que agradecer a quienes habitaron la zona hace unos 2.000 años y empezaron a construir un sistema de canales y permitieron que esta ciudad sobreviva”, señaló el investigador.

La falta de conocimiento de los limeños sobre la existencia de estos “ríos artificiales” ha llevado a Lizarzaburu a plantearse la necesidad de que los canales prehispánicos sean declarados Patrimonio Cultural de la Nación a fin de que se los proteja y “se tome conciencia del valor que tiene un solo metro cuadrado de área verde”.

Otro de los planteamientos del periodista es combatir la “desconexión” que muchos limeños tienen con el valor del agua y su conservación, al colocar carteles que anuncien a los usuarios de los parques que gozan de estas áreas verdes gracias al trabajo hecho por ingenieros prehispánicos.

“Los canales de Lima son una institución prehispánica que sigue rindiendo un servicio a una ciudad que depende hoy más que nunca del trabajo de ciudadanos que hace 2.000 años transformaron el desierto en valles y que hoy permiten mejorar la vida de unos nueve millones”, concluyó Lizarzaburu. Carolina Cusirramos / EFE