El gobierno de Marruecos se propone dignificar sus hamams o baños públicos mediante la concesión de un “certificado de calidad” que obtendrán únicamente los que cumplan una serie de requisitos ambientales, sanitarios y sociales. Cuenta con unos 12.000 en toda su geografía, siendo el país del mundo que conserva un mayor número de estos lugares.
Canal Patrimonio
A pesar de que en la historia del mundo musulmán han sido un lugar de higiene y socialización por excelencia, los baños de Marruecos no son tan famosos como los de Estambul o los de Damasco, ciudades donde figuran entre las visitas turísticas por excelencia y que conservan las huellas de los edificios históricos.
Marruecos es el único país donde la planificación de un barrio tiene en cuenta siempre un hamam, además de la ubicación de la escuela o la mezquita. Son lugares vivos y no solo parte del patrimonio.
Ayer y hoy
Antiguamente, los marroquíes visitaban el hamam el jueves en la tarde para acudir bien aseados a la mezquita el viernes; además, era el único lugar donde las clases pobres tenían acceso al agua corriente.
Hoy, todo el mundo tiene un baño en su propia casa, e ir al hamam se ha convertido en un momento de relajación o de reunión con los amigos, además de ritual obligatorio para las mujeres cada vez que hay una boda.
Además, ir al hamam es un placer al alcance de todos: la entrada puede costar desde 1 euro en un hamam de barrio, hasta los 100 euros en un hotel de cinco estrellas si viene acompañado de todos los servicios de un spa de lujo.
Requisitos por cumplir
Pero los hamams son ante todo grandes consumidores de agua y de combustible, algo que en los tiempos que corren ya no está muy bien visto: se calcula que un hamam consume cada día entre una tonelada de madera y una tonelada y media para calentar sus calderas.
Por ello, el ministerio de Artesanía ha creado este certificado de calidad al que se podrán adherir los hamams que lo deseen siempre que cumplan una serie de requisitos que tienen que ver con la seguridad del lugar, la higiene de las instalaciones y el consumo sostenible de agua y madera.
Además, el baño público deberá introducir medidas paliativas de contaminación en los barrios en que se encuentran, ya que un hamam despide hollín en el aire urbano mañana, tarde y noche.
Por último, los trabajadores del hamam (se calcula que cada baño emplea entre cinco o diez personas: calderero, masajista, taquillero u otros) tienen que contar con un contrato y pagar las cargas sociales si el propietario quiere tener derecho a la certificación.
La fase piloto
Este proyecto se encuentra ahora en su fase piloto y va a ser aplicado en cinco ciudades (Fez, Marrakech, Casablanca, Rabat y Tánger), a razón de diez baños por cada ciudad; si todos pasan el test, recibirán en octubre su certificado, una especie de etiqueta que podrán colgar a la entrada y que indicarán que se trata de un hamam de calidad.
Habrá además dos clases de certificados: uno para los hamams de una estrella, y otro para los de dos estrellas, aquellos que ofrecen servicios de spa. Javier Otazu_EFE
IMAGEN: Narguiles o Pipas de agua en el interior de un hamam. EFE/Archivo