Mario Camus, uno de nuestros directores más exitosos y reconocidos, participa estos días en el II Curso de Cine y Patrimonio, organizado por la Fundación Santa María la Real del Patrimonio Histórico en colaboración con la Cátedra de Cine de la Universidad de Valladolid y la Semana Internacional de Cine de la ciudad.
Canal Patrimonio / Maximiliano Barrios Felipe
Un día nos contaba Jesús Herrán, gran amigo del director santanderino y editor de su obra literaria, que ante todo Mario era un gran lector que amaba la literatura y un gran escritor. Su obra destila el respeto y el cariño con el que ha adaptado algunas de las obras maestras de nuestra literatura. En sus comienzos colaboró con Patrimonio Nacional y TVE dirigiendo varias series míticas sobre nuestro patrimonio cultural y nuestra historia.
Al inicio de su carrera realizó algunos capítulos de la serie de televisión Si las piedras hablaran. ¿Qué recuerda de esa producción?
Lo primero que viene a mi mente es el trabajo, sólo el trabajo. Luego llegan los lugares, los monumentos de primer orden que tuve la suerte de ver de cerca para intentar acercárselos a la gente, que, por cierto, gustaba del programa y tenía muy buena audiencia.
Antonio Gala escribía los textos y nosotros, siguiendo su guion, rodábamos las imágenes. Recuerdo El Alcázar, la Alhambra, Yuste, el Palacio Real, el convento de las Descalzas… No sólo se hablaba del monumento sino también de los personajes y de los acontecimientos que habían tenido lugar en él. Recuerdo un Tiziano magnífico en el convento de las Descalzas, y un nacimiento de coral, y tapices soberbios. Muchas imágenes que se amontonan y que a veces creo que pueden venir de otra serie similar que rodé, Paisaje con figuras. Intentábamos abarcar todas las referencias posibles y descubrir las riquezas que guardaban los monumentos entre sus paredes.
¿Fue un reto trabajar sólo con el apoyo de una voz en off?
Conjugar en el montaje el texto, la banda sonora y la imagen no tenía mayor complicación. Al fin y al cabo es lo que he hecho toda mi vida profesional. Una película no es sino la conjunción de esas tres facetas, y cuando rodé esta serie yo ya tenía varias películas a mis espaldas.
¿Son posibles nuevos proyectos de este tipo?
No se si hoy en día se pueden emprender proyectos similares. Desde luego, no contéis conmigo para ello, ni como director ni como productor -Mario sonríe-. Pero es indiscutible que una iniciativa así ayudaría a divulgar el patrimonio. Un buen ejemplo es lo que estáis haciendo desde vuestra Fundación, y, según creo, la serie sobre el el Románico que presenta vuestro presidente (Jose María Perez “Peridis”) ha contribuido bien al conocimiento de ese arte milenario.
En el curso abordará la adaptación de la novela al cine. Usted ha protagonizado alguna de las aventuras de este tipo con los mejores resultados del cine español: La colmenna; Los Santos Inocentes; los relatos de Aldecoa. ¿Nuestra historia y literatura han sido suficientemente explotadas por el cine?
No soy quien para juzgar si nuestro cine ha explotado suficientemente la historia y la literatura. Yo, desde luego, he transitado bastante por ambas. Pero si hiciéramos un análisis reposado seguro que llegábamos a la conclusión de que la mayor parte de las grandes obras literarias han tenido su reflejo en el cine. Lo de la historia ya es otra cosa. Las películas y las series históricas requieren de ambientaciones muy precisas y rigurosas, y en España, lamentablemente, se conservan pocas cosas. No tenemos la suerte de Inglaterra, que lo conserva todo: monumentos, muebles, objetos… Aquí, no. Y hay que tener mucho cuidado de mantener el rigor. En La colmena, que al fin y al cabo ambientaba tiempos bastante cercanos, cuidamos mucho los pequeños detalles con las marcas de cigarrillos, con las cajas de cerillas… aspectos que parecen menores pero que no lo son.
¿Qué acontecimiento histórico o novela le hubiera gustado rodar?
Me hubiera gustado llevar al cine alguna novela de Baroja. Es uno de mis escritores predilectos, pero por una u otra razón no lo he conseguido. Y, desde luego, ahora que ya estoy retirado, esta asignatura pendiente quedará definitivamente a mis espaldas. Yo ya no voy a tener un septiembre para recuperarla.
Además de las adaptaciones también ha tenido éxito como autor de algunos guiones originales, como Sombras de una batalla.
Comencé escribiendo guiones. Antes de rodar la primera película ya había escrito varios. Después vino la época de las adaptaciones literarias, que me acercaron más al gran público porque dos de ellas (La colmena y Los santos inocentes) tuvieron bastante éxito. Pero nunca he dejado de escribir guiones, para mí o para otros directores. Siempre he conjugado la escritura con las adaptaciones como algo natural. Ahora, como me siento jubilado, sigo escribiendo de vez en cuando, empujado por Jesús Herrán, pequeños relatos, retazos de memoria, emociones escondidas. Me divierte y, sobre todo, no tengo que pensar en buscar financiación como en el cine. Se escriben, y ya está. Publicar un libro es mucho más barato que hacer una película.
En cierta ocasión citó El buscavidas de Robert Rosen como una de sus películas favoritas. En su cine siempre se ha dibujado con maestría la figura del perdedor, como en Los días del pasado o Los Santos Inocentes.
En la literatura, en el cine, la figura del perdedor es recurrente. Es mucho más atractiva que la del triunfador. Tiene más posibilidades de conmover. El triunfador no genera simpatías, a lo sumo envidias. Con el perdedor la literatura y el cine consiguen atraer con más facilidad al lector y al espectador. Y la literatura y el cine tienen una misión educativa indirecta que se alcanza mejor con las andanzas de los perdedores.
Muchos de los grandes directores del cine actual se están pasando a la realización de series de televisión. En los 70 usted ya hizo ese camino con mucho éxito, Fortunata y Jacinta o algunos capítulos de Curro Jiménez fueron series con enorme impacto y que traspasaron fronteras. ¿La televisión al final es la tabla de salvación del cine o definitivamente es su tumba?
La televisión no puede ser la tumba del cine porque vive del cine. Si repasamos la programación, la mayor parte de la parrilla la ocupa el cine. Cuando una televisión no sabe qué emitir, recurre a las películas. La tumba de nuestro cine no llegará por la televisión sino por la invasión de las películas americanas, que copan todo el mercado y a las que además ponemos voz. A mí, lo que más me preocupa no es la muerte del cine. Hablemos de personas: me preocupan los actores, los directores, los técnicos…, que son los mismos que trabajan en el cine y en la televisión. Ellos son los que verdaderamente están en peligro de muerte.
UNA ENTREVISTA DE MAXIMILIANO BARRIOS FELIPE PARA PATRIMONIO.
IMÁGENES: Fotografías facilitadas por ediciones Valnera para la entrevista publicada en la revista Patrimonio 59