Ver más allá…

Las iglesias que conforman “Ecclesia Dei”, el epílogo a la exposición “Mons Dei” de las Edades del Hombre, siguen ahí una vez finalizada la muestra, dando testimonio de la forma de pensar y sentir que tuvieron nuestros antepasados medievales. El acercamiento a estos templos nos permite entender la historia de nuestra tierra, algo primordial para poder valorar y proteger el patrimonio que nos ha sido legado.

Canal Patrimonio_Cristina Parbole

 

 

Moarves de Ojeda, Palencia

 

Emprendemos este recorrido sabiendo que el camino será arduo, altas montañas salpicadas de pequeñas aldeas con iglesias románicas como faros de esperanza. Cada paso que damos recae sobre una tierra dura, que lucha por resistir el envite del tiempo, con gentes que son capaces de soportar el frío más gélido con el calor de sus corazones.
Nos adentramos…

En una tierra surcada por las aguas del río Pisuerga a cuya vereda se levantan templos como el de San Pedro en Becerril del Carpio con su imponente espadaña. La iglesia del antiguo monasterio de Santa María de Mave con sus pistas escondidas para reconstruir su pasado medieval y el pétreo edificio de Olleros de Pisuerga, que constituye uno de los ejemplos más notables del eremitismo rupestre. Cuesta discernir desde lejos lo que custodia la montaña, solo una pequeña espadaña nos anuncia la existencia de un templo. Andar por el camino a la sombra de la arbolada, dejando de lado pequeñas cuevas que con dureza fueron abiertas en tiempos lejanos. Subir las escaleras, llegar al umbral y coger aire para adentrarte en la historia guardada en piedra, en las ideas de un estilo artístico llevado hasta el final; en columnas y arcos fajones que no sujetan nada, salvo la emoción que supone reencontrarse con el trabajo que siglos atrás con esmero realizaron nuestros antepasados conscientes de que su mayor recompensa era acercarse a Dios.

Una tierra que eleva sus ojos al cielo con nostalgia y los baja con esperanza dejando caer su carga sobre las rudas piedras con las cuales los canteros levantaron los edificios religiosos que hoy admiramos, tales como la iglesia de Villavega de Aguilar y su glouton que engulle sin prestar atención. La parroquia de Santa María la Real de Cillamayor que guarda en su interior una curiosa pila bautismal con el nombre del cantero que la realizó. Cantero también osado, o quizás no, el que firmó y se talló a sí mismo trabajando en Revilla de Santullán queriendo dejar constancia de su obra, buscando perdurar y mostrando su buen hacer. El maestro Miguel que nos desmonta los mitos y nos anima a ver que del románico nos queda mucho por aprender.
Una tierra con los más bellos paisajes que otros antes que nosotros anduvieron, trazando el sendero que seguimos, que nos lleva a perdernos por Canduela y sus casas blasonadas; vigilado por iglesias como la de Cabria, que bajo la advocación de San Andrés, conserva la fecha de su consagración, un dato muchas veces difícil de conocer en los edificios del románico rural. El templo de Santiago en Cezura donde la lucha se talla con cincel y maza recordando pasajes del Antiguo Testamento en la figura de Sansón y la Tregua de Dios como reflejo de la sociedad medieval y las circunstancias de su tiempo. Las formas de luchar cambian pero nos seguimos enfrentando a los mismos miedos, aquellos que los canteros románicos plasmaron y que a nuestra manera combatimos.

 

Santa María de Mave, Palencia

 

Una tierra que no olvida sus viejos caminos y dura como esa piedra con la que durante siglos se han levantado los más bellos edificios como la iglesia de San Juan Bautista de Matamorisca en cuyas paredes encontramos unas coloristas pinturas del siglo XVI. La parroquia de Santa Juliana de Corvio, modificada como resultado de los cambios de estilo y Santa Marina de Villanueva de la Torre que se alza en un alto como único testimonio vigente de un antiguo pasado. Cada templo es un documento en piedra que custodia saberes que se han perdido y símbolos a los que el devenir ha borrado su sentido. Pintura y piedra sirvieron para contar historias, para enseñar y para iluminar un camino que se mostraba oscuro y lleno de peligros.

Una tierra donde el agua fluye libre, donde riega parajes que sobrecogen el corazón e inundan los ojos de lágrimas de emoción. Una tierra donde nace el río Pisuerga que acompaña a Cervera y a su iglesia de Nuestra Señora del Castillo, baluarte de un estilo, y va regando antiguos eremitorios como el de San Vicente que nos traslada a momentos en los que el retiro era el inicio de la salvación. Una tierra que se empapó de colores de la mano de un taller de pintores que recorrieron las iglesias decorando sus muros. Esos pintores que recalaron en San Cebrián de Mudá y desplegaron sus conocimientos pictóricos en la iglesia de San Cornelio y San Cipriano. Hoy es una muestra de que hasta no hace mucho tiempo las iglesias guardaban bellos colores que solo el paso acelerado de la vida ha conseguido borrar de los muros y de nuestro recuerdo.

Una tierra vigilada por montañas que se alzan como guardianes de nuestra historia, creando un perfil en el horizonte que aquellos que dejaron su tierra visualizan al cerrar los ojos cuando añoran su hogar. Unas montañas que vieron levantarse grandes monasterios como el San Andrés de Arroyo, casa del Císter fundada por la gran Mencía de Lara. Dicha abadesa supo reunir entorno a su figura formados canteros, los cuales crearon uno de los más bellos claustros románicos, donde las filigranas vegetales alcanzan el cenit de la perfección. Mencía extendió su poder por los territorios circundantes llegando a Moarves de Ojeda, allí se creó una portada donde lo celestial y lo terrenal toman forma, donde los humanos luchan y bailan ante la atenta mirada de Cristo en majestad, donde la piedra se vuelve rojiza y donde recayó el gran Miguel de Unamuno quedando impactado por lo que nuestros antepasados fueron capaces de crear. Cerca se encuentra la ermita de San Pelayo, que a simple vista puede parecer pequeña pero que es portadora de la esencia para entender la gestación y posterior desarrollo del románico palentino, sus piedras milenarias conservan las pinturas románicas más antiguas de Palencia donde todavía podemos ver como el tiempo se medía por el trabajo.

Una tierra que recuerda pero que busca con esperanza no ser recuerdo. Una tierra que depositó su naturaleza y arte en la ermita de Santa Cecilia de Vallespinoso de Aguilar, creando en forma de piedra la más bella poesía. Dejando que la pureza perdurará en la ermita de Santa Eulalia de Barrio Santa María, único vestigio de un antiguo poblado que ya no existe, donde se recuerda el Pecado Original y donde se anuncian los castigos más infernales que sufrirán todos aquellos que osen jugar con la fina línea que separa el bien y el mal.
Ver más allá…

Y darse cuenta del valor que guarda nuestra tierra, de lo afortunados que somos y del deber que tenemos para seguir perpetuando el patrimonio que nos ha sido legado.

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IMÁGENES: Detalles de la iglesia de Moarves de Ojeda y Santa María de Mave, Palencia. Archivo FSMLR_César del Valle