En el siguiente artículo nuestro compañero de la fundación Maximiliano Barrios habla un poco de la vida y figura de la fotógrafa palentina Piedad Isla. Originaria de Cervera de Pisuerga, comenzó su andadura estudiando fotografía en Oviedo con 26 años. Carrera dividida entre lo cotidiano del pueblo y lo profesional, fue corresponsal de periódicos notables como El Norte de Castilla o la Agencia EFE. Periodista con gran labor social, siempre luchó por salvaguardar los espacios naturales e históricos. En 2009 la Diputación de Palencia instauró el Premio Nacional “Piedad Isla” a la fotografía en su honor.

Autor: Maximiliano Barrios Felipe

 

Aunque ya hemos tratado su figura en un número anterior de esta revista, con este Notarios del Tiempo especial queremos, a través de la figura de Piedad Isla, homenajear a los fotógrafos de pueblo, aquellos que se dedicaron a documentar el acontecer cotidiano de sus comunidades.

Una profesión en principio destinada a los hombres, pero en las que destacaron algunas pioneras, mujeres entre las que se encontraba la protagonista de esta historia.

Encendiéndose un cigarrillo (1964)
©Foto Piedad Isla. Archivo Fundación Piedad Isla & Juan Torres.

La España de los años 50 y 60, herida todavía por las consecuencias de la guerra civil, se verá azotada por una dura posguerra, acrecentada por las consecuencias de la guerra mundial que dejó una Europa desolada. Mientras en nuestro país se vivía en la ruina y la pobreza, se afianzaba una autarquía que nos aislaba del exterior a nivel cultural, político y social, la censura imponía el silencio informativo y este panorama no cambiaría hasta la llegada del desarrollismo y la apertura en los albores de los 70. Es en este contexto donde la fotografía española se desarrolla muy tímidamente, siguiendo aún corrientes artísticas muy tradicionalistas, mientras la fotografía documentalista del neorrealismo, principalmente en Italia, y el reportaje humanista son esenciales en la fotografía europea, en España fue la Escuela de Madrid y la revista de la Asociación Fotográfica Almeriense (AFAL), publicada entre 1956 y 1963, las que introdujeron en nuestro país estos movimientos, sin embargo, muchos de los profesionales de la fotografía nunca entraron en estos circuitos, ni conocieron el trabajo de sus homólogos, su trabajo era en muchos casos puramente alimenticio. En sus escenas trasladaban las imágenes de una sociedad tradicional que comenzaba a desperezarse lentamente para abrazar el progreso, emigrando del campo a la ciudad. En su lente se reflejaban las fiestas patronales, acontecimientos familiares, costumbres ancestrales, servicios religiosos, oficios y todo un mundo camino de la desaparición. Los cambios tecnológicos, aunque lentos, fueron ganando terreno y sustituyendo a unas formas de vida inalterables desde generaciones.

-Comida en el restaurante (ca.1959)
©Foto Piedad Isla. Archivo Fundación Piedad Isla & Juan Torres.

Desde 1953 a 1992 Piedad Isla ejerció su magisterio en Cervera de Pisuerga y casi medio centenar de pueblos de la Montaña Palentina, tras su jubilación más de 130000 documentos gráficos servirían para dibujar con exactitud un fresco de la vida de su comarca y del mundo rural español por extensión, sin ninguna pretensión artística e intelectual su fotografía alcanzó la verdad porque se nutrió del material humano que se entregó a su cámara sin vacilación. Su mirada fue muy personal, su punto de vista buscaba la sabiduría del hombre de campo, como las palabras de su admirado Miguel Delibes He buscado en el campo y en los hombres que lo pueblan la esencia de lo humano.

-Fueron quintos (1958)
©Foto Piedad Isla. Archivo Fundación Piedad Isla & Juan Torres.

Como muchos de los fotógrafos rurales de su generación, hoy olvidados, su formación fue autodidacta, componiéndoselas como podía ante la adversidad, aprendiendo en el día a día, labrando su destino foto a foto, sin referentes a los que mirar. En su caso particular su narrativa no retrata una España miserable, como la de Eugene Smith o los fotógrafos urbanitas que se acercaban a nuestros pueblos, sino en cierto modo refleja un mundo feliz, conforme con lo poco que tiene y vacunado contra la pobreza y las dificultades, subsistiendo apoyado en la solidaridad del vecino y la providencia. Hay un cierto optimismo en sus miradas, una confianza ciega en el futuro de un país que había dejado atrás lo peor, sin embargo, no es complaciente con la realidad que la rodea y muestra a algunos personajes y escenas sin rubor.

Abrigada entre las montañas Piedad no perdió ninguna oportunidad de seguir aprendiendo y se acercó con asiduidad a Madrid para mejorar su técnica en cursos organizados en la casa Kodak, aprovechando los duros inviernos en los que menguaba el trabajo, al igual que sus vecinos, agricultores y ganaderos que aprovechaban esta estación para otros menesteres o como los protagonistas de la foto de café que entretienen el rato jugando al ajedrez, mientras el mesonero marca ufano el nivel que alcanzó la nieve.

Piedad fue alimentando su curiosidad con estudios sobre el retoque o la llegada de nuevas máquinas y el advenimiento del color a nivel comercial. Siempre motivada para explorar las nuevas técnicas y avances nunca olvidó sus orígenes y la imagen en blanco y negro tuvo un papel destacado en su producción. Con el cambio social sus reportajes encontraron otros protagonistas: promociones publicitarias, inauguraciones de modernas infraestructuras, el nuevo papel de la mujer en la sociedad

Con el transcurrir de los años junto a la fotografía de encargo, el interés y amor por su trabajo, además de sus otras aficiones como etnógrafa, hicieron que la cámara fuera una herramienta imprescindible en sus salidas al campo. Aprovechando para documentar estampas cada vez más inauditas. A medida que las minas de carbón del norte de Palencia se cerraban y los campos se mecanizaban, su cámara fue testigo de los últimos estertores de un mundo extinto. Allí donde una familia se disponía a una faena agrícola en desuso, una siega o una trilla, donde se anunciaba la llegada de los últimos rebaños de merinas desde el sur, donde el ladrido lastimero de un perro despedía a la última familia en abandonar uno de los pueblos, recogido en una de sus películas de 8mm en Rebanal de las Llantas, allí estaba Piedad con su cámara, consciente de ser notaria del tiempo, de un mundo que se nos fue para no regresar y del que afortunadamente al menos nos quedan sus fotografías.  

Aquí les dejamos también un reportaje que grabó Canal Patrimonio cuando ella aún vivía. En él se puede la vida y obra de la gran fotógrafa palentina.

Puedes leer el artículo en su versión impresa o hacerte con tu ejemplar de la revista Patrimonio nº77 pulsando en el siguiente enlace.