Bárbara Allende Gil de Biedma, conocida como Ouka Leele, quería ser pintora, como esos artistas que de niña veía en el Museo del Prado. Por ello en el trabajo de esta fotógrafa hay dos fases, disparo y color, porque “hacer una foto es un espectáculo; pero pintarla supone un trabajo lento y solitario”.

Canal Patrimonio

Ouka Leele- Expo Galicia- EFE- 10092013
“¡Una labor de monje cisterciense!”, ha enfatizado en la clase con la que ha abierto en A Coruña el ciclo PhotoÁgora, un encuentro coordinado por el reportero gráfico gallego Gabriel Tizón, al que acudirán como ponentes José Manuel Navia, Chema Madoz y Juan Manuel Castro Prieto.

Ouka Leele, seudónimo que tomó prestado de un cuadro de ‘El Hortelano’ con la idea de que nadie supiese jamás quién se ocultaba tras él, ha expuesto a su auditorio la diferencia entre la “fotógrafa cazadora”, siempre con la cámara al hombro y al acecho; y la “recolectora”, que cultiva su campo “y espera”. Entre una y otra lo tiene claro, porque su trabajo es agricultura, “necesita tiempo, ensayar y rectificar”, conseguir el detalle. “El disparo es inevitablemente un disparo, un gesto de caza”, pero el segundo proceso “marca la diferencia”.

Muy pocas veces se puede conocer de una manera tan cercana el proceder de esta española en su trabajo. Una mujer que ha confesado su fracaso en el intento de pasar inadvertida, ya que “el anonimato exige una destreza artística que yo no tenía”, ha dicho, con un cierto guiño irónico, Ouka Leele.  Con los participantes en estas jornadas auspiciadas por la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de A Coruña ha compartido métodos, motivaciones, materiales, anécdotas e incluso ha habido confidencias en voz baja. También ha desgranado el “esqueleto” de su trabajo: idea, producción de la escena, copias en blanco y negro, coloreado…

En blanco y negro, pero con color
A través de docenas de instantáneas y de piezas como ‘Peluquería’, una pequeña película artesanal rodada en Súper 8 en la Barcelona de la década de los ochenta, testimonio de su serie de retratos de personas con objetos en la cabeza, Ouka Leele ha tratado de trasladar a los “alumnos” esas dos facetas, la del disparo y la del color. En la parte más íntima de su intervención, ha recordado cómo una vez en Estepona, ya adolescente, consiguió vender un puñado de sus cuadros primerizos, y el hombre que se los adquirió le dejó una profecía en prenda: “Te los compro porque un día serás famosa”. En aquella época, Ouka Leele todavía era Bárbara Allende Gil de Biedma y aún no había encontrado el lenguaje que tiempo después la haría, “no famosa”, sino respetada, cotizada y mil veces imitada: esas fotografías en blanco y negro que luego colorea con acuarelas líquidas.

Con algunas de aquellas pinturas de aprendiz, las pocas que conserva, y el que quizá sea su debut en la fotografía, una instantánea tensionada por el encuadre, se ha presentado en esta instructiva master class. Ha rememorado una afable Ouka Leele cuando le recomendaron que renunciase a la carrera de Bellas Artes y se matriculase en Photocentro, una escuela de la época, dado que aquello le cambió la vida. Se tropezó con los que luego serían los protagonistas de la movida madrileña, entró en contacto con personas como Joan Fontcuberta, o los impulsores de la revista ‘Nueva Lente’, y se entregó a la fotografía en blanco y negro, sin abandonar la pasión por la pintura.

IMAGEN: Bárbara Allende,  Ouka Leele. EFE/Archivo