La Biblioteca Nacional de España reúne un patrimonio bibliográfico y documental casi infinito. Millones de libros, grabados, dibujos, mapas y fotografías; incontables horas de grabaciones musicales, películas, documentales, conferencias y entrevistas, además de un patrimonio hemerográfico aplastante. Todo ello se custodia en 800 kilómetros de estanterías y más de 100 depósitos.

Canal Patrimonio _ Arsenio Sánchez Hernampérez

Restauración Carteles 

Fundada por Felipe V en 1712 como Biblioteca Pública de Palacio en 1836 pasó a depender del Ministerio de la Gobernación, recibiendo entonces el nombre de Biblioteca Nacional. En sus más de trescientos años de historia ha conocido varias guerras y largos períodos de paz, numerosos años de pobreza y algunos, los menos, de decidido esplendor. Unos y otros han conformado su carácter único y una riqueza que la han convertido en una de las bibliotecas esenciales en el mundo.

 La Biblioteca Nacional, un inmenso tesoro desconocido

La Biblioteca Nacional de España es la joya más desconocida de la cultura española. Asociada casi siempre a la imagen de mamotretos polvorientos y funcionarios grises y malhumorados, esta institución es, sin duda, la más importante y compleja del Estado Español. Creada por deseo expreso del primer Borbón de la corona española, Felipe V, la Real Biblioteca Pública contó con un fondo fundacional formado con los manuscritos e impresos reunidos por la dinastía austriaca en la Torre Alta del Alcázar, un conjunto conocido como Biblioteca de la Reina Madre compuesto por 2.200 volúmenes a los que se unieron más de 6.000 que el rey trajo de Francia. Rápidamente este fondo “primitivo” fue enriqueciéndose con adquisiciones, incautaciones, impuestos y, sobre todo, por el privilegio real que obligaba a los impresores del reino a ceder un ejemplar de cada una de las obras que saliera de sus prensas, figura legal precedente del actual depósito legal. A partir de 1836, pasó a denominarse Biblioteca Nacional.

La Biblioteca Nacional ha conseguido reunir un fondo bibliográfico de calidad excepcional. Cerca de 30 millones de documentos en todos los formatos imaginables se alinean en casi 800 kilómetros de estanterías. El fondo de manuscritos es una de sus piedras más valiosas: más de 80.000 piezas entre las que destacan importantes creaciones en lengua castellana, como el Poema de Mío Cid, el Aleph de Borges, Poeta en Nueva York de Lorca o las 16 páginas del autógrafo de Clarín ¡Adiós Cordera!, el Beato de Doña Sancha o importantes códices extranjeros, como la Historia Bizantina de Johannes Skylitzes o el Códice de Metz. El fondo incunable es el más importante de España, con 3.100 volúmenes entre los que se encuentran impresos de Gutenberg, Aldo Manuzio o Juan de Párix, primer impresor en España. El conjunto de impresos antiguos no va a la zaga, más de medio millón, con ejemplares únicos, obras de extraordinaria rareza, ediciones antiguas anotadas por pensadores, científicos o literatos de renombre encuadernados con sobriedad o magníficamente decorados por renombrados maestros del oficio. Perderse en estos depósitos es una experiencia bibliográfica difícil de repetir fuera de los muros del edificio de Recoletos.

Restauración en la Biblioteca Nacional de España

Además de las colecciones bibliográficas, la Nacional guarda otros tesoros desconocidos para el gran público. La colección de dibujos y grabados, con sus más de 45.000 dibujos, cerca de 100.000 estampas sueltas y 600.000 formando parte de libros. La colección de partituras impresas y manuscritas supera el medio millón de obras, los documentos sonoros en los diversos soportes depositados en el Biblioteca superan los 550.000 ejemplares y la colección de audiovisuales contiene más de 80.000 volúmenes. El Servicio de Cartografía conserva una importante colección de fondos cartográficos antiguos y modernos de todo el mundo con más de 134.000 mapas, aunque el mayor número corresponde a España; atlas y obras especializadas en Cartografía, Geografía, Astronomía, descripción de países y viajes, y una colección de más de 500.000 postales de ciudades y lugares geográficos.

El valor del objeto material un mundo digital

Las cifras, aunque abrumadoras ocultan un tesoro aún mayor: El conocimiento encerrado en billones de palabras abren posibilidades de investigación casi infinitas. Un volumen desmesurado de papel, pergamino, plástico y otros soportes cuya verdadera importancia está por descubrir, ya que, aunque la mayor parte de los fondos están descritos y catalogados, es necesario “redescubrirlos”. Por ello, al igual que las demás bibliotecas nacionales, la de España está inmersa en un proceso en el que las tecnologías de la información, el mundo digital, las redes sociales e Internet están trasformando su papel en la sociedad de forma radical. La biblioteca tradicional, pesada y lenta, complicada de acceso, llena de restricciones y reservada a una élite va quedando atrás frente a un nuevo modelo más democrático, cuyo acceso anónimo, ágil y rápido es abanderado por Google, Wikipedia y las redes sociales. Por ello, las bibliotecas de todo el mundo han tratado de reinventarse y han volcado sus contenidos a la red tratando de ofrecer una gran reserva de información que, a diferencia de los buscadores más conocidos, ofrece una información bien organizada que pone en valor cada uno de los objetos que pasan de la estantería a la pantalla del ordenador.

Labores de restauración en la BNE

Durante los últimos 10 años, hemos asistido a la muerte del libro tradicional. Se ha insistido tanto en las virtudes de la información digital que parecía que el documento escrito en papel iba a desaparecer. Era el final de la era de Gutenberg, pero paradójicamente, el auge del libro electrónico ha revalorizado más que nunca el patrimonio documental. Cada archivo digital volcado a la red supone el descubrimiento de un nuevo documento y su paso del anonimato del depósito a la categoría de objeto a conservar. La facilidad de acceso a la información digital ha hecho crecer la consideración por uno de los patrimonios peor valorados por la sociedad y ha permitido la consulta de documentos sin necesidad de disponer de ellos, solo es necesario acceder a su reproducción. Podemos marcarlos, editarlos, transformarlos y almacenarlos en un disco propio con total libertad sin que sus acciones tengan efectos en el original. Esta nueva forma de investigar tiene implicaciones importantes en la conservación, pues ya no es necesario restaurar para utilizar sino únicamente debemos conservar. Por primera vez estamos ante la posibilidad de trabajar en la preservación de toda la información del objeto –técnica, histórica y estética- y no sólo en su dimensión utilitaria. Los tratamientos invasivos que eliminan rastros históricos, destruyen estructuras de cosido o transforman radicalmente el aspecto final de la obra restituyendo un hipotético “estado de conservación original” son inaceptables. Por ello, es necesario caminar hacia una conservación que compatibilice la estabilidad material con la estética del objeto antiguo, marcado por el tiempo, la irregularidad y el deterioro en una lectura de la conservación más próxima al wabi sabi que al aristotelismo occidental.

Buscar un punto de equilibrio entre el respeto al objeto antiguo y la restauración ha sido una de las constantes en el trabajo desarrollado en el fondo antiguo de la Biblioteca Nacional. Los principios de mínima intervención son aplicados después de un proceso de diálogo con los responsables del departamento en el que se analiza la historia de cada objeto, su valor cultural, la relación con otras piezas o las trasformaciones que han modificado el documento, valorando la el grado de intervención y qué modificaciones se realizarán.

Labores de restauracion sobre un disco en la BNE

Descubre aquí el artículo completo escrito por Arsenio Sánchez Hernampérez para la Revista Patrimonio

IMÁGENES: Fotografías  facilitadas por la BNE de los diferentes espacios de la biblioteca, en una de ellas se ve a Arsenio Sánchez Hernampérez, autor del artículo.