Como en la España imperial gobernada a principios del siglo XVII por Felipe III, un buzo ataviado con una recreación del traje usado en la época en la que Valladolid era capital de la Corte se sumergió ayer en las aguas del Pisuerga y ha emulado la primera inmersión prolongada hecha en el mundo.

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Corría el octavo mes del 1602 en una España boyante, dueña de medio mundo gracias a las políticas expansionistas de los llamados Austrias mayores, Carlos V y Felipe II, cuando el hijo del célebre Rey nacido en Valladolid se dispuso a dar fe de un hito en la historia, ver a un hombre permanecer bajo el agua durante una hora.
A toques de corneta y tamboriles, la recreación, impulsada por la asociación Amigos del Pisuerga, arrancó con el desfile de la Corte real de la España del XVII, trece personalidades de alta cuna liderados por el Rey Felipe III y el Duque de Lerma, que descendieron hasta orillas del río para presenciar la inmersión, al igual que decenas de curiosos.
El momento principal aconteció cuando un buzo experimentado, pertrechado con un equipo rudimentario pero eficaz y que supuso una auténtica revolución para la época, se introdujo en las aguas con un traje de cuero con la pechera reforzada, cinto con plomos para su descenso y una máscara con tubos laterales unidos mediante una manguera a un enorme fuelle manual situado en el exterior.
El artífice de tal descubrimiento fue el navarro Jerónimo de Ayanz y Beaumont, considerado por muchos de historiadores como el Leonardo Da Vinci español por los numerosos y variopintos inventos que desarrolló, entre ellos, el equipo que permitió aguantar durante una hora a un buzo del siglo XVII.

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Este talentoso ingeniero y férreo militar fue nombrado por el Rey caballero y comendador de la orden de Calatrava al impedir una atentado de un francés contra el monarca, también fue alabado por sus increíbles hazañas, Lope de Vega lo cita en su comedia “Lo que pasa en una tarde”.
Esa inmersión fue una hazaña, en el sentido de la mejora técnica que supuso y en cuanto que permitió empezar a dominar las profundidades del agua, que entonces estaban vetadas para el hombre. La inmersión duró en aquel Valladolid de principios del siglo XVIII en torno a una hora, el mismo tiempo que duró ayer, aunque en la actualidad bien podría prolongarse hasta tres horas.
El inventor del ingenio, Jerónimo de Ayanz, vivió en la calle Cadena de Valladolid, en la época del monarca Felipe III, a dónde trasladó el equipo de laboratorio y talleres que tenía en Madrid, con objeto de desarrollar una serie de ensayos científicos para invenciones que pretendía presentar en la corte vallisoletana para conseguir el ansiado “privilegio de invención”, como una patente de la época.

La técnica utilizada por el inventor, la inyección de vapor, se adelantó varios años al uso de esta fuente de energía que fue la base de las primeras revoluciones industriales desarrollas en su inicio en Inglaterra y luego en el resto del viejo continente.
El montaje ha contado con la colaboración del Ayuntamiento de Valladolid y del catedrático de la Universidad de Valladolid e historiador, Nicolás García Tapia, especialista en el tema. En paralelo, los bomberos de Valladolid realizaron un simulacro de rescate en las aguas. EFE

IMÁGENES: Un buzo ataviado con una recreación fidedigna del traje usado en la época en la que Valladolid era capital de la Corte se ha sumergido hoy en las aguas del Pisuerga y ha recreado la primera inmersión prolongada hecha en el mundo. EFE