Con este enigmático título nos adentramos en la Osteoteca de Castilla y León de la mano del historiador y gestor cultural Alejandro Martín López. En este nuevo reportaje nos ayuda a entender mejor el trabajo de investigadores como Susana Gómez González, capaces de descifrar “el archivo personal e intransferible que constituyen nuestros huesos”.

 Canal Patrimonio_Alejandro Martín López

osteoteca de Castilla y León

 

Una mañana cualquiera estás trabajando en un yacimiento arqueológico situado en una céntrica plaza bajo la atenta mirada de los vecinos curiosos. Mientras, vas esquivando las puyas de los hosteleros que no pueden instalar sus terrazas con la llegada de la primavera. Tu trabajo prosigue tranquilo hasta que al mover la tierra te encuentras cara a cara con unos ojos vacíos que parecen mirarte con el reproche de interrumpir su descanso eterno. Esta misma situación la han vivido todos los arqueólogos alguna vez: en San Miguel de Escalada (León), en la plaza de la Horta (Zamora), en Padilla de Duero y el monasterio de Nuestra Señora de Prado (Valladolid), en la Capilla de los Reyes de la Catedral de Palencia o en la Cartuja de Miraflores (Burgos).

Más de 2.300 cuerpos o lo que quedaba de ellos han sido extraídos de yacimientos arqueológicos de Castilla y León tan solo en los últimos 30 años. Restos humanos que proceden de cronologías que van desde el Campaniforme (2.400 a.C.), hasta la Guerra Civil Española (1936-1939). Fueron hallados durante la ampliación de una calle, la construcción de un nuevo edificio o el reacondicionamiento de una iglesia, pero la pregunta más interesante es ¿dónde van después de que los arqueólogos los hayan extraído?.

En la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad de León, la puerta del Área de Antropología pasa inadvertida entre los expositores con animales y la reconstrucciones de nidos. Al entrar se abre un largo pasillo decorado con ilustraciones relacionada con la evolución humana, Darwin e incluso algún disco de The Beatles. Al fondo del pasillo, en una sala atestada de cajas de cartón que trepan hasta el techo descansan los restos óseos procedentes de Soria, Burgos, Palencia, Valladolid, Salamanca, Zamora y León. Estamos en la Osteoteca de Castilla y León.

 

osteoteca de Castilla y León

 

No solo somos lo que comemos

Somos lo que comemos, pero también nuestra actividad física diaria, nuestra herencia genética, incluso las lesiones que sufrimos a lo largo de nuestra vida. Toda esa información se va acumulando en el archivo personal e intransferible que constituyen nuestros huesos

La osteoteca de Castilla y León es precisamente donde este archivo se atesora. Restos humanos provenientes de yacimientos arqueológicos de toda la comunidad autónoma son el objeto de estudio de antropólogos forenses, paleopatólogos y arqueólogos, que buscan en los restos de los que vivieron antes que nosotros no solo qué comían, sino también cómo trabajaban, qué enfermedades tenían y cuáles eran las causas más habituales de muerte.

Trabajar día tras día rodeado de miles de cráneos observándote puede resultar un poco tétrico, sin embargo, para el equipo que conserva y desarrolla proyectos de investigación en este centro es una aventura apasionante. Los restos óseos de un ser humano no solo nos hablan de la edad que tenía cuando falleció, sino de los problemas que tuvo con su dentadura, qué tipo de trabajo físico realizaba o si alguna vez tuvo alguna enfermedad grave.

 

cráneo con herida de bala

 

En la escena del crimen

En ocasiones, el trabajo de los paleopatólogos y antropólogos forenses es fundamental para los arqueólogos, sobre todo cuando aparece un cadáver “sospechoso”. En estos casos, el equipo de la Osteoteca puede precisar exactamente cómo llegó ese cuerpo hasta allí: tal vez fue un asesinato, quizá, sufrió una caída fortuita o el tejado se le cayó encima.

En otros casos, su trabajo es mucho más minucioso. La observación y estudio del desgaste de cientos de dientes ayudan a investigadores como Susana Gómez González a determinar la forma en que las comunidades neolíticas utilizaban sus dentaduras como una herramienta más. En su larga experiencia en el estudio de la dentición, Susana ha visto casi de todo. Es nuestra guía en la osteoteca. Su experta mirada, nos permite descubrir pequeñas diferencias que tan sólo pueden apreciarse utilizando el microscopio. “Dentro de la Península Ibérica, no tienen nada que ver los dientes de los romanos con los dientes islámicos, porque sus dietas eran completamente diferentes”, apunta. Cada pieza, cada hueso, cada diente o resto, tiene un significado para Susana y para el resto del equipo.

Es precisamente este trabajo de investigación entorno al Neolítico, desarrollado junto al Museo Arqueológico de Alicante, el mejor ejemplo del potencial investigador y de difusión de la ciencia que tiene la Osteoteca. El trabajo que durante años se ha realizado con los fondos que abarrotan sus cajas de cartón ha llevado a sus investigadores a las páginas de las revistas más prestigiosas de antropología forense del mundo y a establecer multitud de colaboraciones tanto en España como en Europa.

Cuando pensamos en patrimonio arqueológico, inevitablemente nuestra mente nos lleva a exóticas piezas cerámicas, extrañas esculturas religiosas o joyas antiquísimas. Sin embargo, el estudio que los antropólogos forenses y paleopatólogos de la osteoteca desarrollan actualmente constituye una información mucho más rica para la historia de la humanidad que el valor de las joyas que alguna vez llevaron esos esqueletos.

 

IMÁGENES: Vitrina del laboratorio donde exponen los casos de patologías más llamativos, vista general de la sala de almacenamiento de la osteoteca y  detalle de un cráneo con lesión producida por una espada. Archivo Canal Patrimoinio_Alejandro Martín López