En los últimos veinte años Europa, convencida de que las infraestructuras industriales del siglo XIX y XX forman parte de su identidad histórica y social, ha impulsado una política de conservación, investigación y puesta en valor del patrimonio industrial muy importante.

Canal Patrimonio_Alejandro Martín  López

Ataranzas Barcelona

 

Las características que describen esta forma de patrimonio son muy distintas a las que se habían empleado tradicionalmente: la innovación técnica, la versatilidad, el uso de nuevos materiales de construcción o la funcionalidad en el proceso productivo son algunos de los rasgos que se buscan a la hora de su conservación.  También la trascendencia en el desarrollo social, urbanístico o tecnológico son elementos secundarios que convierten para la UNESCO algunos de estos conjuntos industriales en Patrimonio de la Humanidad como Völklingen en Alemania o el paisaje minero de Cornualles y el Oeste de Devon en el Reino Unido.

Pero ¿qué pensarías si te dijese que infraestructuras con las mismas características fueron muy comunes durante la Edad Media?. Habitualmente relacionamos el patrimonio industrial con la Revolución Industrial, pero la producción en cadena en espacios diseñados específicamente para ese uso, es un fenómeno que aparece en el contexto mediterráneo casi a principios del siglo V a.C.

La construcción de naves de guerra es el campo en el que antes se aplicó lo que hoy llamamos una política I+D+i. A nadie le sorprende que sea precisamente en el ámbito de la industria bélica en la que se cuide la investigación y la innovación con más mimo. La arquitectura naval ocupó durante siglos la punta de lanza del desarrollo tecnológico y con ella también se diseñaron infraestructuras capaces de albergarla y protegerla de espías y mirones.

 

 

Los primeros arsenales mediterráneos para la construcción, reparación y conservación de naves de remos (trirremes, liburnae, galeras, fustas, galeazas…etc) aparecen a finales del siglo VI a.C. y se seguirán construyendo hasta el siglo XVII d.C. Muchos de estos arsenales griegos y romanos, hoy forman parte de yacimientos arqueológicos terrestre o subacuáticos. Tenemos que viajar hasta la Edad Media, para encontrar arsenales de galeras que estén aun en pie.

Da igual su antigüedad, todos los arsenales, griegos, romanos, cristianos o islámicos, tienen las mismas características: son estructuras estrictamente funcionales diseñadas para un proceso de construcción naval eficiente; están abiertas hacia la costa y fortificadas hacia el interior de la ciudad; su localización organiza el desarrollo urbanístico y económico de esa parte de la población, que alberga además multitud de oficios auxiliares de la industria naval. Tenemos que tener en cuenta que a diferencia de la construcción artesanal de pequeñas embarcaciones, estamos ante un proceso productivo totalmente sistematizado que permite una eficiencia casi industrial. En este sentido hay una leyenda veneciana[1] que nos cuenta que cuando un nuevo embajador llegaba a la ciudad, la primera visita que hacía era al Arsenal acompañado del gobierno de la República. Durante la visita, los constructores colocaban la primera pieza de una galera: la quilla. Esa misma noche, al terminar la cena ofrecida al embajador, desde uno de lo balcones del Palacio Ducal el ministro podía ver esa misma galera ya navegando y lista para entrar en combate. Sin duda, el Arsenal de Venecia presumía de eficiencia.

Algunas de estas infraestructuras navales siguen hoy en pie. Un número importante (Barcelona, Valencia, Génova, Pisa o Sevilla)  perdieron hace siglos su función original y forman parte del patrimonio cultural de sus ciudades, como museos o espacios expositivos. Otras infraestructuras han tenido un uso militar hasta hace menos de un año, como en el caso de Venecia. Por último, algunas se perdieron para siempre, porque el crecimiento de las ciudades no entendió la trascendencia del patrimonio industrial, precisamente durante la Revolución Industrial (como el caso de Málaga –se conserva una de las puertas-, Nápoles, Marsella, Estambul, Alejandría o Túnez).

 

 

Curiosamente, la fortuna ha querido que esta segunda Edad de Oro de los arsenales mediterráneos tenga como protagonista el desarrollo de actividades culturales. Así hemos asistido a exposiciones de la Bienal de Venecia en el Arsenal de la ciudad, a desfiles de moda entre las galeras de Barcelona o la grabación de series de televisión en Sevilla.

Al fin y al cabo las arcadas que protegen los cráneos de cientos de dragones en la Ciudadela ficticia de Juego de Tronos, albergó hace más de seis siglos las galeras de Alfonso X “El Sabio”.

 

 

[1] Venecia fue hasta el siglo XIX una República puramente marítima con uno de los mayores arsenales militares del Mediterráneo

 

IMÁGENES: Diferentes vistas de los arsenales de Barcelona y Venecia. Alejandro Martín López