El Museo de Altamira ha sacado por primera vez fuera de Cantabria sus colecciones más valiosas para exhibirlas en la cumbre del arte prehispánico de Canarias, la Cueva Pintada de Gáldar, un yacimiento del que le separan miles de años, pero al que le unen sorprendentes conexiones.
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Cuando los cazadores del Paleolítico comenzaron a pintar Altamira, faltaban todavía 33.000 años para que llegasen a Gran Canaria los grupos humanos que con el tiempo convirtieron la vieja Gáldar en la población más pujante de la Canaria prehispánica, en la sede de los poderosos Guanartemes y en el lugar donde sus temores, creencias y sentimientos se volvieron arte rupestre.
La Cueva Pintada, decorada en el siglo XIII, fue pintada con pigmentos muy similares -en algunos casos- a las que habían empleado 300 siglos antes los artistas del Paleolítico: de hecho, en las dos cuevas proliferan los rojos y los ocres obtenidos de arcillas ricas en óxidos de hierro, procesadas con herramientas muy parecidas, como morteros de piedra o conchas de lapas.
Las exposiciones
Y para celebrar el décimo aniversario del museo canario, lo hacen con una exposición sin precedentes para sus dos protagonistas, porque ni Altamira ni la Cueva Pintada habían sacado nunca antes de sus vitrinas tan amplia colección de piezas para exhibirlas en otro centro, en muestras monográficas. La exposición tiene por nombre “El largo viaje… De Altamira a la Cueva Pintada”.
La Cueva Pintada de Gáldar exhibe 84 piezas del yacimiento reconocido en todo el mundo como la cumbre del arte prehistórico, y Altamira mostrará 62 elementos nunca antes vistos fuera de las islas que ayudarán a entender mejor en la península cómo eran y qué sentían los pueblos indígenas de Canarias.
Qué podemos ver
En Gáldar, la visita comienza con una vitrina que casi pasa desapercibida, pero que resume el sello de los dos yacimientos en solo dos piezas: un aerógrafo de hueso utilizado en la Prehistoria para proyectar pigmentos a la pared y una pintadera utilizada por los antiguos canarios como sello para estampar formas geométricas.
Y le siguen verdaderas joyas de ambos yacimientos: agujas y arpones de hueso de Altamira junto a punzones prehispánicos; puntas de sílex que llevaron al límite las técnicas de talla de piedra en la Prehistoria en Europa al lado de picos de basalto de los antiguos canarios; o rudimentarios collares de los antiguos cazadores de la Cornisa Cantábrica, junto a idolillos de barro de la vieja Gáldar.
IMÁGENES: Exposición “El largo viaje…de Altamira a la Cueva Pintada”, que simboliza el encuentro de dos yacimientos emblemáticos. EFE