Cada mes de junio desde hace unos 600 años, 1.000 campesinos del sur de Perú se reúnen durante tres días para trabajar en la renovación del puente colgante Q’eswachaka, declarado patrimonio inmaterial de la humanidad por la Unesco.

Canal Patrimonio

PuentePeru_EFE

El puente Q’eswachaka sobre el río Apurímac, en la región de Cuzco, está tejido íntegramente con fibras vegetales, según la tradición inca, y es el único de este tipo en el mundo. La directora de Patrimonio Inmaterial del Ministerio de Cultura, Soledad Mujica,  ha explicado que hasta inicios del siglo XX muchos puentes similares al Q’eswachaka seguían en uso, pero después se dejaron de renovar por la construcción de otros con materiales actuales.

“No hubiéramos podido tener la red de caminos incas (Qhapaq Ñan) que hemos tenido ni la articulación social, cultural y económica que tuvo el incanato si no hubiéramos tenido esta red de caminos de la que tenemos vestigios”, manifestó Mujica.

Para los campesinos de las cuatro comunidades que trabajan en el armado del puente, el Q’eswachaka tiene un carácter sagrado, por lo que le piden permiso a los apus (divinidades) y a la pachamama (madre tierra) mediante una ceremonia ritual, donde un sacerdote andino reza en quechua y ofrece hojas de coca, un feto de llama, maíces de colores, algodón, azúcar, vino, cigarros y campanas.

Un trabajo al filo del abismo

El antropólogo Miguel Hernández, encargado de elaborar el informe del Q’eswachaka ante la Unesco, señaló que nunca ha habido un accidente en la elaboración de este puente de 28 metros de longitud, donde dos tejedores, llamados en quechua chakaruwaq, se balancean por los aires sin ningún arnés de seguridad mientras entrelazan las soguillas que proporcionan las comunidades. “Parte de los rituales que ellos hacen es para que salga todo bien en la construcción del puente”, declaró Hernández.

Otro elemento que acentúa el riesgo de esta labor es que para esa época el caudal del río ha bajado, por lo que hay una gran cantidad de piedras en el fondo del cañón. El arduo esfuerzo físico, que involucra a toda la comunidad, comienza semanas antes del armado del puente, cuando se recoge de las alturas un tipo de paja llamado q’oya que servirá para la base y las barandas de la estructura. “Los hombres, mujeres y niños se sientan en las acequias para chancarlas con piedra, mojarlas en el agua y empezar a tejer”, señaló Mujica.

Las soguillas dejan marcas en la piel de los tejedores por su aspereza, cualidad que a la vez garantiza la resistencia del puente, el cual, según cuenta Mujica, puede sostener “a 15 llamas y a un pastor” acorde a los lugareños.

Puente de cohesión social

Esta actividad es parte de una tradición que ha pasado celosamente de generación en generación y su significado trasciende la interconexión física de los pueblos, ya que más bien se refiere a su hermandad e identidad. “Cerca al Q’eswachaka, desde hace 30 años, hay un gran puente que es parte de una carretera. Por eso es tan importante el Q’eswachaka, porque no es la única vía de comunicación y, sin embargo, sigue manteniéndose”, resaltó Hernández.

En una ceremonia celebrada recientemente en el Ministerio de Cultura se festejó la distinción de los conocimientos, saberes y rituales asociados a la renovación anual del Q’eswachaka, declarado como patrimonio cultural inmaterial por la Unesco el 5 de diciembre pasado en Azerbaiyán. La ministra de Cultura, Diana Álvarez-Calderón, dijo que esta práctica desafía la escarpada geografía y que contribuye a la cohesión social comunitaria. “El puente colgante

Q’eswachaka es una creación de la civilización andina tan exquisita en su técnica como funcional en su organización, que no dejara de asombrar al mundo con su medio milenio de vida”, indicó Álvarez Calderón. Al culminar el tejido del puente, todos los pobladores se unen en una gran fiesta al día siguiente con música y danzas de la región.EFE_Diana León Banda.

IMAGEN:  Fotografía cedida por el Ministerio de Cultura de Perú muestra la construcción del puente inca Q’eswachaka en la región de Cuzco (Perú). EFE